jueves, 22 de agosto de 2013

Quédate ahora que has vuelto

Quédate a mi lado. Cierra las ventanas. Hay ruido ahí afuera. Y siéntate a mi lado. Cuéntame cómo llegaste hasta aquí cuando ya no te esperaba. Quién mancilló tu dignidad, quién te abandonó en mitad del camino, quién pretendía quererte como yo te quería cuando éramos muy jóvenes. Ahora no importan las lágrimas innecesarias, ni las excusas que no alumbran los días por venir o justifican los días mordidos por los equívocos inevitables. Siéntate aquí, acomódate en mi hombro y cierra los ojos. Sueña que el tiempo solo fue un breve paréntesis ya prácticamente olvidado, y que cuando abras la puerta no habrá nadie a tu lado, excepto yo, que siempre estuve ahí, incluso cuando tú no estabas, incluso cuando te fuiste, ahora también que has vuelto.

Siempre estuve aquí. Esperando, sí. Pero también viviendo. Es inevitable. La vida cobra su peaje si se la evita. Estuve aquí, en la misma casa, a la sombra de los mismos árboles que nos vieron crecer. De vez en cuando, eso sí, salía afuera. Me extraviaba por el mundo. Buscándote tal vez. Pero sobre todo buscándome. A veces, me sentía muy lejos de mí mismo. Lejos de mí y de ti. Y temí transmutarme en otro que no fuera yo, siendo yo mismo. Temía que no me reconocieras si volvías algún día. Podrías agarrar mis manos, pero también podías extrañar mis abrazos.

El tiempo es lo que tiene: todo lo confunde y todo lo agita como si fuera una coctelera. No importa. Pasaba por aquí cuando tú volvías. En realidad, regaba las flores, cuidaba los vinos, releía los mismos libros. En resumen, intentaba ser feliz con los mismos instrumentos de entonces. No creas. Me sirvieron. Todavía pienso que volviste porque sabías que yo me quedé.

No hay comentarios:

Publicar un comentario