sábado, 23 de noviembre de 2013

El cuerpo

Ahora que amanece, me doy la vuelta y te encuentro dormida, quizás, pero te busco entre las sábanas y no me rehúyes. Al contrario, avanzas cauta acortando distancias, eliminando barreras, si las hubiera, dejando el espacio libre, cada vez más estrecho, entre dos cuerpos que se encuentran y no les importa y les gusta. Así quisieron estar siempre, antes de conocerse también, refugiados del frío y del ruido, del mundo. No sé si duermes o, ya despierta, violentas una paz que ya desecho. Quiero esta violencia que necesito, salpicada de esa ternura que solo tú sabes hacer poco a poco, primero con las puntas de los dedos y después con los labios y más tarde con el cuerpo entero. Sabes a dónde vas, y eso que tienes los ojos cerrados, tal vez por miedo a despertar de un trance que por verdadero se pueda quebrar en su hechizo. Dura lo que dura todo aquello que amamos definitivamente, y cuando se acaba no importa porque deja un sabor salado en la boca que recuerda la inmensidad del mar y la cercanía del cielo. Un fin de semana es largo si no hay entre las sábanas más empresa que reemprender el camino ya hecho, siempre por la misma vereda, andando y desandando un cuerpo que no se puede olvidar.

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