Julio Verne, en un sueño muy calculado, logró que su personaje Phileas Fogg diera la vuelta al mundo en 80 días. En 1889, la periodista norteamericana Nellie Bly se adentra en los subterfugios del periodismo gonzo al emprender otro viaje alrededor del mundo, fascinada por las aventuras del escritor francés. Creía que era posible reducir el tiempo empleado en este empeño. El viaje lo plasma en una crónica publicada con posterioridad con el título La vuelta al mundo en 72 días. El escritor argentino Julio Cortázar, que también sentía adoración por Julio Verne, pero que siempre se las anduvo al revés con el mundo, buscó la realidad dentro de él mismo en un viaje alrededor de la misma mesa. El resultado fue otro libro sorprendente: La vuelta al día en 80 mundos.
El mundo es la materia de la que se nutre el periodismo. También lo son, desde luego, el demonio y la carne. Pero el mundo cada día se muestra más desdibujado en los medios de comunicación. En la crisis que atraviesa el periodismo convergen circunstancias concomitantes: bajos salarios, precariedad laboral, cierres de medios, excesos de periodismo de mesa, abuso de fuentes institucionales, sobreabundancia de informaciones, proliferación de contenidos basura y, en definitiva, un agotamiento de los modelos tradicionales de periodismo.
Rosa María Calaf viene a hablaros de otro periodismo, del periodismo que ella conoció. Ella se educó en la necesidad del testimonio directo, en un periodismo cuyo objetivo era el servicio a la ciudadanía, en una empresa periodística que aún no había perdido su vocación informativa, en un periodismo en el que los contenidos no estaban supeditados a la tecnología. Ella ama a los periodistas que se hacen preguntas y lo cuestionan todo. Hoy, que hasta en las facultades confundimos qué es comunicación y qué es información, ella lo resuelve en una sola frase: “Comunicar es que yo te cuento aquello que quiero que sepas. Pero informar es que yo te cuento aquello que tienes que saber”.
Ella no quiso contar el mundo desde la esquina de su calle. Cuarenta años de profesión la han llevado a ejercer el periodismo en 183 países, muchos de ellos en situación de guerra o de crisis humanitaria. Durante décadas ha sido corresponsal de TVE en Nueva York, Moscú, Buenos Aires, Roma, Viena, Hong Kong o Pekín. Se había licenciado en Derecho por la Universidad de Barcelona y en Periodismo por la Universidad Autónoma de esta misma ciudad. Su buen hacer periodístico, como corresponsal de TVE en medio mundo, lo ha visto recompensado con creces. En el año 2008 fue investida doctora honoris causa por la Universidad Rovira y Virgili de Tarragona y en el año 2010 por la Universidad Miguel Hernández de Elche.
A lo largo de su carrera le han concedido además multitud de premios, entre otros: El Premio Ondas a la mejor labor profesional en el 2001; Periodista del año 2001 por el Colegio de Periodistas de Cataluña; el XXIII Premio de Periodismo Cirilo Rodríguez; o el Premio Club Internacional de Prensa a la mejor labor en el extranjero en 2006.
En 14 de mayo de 2007 Rosa María Calaf recibió también el Premio Women Together, otorgado por su trayectoria profesional a favor de la lucha por la igualdad y en noviembre de 2007 recibió el premio a “Toda una vida” concedido por la Academia de la Televisión de España, un reconocimiento a su larga carrera como corresponsal.
En noviembre de 2008 se acogió voluntariamente el ERE de TVE. Su prejubilación tuvo lugar el 1 de enero de 2009. Ahora anda por el mundo, de foro en foro, contando de qué va esto del periodismo.
A Rosa María Calaf es fácil de reconocer. Aparentemente, por el mechón, plateado o dorado, que cae sobre su frente y que la define como su rasgo característico, idea del estilista Luis Llongueras. Cuando la escuchen hablar, sabrán además que es una periodista de raza –como se dice en la jerga de la profesión-, de palabra precisa, de carácter indomable, incapaz de supeditarse a otros poderes que no sean servir al ciudadano en su función de informar, adicta al periodismo de investigación, a la información bien contrastada y verificada, a la palabra justa y oportuna, a las noticias que se construyen con el conocimiento y no con la emoción. Rosa María Calaf ha sido y es una periodista honesta y rigurosa, una mujer que entiende que el periodismo no es solo una profesión, sino también y sobre todo un compromiso y una responsabilidad con los demás. Una manera, a fin de cuentas, de contar el mundo.
(Palabras de presentación previas al discurso de inauguración del curso académico en la Facultad de Comunicación por parte de Rosa María Calaf el día 6 de octubre de 2016)
El mundo es la materia de la que se nutre el periodismo. También lo son, desde luego, el demonio y la carne. Pero el mundo cada día se muestra más desdibujado en los medios de comunicación. En la crisis que atraviesa el periodismo convergen circunstancias concomitantes: bajos salarios, precariedad laboral, cierres de medios, excesos de periodismo de mesa, abuso de fuentes institucionales, sobreabundancia de informaciones, proliferación de contenidos basura y, en definitiva, un agotamiento de los modelos tradicionales de periodismo.
Rosa María Calaf viene a hablaros de otro periodismo, del periodismo que ella conoció. Ella se educó en la necesidad del testimonio directo, en un periodismo cuyo objetivo era el servicio a la ciudadanía, en una empresa periodística que aún no había perdido su vocación informativa, en un periodismo en el que los contenidos no estaban supeditados a la tecnología. Ella ama a los periodistas que se hacen preguntas y lo cuestionan todo. Hoy, que hasta en las facultades confundimos qué es comunicación y qué es información, ella lo resuelve en una sola frase: “Comunicar es que yo te cuento aquello que quiero que sepas. Pero informar es que yo te cuento aquello que tienes que saber”.
Ella no quiso contar el mundo desde la esquina de su calle. Cuarenta años de profesión la han llevado a ejercer el periodismo en 183 países, muchos de ellos en situación de guerra o de crisis humanitaria. Durante décadas ha sido corresponsal de TVE en Nueva York, Moscú, Buenos Aires, Roma, Viena, Hong Kong o Pekín. Se había licenciado en Derecho por la Universidad de Barcelona y en Periodismo por la Universidad Autónoma de esta misma ciudad. Su buen hacer periodístico, como corresponsal de TVE en medio mundo, lo ha visto recompensado con creces. En el año 2008 fue investida doctora honoris causa por la Universidad Rovira y Virgili de Tarragona y en el año 2010 por la Universidad Miguel Hernández de Elche.
A lo largo de su carrera le han concedido además multitud de premios, entre otros: El Premio Ondas a la mejor labor profesional en el 2001; Periodista del año 2001 por el Colegio de Periodistas de Cataluña; el XXIII Premio de Periodismo Cirilo Rodríguez; o el Premio Club Internacional de Prensa a la mejor labor en el extranjero en 2006.
En 14 de mayo de 2007 Rosa María Calaf recibió también el Premio Women Together, otorgado por su trayectoria profesional a favor de la lucha por la igualdad y en noviembre de 2007 recibió el premio a “Toda una vida” concedido por la Academia de la Televisión de España, un reconocimiento a su larga carrera como corresponsal.
En noviembre de 2008 se acogió voluntariamente el ERE de TVE. Su prejubilación tuvo lugar el 1 de enero de 2009. Ahora anda por el mundo, de foro en foro, contando de qué va esto del periodismo.
A Rosa María Calaf es fácil de reconocer. Aparentemente, por el mechón, plateado o dorado, que cae sobre su frente y que la define como su rasgo característico, idea del estilista Luis Llongueras. Cuando la escuchen hablar, sabrán además que es una periodista de raza –como se dice en la jerga de la profesión-, de palabra precisa, de carácter indomable, incapaz de supeditarse a otros poderes que no sean servir al ciudadano en su función de informar, adicta al periodismo de investigación, a la información bien contrastada y verificada, a la palabra justa y oportuna, a las noticias que se construyen con el conocimiento y no con la emoción. Rosa María Calaf ha sido y es una periodista honesta y rigurosa, una mujer que entiende que el periodismo no es solo una profesión, sino también y sobre todo un compromiso y una responsabilidad con los demás. Una manera, a fin de cuentas, de contar el mundo.
(Palabras de presentación previas al discurso de inauguración del curso académico en la Facultad de Comunicación por parte de Rosa María Calaf el día 6 de octubre de 2016)