domingo, 16 de febrero de 2014

El mundo es insignificante

El espigón de los sueños rotos que separa África de Europa es una línea invisible en la costa de Ceuta, donde el desastre y la mala fortuna se dan la mano con demasiada familiaridad. El 6 de febrero, 300 subsaharianos se echaron a las aguas del Mediterráneo buscando una salida digna a sus propias vidas. 15 de ellos encontraron la muerte. El resto, la desolación. Las versiones, como siempre en estos casos, tan dispares. Por un lado, el Ministerio del Interior. Ni sabe in contesta. O responde lo que quiere. Por otro, las ONG y los inmigrantes. Comiendo arena envenenada en las playas.

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Los inmigrantes se habían citado a media noche. Era una noche fría. Llegaron a la valla que aísla a la ciudad autónoma del resto de África. Bajaron las lomas del Auyal y alcanzaron la verja del paso del Biutz. Ahí se dividen. Un grupo se dirige a la costa. Decenas de ellos intentan llegar a nado a suelo español. Flotadores y chalecos hechos con botellas de agua para evitar el hundimiento es toda su logística. Apenas 30 metros para entrar en el paraíso. Ahí los guardias civiles les disparan bolas goma y cartuchos de fogueo. Esta intervención provoca el pánico y el pánico, a su vez, 15 víctimas. Regresan a Marruecos con los sueños truncados y ellos mismos sacan a los muertos del agua para rezarles y llorarles. Esta frase define la tragedia: “Nos disparaban como a pollos”.

Luego, ya se sabe, vienen las versiones, las disculpas, las acusaciones mutuas, la negligencia. En mitad, una raya en el agua y 15 ataúdes. Graham Greene escribió que él era reportero y que Dios solo existe para los editoriales. A mí me ocurre igual. Prefiero alagarme en los hechos que halagar o condenar los designios de dios en la tierra y las maldades de los hombres en las aguas fronterizas del infortunio. Duelen los hechos y sobran las excusas. Los desheredados del mundo bebieron esta vez café con agua salada. Es el precio de todo sueño imposible. Sus compañeros de epopeya lloraron los cadáveres. Dios andaba, como algunos monarcas, matando elefantes por las nubes. Visto desde arriba, el mundo es insignificante.

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