domingo, 3 de marzo de 2013

A este perro le sobran las pulgas

Da vergüenza que, a estas alturas de la película, llegue un militar con ganas de sacar de nuevo los tanques a la calle. ¿Tanto les cuesta a algunos compatibilizar su vocación de militar con el derecho de los demás a ser demócratas? Debe ser difícil, no cabe duda, a raíz de las últimas declaraciones del general Chicharro. Me pregunto por qué no enseñan en las academias militares que el deber de todo militar es defender a los ciudadanos españoles y que los ciudadanos somos la única patria posible.

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Que la patria no es un concepto abstracto, ni un territorio concreto, con valles, lagos y vaquitas que ríen, ni un himno, ni una bandera. Que todos esos elementos nos representan, pero que la patria somos todos los ciudadanos. Incluidos aquellos que desprecian a los demás ciudadanos por un amor excesivo a la patria, a su patria. Que a saber qué representa a estas alturas de la historia.

Resulta cansino escuchar de nuevo declaraciones que nunca más deberían de producirse. Para colmo, ahora niega el general Chicharro haber dicho que “la patria vale más que la democracia”, como respuesta a la voluntad secesionista catalana. El diario El País recoge su explicación: “Lo que yo dije es que el concepto de la Patria es anterior a la Constitución, como es obvio, y lo que abogué es por el cumplimiento de la Constitución”.

Yo, la verdad, esa frase no acabo de entenderla del todo. Este mismo diario reproduce la frase completa que ahora niega el militar: “La patria es anterior y más importante que la democracia. El patriotismo es un sentimiento y la Constitución no es más que una ley”. Repito, para incautos, el final de la frase: “La Constitución no es más que una ley”. Y como ya dijo alguien antes, las leyes están para violarlas. Son ripios todos del mismo cancionero. Como se puede comprobar, una frase plagada de perlas mágicas. Solo intentar desbrozarlas da dolor de cabeza.

No sé del empeño de algunos militares en este país de querer enmendarnos siempre la plana, de imponer un pensamiento único –de momento, llamémosle pensamiento, para no entrar en gaitas- frente a la variedad de opiniones y pensamientos diferentes que enriquecen y constituyen una nación. Siempre ahí empeñándose en salvarnos del mal de la secesión, de la plaga del separatismo, de la herejía de la democracia. Siempre adivinando en el concepto de libertad la figura de un diablo que esconde la hoz, el martillo, la apostasía, el ateísmo y otros males endémicos a cualquier demócrata que se precie de serlo.

El general Chicharro está en la reserva pero no retirado, de modo que está sujeto al código disciplinario castrense, que sanciona al militar que “exprese públicamente opiniones que supongan infracción del deber de neutralidad en relación con las diversas opciones políticas o sindicales”. Por supuesto, ningún lobo aúlla solo en el monte. También estos días el Supremo ha ratificado la condena a un sargento por imponer un castigo humillante a un soldado, como es llevar dos pesadas cadenas de varios kilos colgadas al cuello durante dos días en sus ratos de descanso.

Ser un militar de honor, un guardia civil de honor, un policía de honor, consiste sencillamente en defender y salvaguardar a sus compatriotas de los tiranos, y no ponerse de parte de los tiranos para arruinar a un país, para aislarlo del progreso y de la democracia en nombre de una patria abstracta inventada para justificar momentos que no se pueden ni se deben repetir. Este país necesita un ejército digno, y la dignidad significa, hoy por hoy, democracia en una patria común, es decir, de todos, y no de unos cuantos, como ocurrió en un pasado inmediato que todos –o al menos la mayoría- hemos condenado para poder olvidarlo definitivamente. O dicho sin eufemismos ni metáforas: a este perro le sobran las pulgas.

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