lunes, 7 de octubre de 2013

Tan real como lo imaginó

Hablaba por teléfono con él cada día. Lo había contactado por internet. Ella no creía en esas pasiones cibernéticas de las que tanto había oído y leído, pero se fue acostumbrando a su voz y lo imaginaba, probablemente no como era, sino como ella lo esperaba. Imaginó su mirada penetrante y su boca sinuosa, sus manos grandes de amar y su porte aristocrático venido a menos, tal vez lo veía algo más grueso de cómo fueron sus otros amantes, pero en nada le desagradó. Por las noches lo buscaba en los sueños con tal insistencia que comenzó a condicionarle la vida diaria.

Pensaba que no era posible que alguien a quien no conocía se le hubiera metido tan adentro, hasta tal punto que lo sentía cada vez que respiraba. Había sido una mujer enamoradiza y caprichosa, libre en su voluntad y en sus actos, pero ahora comenzaba a sentirse vinculaba a este hombre de quien solo conocía su profesión, su adicción a los libros, su devoción por el whisky y su inclinación a viajar solo. Cuando hablaba con él, le encontraba un tono neutro en sus disertaciones que la contrariaba. Le pedía que fuera más tierno, o más romántico, que le dijera palabras cargadas de sentimiento, que la indagara por medio mundo para estar a su lado.

Se lo decía y así lo soñaba cada noche. Se le hizo tan real en su imaginación como abstracto en los sueños. Creía verlo en cualquier momento del día, y por la noche sentía que la abrazaba después de la cena y que después la llevaba a la cama con frases que ella misma pronunciaba en susurros. Un día él le dijo que iría a verla, que dónde quedaban, que el encuentro se hacía inevitable. Ella ordenó su vida y sus desvaríos oníricos, y nunca se sintió tan feliz y tan fuera de sí como en ese instante. Sabía que aquel hombre no era el de sus sueños, pero adivinaba también que nunca como ahora podría ser tan real como lo imaginó durante tantas noches desorientada dentro de ella misma.

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