jueves, 26 de diciembre de 2013

Tendido en el sofá

Estaba tendido en el sofá. Ella se sentó a mi lado. No me dijo nada. Me miró, eso sí, como si con su mirada lo dijera todo. Dejó un paquete pequeño envuelto en papel de regalo sobre la mesa. Después me besó. Me olió a despedida. El año echaba anclas en un temporal desaforado. No le dije nada. Ella deslizó la maleta por el parqué y abrió la puerta. Antes de salir, me miró. Yo estaba de espaldas. Seguía tendido en el sofá. Pero adiviné su expresión de extravío. No me dejaba por otro hombre. Lo hacía porque certificó que yo la engañaba.

No tenía ganas de irse ni de quedarse. Qué podía hacer yo. La amé como a ninguna otra mujer. Pero nunca he logrado deshacerme del vértigo que provoca una aventura. No es nada nuevo. Ella pensaba que lo podría superar. Y yo intenté sobrevivir con ella entre estas cuatro paredes. Pero la calle me puede. Es como la llamada de la selva. Oigo los aullidos de las lobas solitarias que reclaman un revolcón. Cuando cerró la puerta, sabía que ya nada sería igual. Yo sigo aquí tendido, atento por si suena el teléfono.

No hay comentarios:

Publicar un comentario