sábado, 15 de febrero de 2014

No sabemos

De aquel día solo conservó la sensación perenne de que algunas experiencias nunca se repiten. Y que, como consecuencia, parte de esa vida transcurrida hace apenas horas o semanas es ya materia de la memoria y de la imaginación. Los recuerdos descomponen las vivencias en partículas mínimas que nosotros reconstruimos como un puzle siempre distinto y, por supuesto, tan diferente a cómo sucedieron los hechos reales. Él lo sabe con esa solvencia que dan los años y con esa educación sentimental que utiliza para apaciguar cualquier revés que le da la vida.

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Conserva, desde aquel día, una nostalgia lasciva y posiblemente algo enfermiza que le para los pasos a la hora de emprender empresas dispares o arriesgadas. En cualquier caso, no teme al fracaso ni a la pérdida, sino a la comparación irreparable, a saber que los días que ya se fueron no volverán o lo harán travestidos de momentos fugaces y de actitudes impostoras.

Lo dejó todo allí, entre aquellas paredes, con la certeza de que el tiempo posterior nada más sería una nota a pie de página, una prolongación imposible y falsa de otra época mejor e irrecuperable. Está ahí, sin más. Y no necesita nada. Quizás sabe que la sorpresa ya no es clave en su existencia y que el conocimiento reducido de su vida es combustible suficiente para atravesar esa carretera sin dirección que conduce a ninguna parte, a ese lugar en el que nunca sabremos si alguien nos espera.

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