viernes, 4 de abril de 2014

Probabilidades

Siempre que habla de probabilidades, le tocan todas aquellas que no tienen premio. No es que tenga mal fario, ni que la vida le golpee las espaldas más que a otros. Es que se deja vencer con las primeras lloviznas. Y cuando la tormenta arrecia, piensa que aquello es el final del mundo.

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Un día se le puso delante una rubia de envergadura, como esas de las películas, de ojos pícaros y tetas que desafiaban la gravedad de la tierra. Ella acometió sin temores, decidida. Posiblemente en su vida ningún hombre le hubiese dado un revés. Pero él, cauto, solo acertó a decirle: Perdone, pero creo que se equivoca de hombre. La tía se quedó con el labio torcido de la risa o de la vergüenza. Quién sabe. La vida está hecha de estos pequeños quebrantos. Se fue a la barra a beber como una posesa, incrédula ante el hecho de que un hombre cualquiera la hubiera rechazado con una sola frase que no entendió.

Él lo contó tal como sucedió, y pensamos que mentía o que había perdido toda cordura. Ante la duda, él fue explícito: A una mujer como esa no le puede interesar un hombre como yo. Ella, en cambio, decía a las amigas que no era posible haber errado con tanta precisión. Y cada vez que lo pensaba adivinaba en aquel hombre atormentado un mundo que se le escapaba a la razón. Ahí comenzó su obsesión y la decisión por hacerse con esa mercancía masculina aunque en la empresa invirtiera todas sus armas seductoras de mujer fatal.

Al final lo consiguió. Claro, a una mujer como ella la vida no se le debe hacer muy cuesta arriba. Ahora los vemos ahí sentados, ajenos al mundo, las dos mitades de una naranja que nadie hubiese pensado con anterioridad a los hechos que encajara como ha sucedido. Nosotros observamos la realidad y la describimos. Puede parecer sorprendente, es cierto. Pero nos dedicamos a escribir la vida, no la inventamos. Qué más quisiéramos.

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