sábado, 8 de junio de 2013

Siempre

Siempre recordó la letra de aquella canción de Los Héroes del Silencio que decía, más o menos, aquello de para siempre me parece mucho tiempo. Se identificaba con los amores fugaces, con las aventuras efímeras. A veces, al amanecer, no recordaba sus nombres, ni su perfume, ni su mirada. Y nunca le preocupó no volver a verlas. Esa sensación enigmática de no hallar encanto en el reconocimiento ni la necesidad de un posible reencuentro habían sido sus señas de identidad de aquellos años. Ahora, leyendo una novela de José Ovejero, se tropieza con una frase que es su propia vida: “A mí tan sólo me gusta ver las ciudades desde lo alto y abrazar a mujeres que no pronuncian la palabra siempre”.

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Le ha entrado una extraña melancolía que nunca tuvo. No sabe si serán los años, la vida que se tuerce o el cansancio de no habitar nunca la misma cama. Ahora que se pone a recordar, le vienen a la memoria algunos nombres, ciertas caricias, abrazos de hechizo, resacas que devuelven desvirtuada la sensación de éxito repetido. Se dice que la palabra siempre es demoledora, pero que también encierras en sus entrañas una llamada perenne que nunca cesa. Se pregunta si le ha llegado el momento. Y es precisamente entonces cuando le suena el móvil y recuerda que llega tarde a una cita. Se ve que el olvido no deja de acompañarle, pese a los años. Siempre será igual, piensa. Y tampoco de eso está seguro.

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