miércoles, 19 de marzo de 2014

No dije nada

¿Importa acaso que no le escribiera durante estos años? A ella le parece algo primordial. Me fui porque ella andaba con dudas metódicas. Ya se sabe: no sé, necesito un tiempo, soy demasiado joven, la vida es demasiado larga. No le dije nada. Para qué. Sobre todo, porque lo entendía. Me fui sin decirle nada, claro. Solo por estar lejos de allí. Y lejos de ella, claro. No sé si fui feliz en ese tiempo. Tampoco importa. Apenas tuve tiempo para meditar. O no quise. O no pude. Qué más da. Volví. No por nada. También yo era de allí.

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La encontré hermosa. Siempre fue. Le dije también que no vine a arreglar el pasado. Ya poco importaba. Eso no se lo dije. Me dijo que, si le hubiera escrito, si le hubiese dado muestras de interés, ella no habría iniciado otra vida. No le dije nada. Para qué. Me dijo, desafiante, si no estaba dispuesto a recomponer aquello que no había sido. Si no estaba dispuesto a enfrentarme a duelo con aquel hombre que la amaba, que le había robado un amor que fue mío. Le dije que no recordaba y que tampoco importaba ya.

Ella no entendió. Fue siempre su actitud. Aislar actitudes y contextualizarlas en el entorno más próximo. Pero yo ya estaba muy lejos. No le dije que no era tan joven como ayer, ni que su mirada había perdido el brillo de aquel tiempo en que me amaba más que a ella misma. Es lo que pasa con el tiempo, le dije, el futuro es imprevisible. La besé sin pasión. Ella lo entendió como una despedida definitiva. No le dije nada. Últimamente la vida me ha dejado sin palabras.

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