lunes, 21 de abril de 2014

Antonio San José: "Como en nuestra piel, no se está en ningún sitio"

El periodista Antonio San José ha dirigido y presentado decenas de programas de radio y de televisión. En 2011 publicó su primer libro: La felicidad de las pequeñas cosas. Su segunda obra ya está en la calle: Hoy no me cambio por nadie. Como en la anterior, también en esta se recrea en los placeres cotidianos. Y pese a la situación de crisis que atraviesa el periodismo, también como Gabriel García Márquez, piensa que los profesionales de la información son unos afortunados por dedicarse a trabajar en el oficio más bonito del mundo.

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FOTO: Miguel Ángel León

- Hoy no me cambio por nadie. No me diga que no le falta nada en la vida.

- Me faltan muchas cosas, pero creo que estoy a gusto con mis propias carencias.
- Tal vez cansado de anunciar siempre malas noticias, se ha refugiado en ese género que usted denomina “crónica periodística de la felicidad posible”.

- Efectivamente. Me estoy desquitando de aquellos tiempos en los que tuve que transmitir tantas malas noticias en la radio y en la televisión. Es una venganza literaria.

- El título es un guiño al lector. Pero, si pudiera, en quién se reencarnaría.

- Yo creo que ninguno nos cambiaríamos por ninguna persona, si lo pensamos bien. Porque tenemos nuestras luces y nuestras sombras y, como en nuestra piel, no se está en ningún sitio.

- “Creo que hay que aspirar a vivir bien con uno mismo”. ¿Incluso en estos tiempos de crisis?

- Especialmente en estos tiempos de crisis. Cuando vienen las dificultades y los problemas, yo creo que hay que intentar tener una actitud de optimismo responsable y positiva a pesar de las dificultades y de los malos tiempos.

- Ya lleva dos libros sobre los placeres cotidianos. Confiéseme alguno que no se ha atrevido a incluir en ningún volumen.

- Bueno, quizás alguno que tiene que ver con la intimidad personal (ríe).

- Le ha cogido maña a esto de escribir, hasta el punto de que no descarta otro libro. Pero esta vez con un registro diferente. Dígame en qué piensa.

- Pues mira, estoy pensando en una novela. Creo que estoy urdiendo los mimbres del argumento y de la historia, y puede que, si cristalice, sea una incursión en la ficción.

- Dice que ejercer el periodismo hoy es para sentirse afortunado, pese a la precariedad. ¿Un golpecito de ánimo en las espaldas a los compañeros?

- Siempre. Creo que estamos ejerciendo el oficio más bonito del mundo, que decía Gabriel García Márquez, y es verdad que el periodismo tiene una crisis ahora muy importante, tanto económica como de identidad. Porque no sabemos si somos analógicos, digitales o mediopensionistas. Pero en cualquier caso siempre existirá el periodismo. Siempre habrá que seguirle contando a la gente lo que le pasa a la gente, como decía Eugnio Escalfari, director de La República.

- Con la salida de Pedro J. de El Mundo, ¿cambia algo más que el nombre de un director de diario?

- El periodismo está en una transición hacia el modelo digital, pero soy de la opinión de que permanecerán algunos periódicos escritos, no tantos como ahora, no con tantas páginas, no con tanta publicidad, pero, eso sí, algo más caros. Pero volveremos a la prensa escrita de élite del XIX. Esta es mi opinión.

- Wert es inteligente como tertuliano. ¿Pero qué le parece como ministro?

- Pues que tiene luces y sombras y, probablemente, las segundas eclipsan las primeras.

- Comenzó haciendo prácticas en El Norte de Castilla. ¿El fantasma de Miguel Delibes deambulaba todavía por la redacción dando coscorrones a los novatos?

- Sin duda. Es un referente histórico y una figura absolutamente esencial para el periódico. Creo que de la misma manera Álvaro Cunqueiro habita en el ambiente del Faro de Vigo.

- El olfato como promotor de la felicidad. Habla del olor de la gasolina, del betún, el Vicks Vaporub, las tostadas de la mañana, el azahar. Veo que su nariz no discrimina.

- (Ríe). No. Soy bastante ecléctico en cuestión de aromas.

- Su libro no es de autoayuda. ¿Pero qué le diría a un parado que lo amenazan con el desahucio?

- No le hablaría de felicidad porque me parecería obsceno, incluso indecente.


(Publicado en el diario Córdoba el 17 de abril de 2014)

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