viernes, 20 de febrero de 2015

No hay más que decir

Él le dijo: “Vuelve.” Ella no dijo nada. Qué iba a decir. A veces, no hay tiempo ni espacio para la conciliación. Ella lo entendió. Él no dijo no te vayas, sino vuelve. Sabía que la hoguera no tenía llamas. Pero ella quería salir, andar, sin saber por qué, quizás vivir otra vida. Y él lo sabía. Ella hubiese querido otra respuesta. Que él la arrebatara de la duda, que le insistiera, que le pidiera perdón, que le dijera las palabras que nunca escuchó de su boca. Pero él entendía la duda y abrió la puerta a la libertad. Y ella, dubitativa, sintió que ardía el hogar. No hay más que decir.

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Ella miró al frente y anduvo un día y otro a cualquier lugar. Daba igual. Andar es bueno para la salud, se suele decir. Él, claro está, tampoco esperó. La vida está colgada con alfileres en ningún muro. Se quedó sentado mirando el mismo paisaje de todos los días con el libro abierto entre las manos. Sabía, eso sí, que al día siguiente el paisaje sería otro. O mejor dicho: otra sería la mirada. No recurrió a la nostalgia. Abrió la misma puerta y comenzó a andar otro camino: el suyo. La casa se quedó sola. Nadie pensó en ella.

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