lunes, 4 de marzo de 2013

Juan José Millás: “Las tijeras son el símbolo en estos tiempos de recortes”

Columnista y novelista, Juan José Millás recopila en Vidas al límite un conjunto de reportajes personales sobre héroes anónimos y encuentros con personajes como Penélope Cruz, Pascal Maragall o Pedro Almodóvar. En el mismo, reúne desde el premiado Ciego por un día, publicado en 1998, hasta el más reciente, Viaje a Japón. Esta labor periodística ha sido reconocida con el Premio Francisco Cerecedo y el Premio Manuel Vázquez Montalbán. En el prólogo, Ángel Gabilondo escribe que “éste es un libro de amor”.

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FOTO: MIGUEL ÁNGEL LEÓN

—Escribe Ángel Gabilondo que alguien dijo que “la vida es un relato en busca de narrador”. ¿Le ocurre a usted? ¿Siente que algunas historias le buscan?

—Sí. Del mismo modo que cuando vas a una perrera a comprarte un perro y es el perro el que te elige a ti.

—Los suyos son reportajes personales, escritos en primera persona, donde usted convive con el protagonista de la historia. ¿Beneficia o perjudica sentirse mediatizado por el dolor ajeno?

—Hombre, beneficia en la medida en que un dolor ajeno te traspasa y lo haces tuyo y puedes contarlo.

—El reportaje digital no tiene los límites del papel. Solo tiene un límite: que nadie lee en la pantalla.

—Bueno, yo creo que ese límite está desapareciendo porque hay ya por lo menos dos generaciones que leen sin problemas en la pantalla. Y yo mismo, no siendo una persona joven, leo mucho en pantalla y leo libros en el iPad. De manera que ese es un límite que abolirá la costumbre.

—Escribe también Gabilondo en el prólogo de su libro que estos reportajes son “una convocatoria contra la indiferencia”.

—Sí. Porque precisamente de eso se trata. Si eres indiferente a lo que pasa a tu alrededor, no te extraña lo que ocurra a tu alrededor y, por lo tanto, no puedes escribir sobre ello.

—La portada de su libro aparece ilustrada con unas tijeras. ¿Es ese el símbolo en estos tiempos de recortes?

—Pues parece que sí, que es el símbolo de estos tiempos. Ahí tiene el significado de lo que uno tiene también que recortar para hacer un buen reportaje.

—Dice que cuando escribe, ya sea ficción o un reportaje, intenta ordenar y entender la realidad. ¿Ha llegado a alguna conclusión?

—No. La única garantía es que nunca se llega ni a entender del todo ni a ordenar del todo. Por eso uno lo repite.

—“La única persona de mi edad que escribe reportajes en este país soy yo”. ¿Se considera una especie en extinción?

—Pues casi sí. Además, es una contradicción, porque el reportaje es un género de madurez. Normalmente se puede escribir un buen reportaje cuando se tiene experiencia vital y oficio.

—Los periodistas, cuando los nombran jefes de sección, dejan de escribir. ¿Será que el sueldo de redactor no vale la pena?

—No sé, pero en cualquier caso me parece aberrante que se considere un ascenso dejar de escribir.

—Para conjurar el peligro de la repetición, cada vez que se pone a escribir lo hace como si fuese el primer día. ¿No cansa estar toda la vida aprendiendo?

—No. Todo lo contrario. Lo que cansa es la rutina. Lo que cansa es el sentimiento de que ya has leído todos los libros.

—¿Qué reportaje de entre todos los publicados en este libro está más al límite?

—Pues casi el de Carlos Santos, el suicida.

—En un reportaje se puede contar una historia general a través de un caso particular. Y viceversa. Usted elige el primer supuesto. ¿Se llega más al lector a través del drama personal?

—Es un registro en el que yo me muevo mejor, pero también en otro registro, si se hace bien, funciona con igual eficacia.

—Usted no es hipocondríaco, pero a la gente le gusta que lo sea. ¿Necesitamos a veces un espejo en el que vernos reflejados?

—Sí. Sin duda. Claro. La imagen pública de uno es incontrolable precisamente porque la gente la moldea en función de sus necesidades, no en función de la realidad.

—¿Qué reportaje no recogió aquí que le hubiera gustado escribir?

—Pues realmente no tengo en la cabeza ahora mismo ninguno. Quizás he pensado a veces en hacer un reportaje que consistía en un viaje a Corea del Norte y a Corea del Sur. Seguidos. Para contar el contaste entre esos dos países.

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