miércoles, 29 de mayo de 2013

Con unos años más

No te volveré a llamar, le dijo. Lo hizo con una convicción que hasta él sintió que allí se acababa el mundo. Efectivamente, el mundo se acabó durante muchos meses, pero la vida empuja con tal fuerza que de golpe se vio, aunque muchos meses después, muy diferente a como lo era antes. Volvió a hablar con ella, pero no le dijo nada sobre esa metamorfosis interna e inaudita a la que se habituaba sin demasiados esfuerzos. Ella insistía en que deberían verse, y se veían de hecho. Cada día él mostraba menos entusiasmo en aquellos encuentros, incluso comenzó a sentir una apatía indescriptible, pero también silenció estas sensaciones.

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Ella, por su parte, no se percató de que su mundo se derrumbaba inevitablemente. Puesta a recapacitar, quiso entender que todo se había acabado y, antes de que adivinara cuál había sido su error, la derrota la derribó hasta los pies. Lo llamó por última vez, solo por confirmar su error. Y ratificó, contra todos sus pronósticos, que la otra persona siempre intentaba no sucumbir al desagravio. Vio en él la actitud propia de quien reinventa su residencia en la tierra. No mostraba otro atractivo que aquel que ella ya conocía. Pero comenzó a sentirlo muy lejos de ella. No le dijo nada. Después, volvió la mirada. Allí no vio nada. No le asustó. Sin embargo, le dio la sensación de que todo empezaba de nuevo. Pero con unos años más.

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