domingo, 7 de diciembre de 2014

Ignacio Martínez de Pisón: "Lo que ha quedado en España del mundo sefardí es la expulsión"

Ignacio Martínez de Pisón (Zaragoza, 1960) vuelve con su novela más ambiciosa –no sabe si la mejor- y más extensa -600 páginas-, encabezada con un título que algún día tal vez estuvo de moda: La buena reputación. Un relato que indaga en la herencia que los personajes reciben del pasado, en el sentimiento de pertenencia y, sobre todo, en la necesidad de encontrar un lugar en el mundo. El escritor es rotundo al afirmar que lo que ha quedado del mundo sefardí es su expulsión y califica esta como “una de las grandes pérdidas de la historia de España”. Éste es el tema del libro. Melilla, una de las ciudades donde transcurre esta historia.

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Foto: Miguel Ángel León

Viste vaqueros y camisa clara con las mangas vueltas. Se muestra sereno en sus ademanes, mide sus respuestas y es sobrio en sus sonrisas, que también muestra. En su última novela vuelve a la familia y a la mujer como recursos narrativos. Le atrae el mundo judío por lo que tiene de exótico. El libro incluye hechos históricos poco conocidos, como los 80.000 italianos de Mussolini que combatieron en la guerra civil o los judíos sefardíes con los que Franco simpatizó de modo discreto, pese a que la banca judía de Tetuán financiara el paso de las tropas nacionales por el Estrecho.

Aunque vive en Barcelona, no soporta “la tabarra inaguantable” de los independentismos y asegura que no recurre a la ficción en sus novelas porque no tiene tanta imaginación “como para inventar más de lo que la realidad le ofrece”. Entre otras novelas, ha publicado además María bonita (2000), El tiempo de las mujeres (2003), Dientes de leche (2008) o El día de mañana (2011). También es autor del ensayo Enterrar a los muertos (2005) y del libro de relatos Aeropuerto de Funchal (2009).

- Su protagonista, el sefardí Samuel, encarna el sentimiento de pertenencia y la ambigua relación entre el mundo judío y España. ¿Todavía hoy es así?

- Bueno, ahora ya en Melilla quedan muy pocos judíos. Pero, efectivamente, sigue habiendo una comunidad judía que se siente, por un lado, judía y, por otro lado, española. Y además ha sido así siempre. Pensemos que también muchos judíos que acabaron en Tesalónica en el siglo XVI seguían manteniendo, aunque parezca un rito, la llave de su casa de Toledo. O sea, que realmente ese sentimiento de pertenencia nunca se rompe.

- ¿Qué quedó de aquel mundo sefardí en España?

- Lo que ha quedado, yo creo, ha sido la expulsión. Es decir, realmente eso fue un atraso para la historia de España y fue una herida de la que tenemos que seguir lamentándonos, porque quinientos y pico años después creo que es una de las grandes pérdidas de la historia de España.

- De vez en cuando algunos escritores conocidos publican novelas sobre el mundo judío. ¿Qué les atrae?

- Bueno, a mí me resulta muy exótico el mundo judío español y al mismo tiempo debo reconocer que me atrae el mundo judío porque el humor, el cine, la literatura que más me gustan en buena parte están hechos por judíos norteamericanos. Y no solo norteamericanos, también de Argentina y de otros sitios, pues hacen probablemente la mejor literatura y el mejor cine. O sea, que también tengo ese interés, esa afinidad por el mundo judío.

- En su última novela vuelve al tema de la familia. ¿Qué encuentra en ese escenario que tanto le inspira?

- Lo que busco es que el lector se puede reconocer en el personaje. Es decir, no quiero crear un mundo distante, remoto y que pueda fascinar por su rareza. Lo que quiero es precisamente que el lector se introduzca en la vida de una familia y la termine considerando como suya. Y eso con este tipo de historias creo que se puede conseguir.

- Melilla, donde se desarrolla parte de su novela, dice usted que es “como una historia del mundo comprimida”, escenario de los grandes conflictos del siglo XX.

- Cualquier punto que seleccionemos en cualquier ciudad, en cualquier pueblo, puede reflejar toda la historia del mundo, toda la historia de Occidente. Y en el caso de Melilla con más fuerza, porque es una ciudad fronteriza, porque es una ciudad entre dos continentes, es una ciudad con una complejidad cultural y religiosa y lingüística, y por ahí han pasado muchas historias y los ecos de esas historias se han quedado. Por ejemplo, toda la represión de los judíos a lo largo de los siglos y a lo largo del siglo XX en particular. Algo de eso también hay en las persecuciones de los judíos que buscaron refugio en Melilla o que a través de Melilla intentaron salir hasta el estado de Israel.

- Recoge en su libro algunos hechos históricos poco conocidos, como los 80.000 italianos de Mussolini que combatieron en la guerra civil o los judíos sefardíes con los que Franco simpatizó de modo discreto.

- Sí. Es que me gusta indagar en rincones de la historia de España que no han sido escritos todavía. En primer lugar, porque así evito caer en los clichés. Y en segundo lugar, porque también creo que eso enriquece ese panorama que a lo largo de una serie de novelas estoy dando. Porque a mí lo que me gusta es contar el siglo XX, la segunda mitad del siglo XX, y quiero contarla desde diferentes sitios, desde diferentes voces y desde diferentes puntos de vista.

- Volviendo a los judíos sefardíes. El paso de las tropas nacionales por el Estrecho en 1936 lo financió la banca judía en Tetuán. Sin embargo, Franco nunca reconoció el estado de Israel.

- Son muchas las ambigüedades y las contradicciones en el trato de Franco con respecto a los judíos y nunca acabarás de saber por qué ese antisemitismo suyo cuando al mismo tiempo él había tenido muy buena relación con los judíos sefardíes. Pero siempre se portó con mucha ambigüedad con respecto a los judíos. Hasta el último momento mantuvo su retórica antisemita.

- En su novela, el eje sobre el que gira la narración son ellas, las mujeres. Ya ocurría también en María bonita y en El tiempo de las mujeres.

- Porque contando una época, la segunda mitad del siglo XX, la mujer es la que tiene un cambio mayor. Es decir, que el papel del hombre no varía demasiado a lo largo de esos 50 años. En cambio, el de la mujer evoluciona, es el que más crece o el que más se desarrolla. Y quizás por eso el protagonismo histórico de la segunda mitad del siglo XX es femenino.

- Una familia marcada por el origen judío de su progenitor. Pero luego todo escapa al azar o al destino.

- Siempre hay como un destino que va persiguiendo a los personajes y que ellos intentan rehuir o acaban cumpliendo ese destino. Sí que hay como un destino que está escrito, que incluso ellos lo perciben. Esa necesidad de regresar al pasado, a su infancia, a la ciudad de origen. Hay como una orden, como una necesidad superior a ellos que les lleva atrás. Y quizás por ello la novela tiene esa estructura circular, que en el fondo nos transmite también esa necesidad de que el destino está por encima de la libertad de los personajes.

- Ana Karenina comienza así: “Todas las familias felices se parecen entre sí; las infelices son desgraciadas cada una a su manera”. Pero los escritores preferís a las segundas.

- Lo que nos interesa es precisamente lo que hace diferente a una persona o una familia: el conflicto. Y no es que la felicidad no sea interesante, lo que no es interesante es ser iguales. A un novelista le interesa, le fascina, seguramente, esa búsqueda, buscar la diferencia, la complejidad del ser humano.

- La buena reputación. ¿Cómo se le ocurrió un título así en tiempos como éstos?

- Ya. En tiempos de mala reputación, ¿no? Pues, bueno, precisamente porque la buena reputación es uno de los objetivos, de las aspiraciones, de la clase media. A mí me gusta escribir sobre la clase media. Y en la buena reputación hay un toque irónico en esa expresión, pero al mismo tiempo hay algo de verdad, que la gente también lucha por tener buen nombre, la gente se esfuerza y se sacrifica por seguir teniendo buen nombre entre los convecinos.

- Ésta es su novela más extensa, más ambiciosa. ¿También la mejor?

- Es que eso ya no lo sé. Yo puedo decirte cuáles son las peores de las mías, pero entre las que más me gustan ya no sabría elegir. Yo sé que tengo algunas muy malas que ya las he terminado borrando de mi bibliografía, pero de las que me gustan no me atrevo a elegir entre ellas. En todo caso, las que me gustan son las que he escrito solamente en los últimos diez años.

- Ante la descolonización de Marruecos, Samuel ayuda a los judíos que lo desean a instalarse en el recién creado estado de Israel. ¿Halló mucha documentación sobre este éxodo, una operación clandestina, y bastante desconocida, montada por los servicios secretos judíos?

- Curiosamente, como fue una operación tolerada por el régimen de Franco, organizada por unos servicios secretos y encima en una época en la que había censura, la verdad es que en la prensa local salió cuando se abortó por el naufragio del Pisees. Y lo poco que he podido encontrar ha sido un libro donde se cuenta esa historia y algunos testimonios donde se habla de eso. Pero, la verdad, yo creo que es una historia muy bonita que alguien tendría que investigar de verdad, si pudiera ser con archivos israelíes.

- La comunidad judía de Melilla era poderosa. ¿La familia que usted se inventa, en el fondo, es también muy real?

- No. Las familias mixtas todavía no eran tan habituales como ahora, por ejemplo. Era bastante insólito que hubiera familias mixtas y gentiles. Pero al mismo tiempo, tratándose de una ciudad como Melilla, con tanta presencia militar y tanta presencia judía, pues llegó un momento en que esos matrimonios mixtos se dieron. Pero yo no pretendía hacer un estereotipo judío melillense. Lo que pretendía era mezclar y exponerlos al choque.

- Ésta es una novela de personajes. Según usted, el mayor triunfo de un escritor es construir buenos personajes. ¿Lo ha conseguido?

- Bueno, creo que algunos personajes de esta novela son poderosos y gente que ha leído la novela me habla más de un personaje que de otro. Por algún motivo, hay dos personajes que parecen cercanos y reales, y el lector tiende a identificarse con uno o con otro. Pero siempre uno busca afinidades con algún personaje, lo cual quiere decir que a lo mejor son de carne y hueso.

- Hablando de familias y de identidades, usted nació en Zaragoza y vive en Barcelona. ¿Cómo lleva estos aires de independencia que no acaban de tomar forma?

- Pues para mí es una tabarra inaguantable. O sea, creo que los depositarios de los derechos son los ciudadanos y lo que de verdad tiene que buscarse es solucionar los problemas de los ciudadanos y no crear problemas nuevos, de difícil solución, en nombre de los derechos del pueblo de Cataluña. Los buenos políticos son aquéllos que resuelven problemas y no los que crean nuevos problemas.

- Ésta es una novela río. Cada vez más se inclina por el realismo. No solo usted. ¿La realidad se impone?

- Yo no tengo tanta imaginación como para inventar más de lo que la realidad me proporciona. Lo bueno de la realidad es que es muy compleja y muy fecunda, y que me proporciona muchas historias muy buenas. Cuando escarbas en una ciudad, o escarbas en una familia, o escarbas en la vida de alguien, van saliendo historias que valen para la literatura. Probablemente, cualquier vida es buena, cualquier vida es una novela en potencia. Solamente hace falta conocer el punto de vista y contarlo. Y lo que hago es contar vidas y convertirlas en novelas.

- Su lenguaje es conciso, austero, sin excesos retóricos. ¿Es la mejor herramienta para atravesar más de 600 páginas?

- Bueno, sí. Cuando te consideras un narrador, el lenguaje se subordina un poco a la propia historia y eso seguramente facilita que se pueda leer una novela tan larga.

- Le gustaría escribir la gran comedia humana de la España de la Transición.

- Sí, pero con pequeños personajes. Sí me gusta contar esa época, pero no con grandes personajes. No sacaría a Adolfo Suárez ni a Felipe González, ni sacaría al Rey Juan Carlos. Pero sí sacaría, a través de familias de clase media, de familias normales, la historia de todos.

- ¿Ambición, reto o ambas cosas?

- Es una ambición y es un reto, pero es una ambición y un reto en los que estoy metido ya desde hace años., porque desde Carreteras secundarias, en el año 96, pues más o menos estoy metido en eso.

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