martes, 6 de agosto de 2013

Un encuentro imposible

Estaba sentada esperando el tren. El pelo rubio, los ojos azules, la piel blanca. Agarraba un periódico entre las manos. Era inexpresiva. De una belleza fría e inusual. Me quedé mirándola, como quien observa una modelo que busca al pintor excepcional. En un momento, volvió el torso y me miró sin pestañear. Tenía unas pupilas acuosas e indefinidas, como de haber llorado sin haberlo hecho, con una soledad liviana de mujer inaccesible.

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Sacó del bolso una pluma azul y escribió algo en el periódico. Después se levantó, dejó el diario en el banco de metal y se acercó a la vía más próxima. Cogí el papel impreso y leí de su puño y letra: “Nunca más nos veremos.” Después la busqué por aquel espacio abierto y limitado que olía a despedida infinita. Era martes. He vuelto cada martes desde hace 33 años a este mismo lugar. La he esperado con paciencia y sin esperanza, pero no la he vuelto a ver. La semana próxima también volveré. No ya por la posibilidad remota del encuentro. Sé que habrá cambiado tanto. Es solo una costumbre de la que no logro escapar.

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