lunes, 13 de enero de 2014

Un silencio diferente

Regreso después de un paréntesis vacacional, y la casa parece de otro. Hay un silencio distinto, más denso y también más voluble. En fin, un silencio diferente. Como si, con la ausencia, alguien, que podrías ser tú mismo, se apoderara de estas paredes que encierran más bien poco: muchos libros, alguna botella, pocas fotografías, recuerdos también. Las casas, como los perros, se alimentan también de nuestra sombra y se van haciendo parte de nosotros mismos sin que apenas apercibamos los cambios, nos mimetizan por alguna ley que ignoro, aunque ocurre así.

Pero basta que salgas unas semanas de ese agujero para que la casa se te vuelva ajena y extraña, como si la habitara otro que no eres tú, si bien tampoco dejas de serlo, como si cada cual fuese varios al mismo tiempo y, cuando sales, te llevas parte de ti, pero dejas adentro un olor tuyo que desconoces y rechazas a la vuelta. Ahora, aquí sentado, no sé si estoy en este mismo lugar o ando en cualquier otro rincón del mundo buscándome sin solución posible.

Es lo que tiene ser tan disperso: que, cuando te buscas, no te hallas; y cuando te encuentras, ignoras dónde estás. Por eso siempre me equivoco de habitación en los hoteles, o confundo en el perfume de una mujer una noche que no existió, o, para qué mentir, me siento tan poca cosa que la casa, a veces, me viene grande. Seguro que este silencio es de alguien que se olvidó llevarlo cuando cerró la puerta la última vez. Y puede también que ese otro sea yo mismo. Lo mejor será poner algo de música para quedarme solo otra vez.

No hay comentarios:

Publicar un comentario