viernes, 1 de febrero de 2013

Enchufes a mogollón

Hay golfos –en el argot popular más conocidos como chorizos- que tiran a lo alto, como Urdangarín, Bárcenas y sus acólitos, y otros. Es decir, lo que se podría denominar golfos de primera fila, gran reserva, con pedigrí, delincuentes cum laude, etcétera. Dependerá siempre si usted es cinéfilo, catador exquisito, amante de canes o académico endogámico. Solo por poner algún ejemplo. Pero también hay caraduras del montón –y del motín, por supuesto-, lazarillos del momento, electricistas doctorados en el enchufe a mogollón, sinvergüenzas de andar por casa –ajena, eso sí-, sanguijuelas de chupan la sangre de las instituciones sin alcanzar la categoría de vampiros propios del celuloide, gente mezquina, a fin de cuentas, que hacen felices a muy pocos a costa de los demás.

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La exalcaldesa de Chipiona Dolores Reyes (PSOE) pertenece a este segunda categoría. Ahora la Audiencia de Cádiz la ha condenado a siete de años de inhabilitación por haber colocado en el Ayuntamiento de manera ilegal a 345 amigos y conocidos como personal laboral eventual entre 2000 y 2004. No me imagino si esta señora hubiese sido alcaldesa de ciudades como México DF o Tokio a cuántos advenedizos les hubiese solucionado la vida con su grande y generoso corazón. La susodicha contrató a dedo de manera masiva y sin proceso de selección de candidatos, sin consignación presupuestaria y obviando los informes en contra de la intervención municipal, que advirtió, al parecer, de la nulidad de las incorporaciones.

En Chipiona, que no es Nueva York –por si alguien se despista o nunca vio un mapa- , esta mujer debió contratar a primos segundos, compañeros de estudios, amantes de una sola noche, noctámbulos extraviados en sí mismos de una juventud ya marchita, votantes fortuitos, aduladores coyunturales, acreedores insobornables, etcétera, etcétera. Si no, no se entiende cómo tanto compromiso puede dejar exhaustas las arcas municipales. Yo siempre he pensado que es más rentable sentar en la alcaldía a criaturas solitarias, amigos de pocos amigos, gente de mal carácter a quienes cuesta acercarse, a gente saboría que nunca presta atención a esas demandas fortuitas e interesadas que acechan al poder. El problema radica, obviamente, en dónde ponernos a buscar a esta gente honrada. Que haberla, hayla. Pero a ver quién se pone a buscar gente con dignidad en tiempos en que la ética es más difícil de encontrar que un billete de 500 euros. Que haberlos, también los hay. Yo, una vez, vi uno y lo palpé con mis manos. Son de esas experiencias que sabes que no se volverán a repetir.

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