domingo, 18 de octubre de 2015

Memoria

Volvió de algún lugar donde confiesa que fue feliz. No recuerda el paisaje, ni el mar que supuestamente alimentaba los sueños. Dice que no le importaría regresar, pero que desconoce el camino de vuelta. A veces, se sienta observando el día invernal. No mira a ninguna parte, tampoco adentro de ella misma, porque no sabe qué encontrará. Tal vez no perdió nada allá, porque no hay melancolía en su mirada, y sus frases, breves y deshilvanadas, no descifran el motivo de su desamparo.

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Alguna vez recuerda momentos que describe sin precisión, como si los inventara o hubiese querido que fuesen reales. No hay reproches a nadie en su memoria desvencijada ni razones firmes para doblegar su actitud. Yo la miro con la duda de no saber a quién encuentro cuando sus ojos escrutan los míos, con la sensación confundida de si es ella la que provoca otros días propicios para la esperanza. No le digo nada. Ella aún indaga en los recuerdos intentando recobrar su identidad rota, y yo la comprendo y la dejo a solas con sus meditaciones y sus pesquisas.

De vez en cuando, me pregunta qué fue de mí estos años. Cuando lo hace, reconozco en ella a la mujer que fue. Pegunta pero no busca respuesta. Me mira escrutando mis días que no ve. Yo, mientras tanto, ando de aquí para allá, como siempre hice, esperando a que duerma para entender su sosiego. Qué otra cosa podría hacer, si no sabe a dónde ir y, sobre todo, ignora de dónde viene.

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