sábado, 10 de mayo de 2014

Mañana

Miró el calendario y no le importó saber que volvía a cumplir un año más. Después de todo, se dijo para adentro, es una señal evidente de que estoy aquí. Ese día, le hubiese gustado haberlo llamado de improviso, proponerle una cita discreta y abrir con él una botella de cava congelado. Le hubiese bastado. Pero no lo hizo. Vio la vida que se tornaba de un gris de cielo a un volcán en erupción, como si el mundo fuese una montaña de bolas y anillos multicolor. Se imaginó caminando a su lado, bordeando las esquinas de la ciudad que no conocía, sospechando que él la llevaría a algún lugar ignoto y deseado.

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Fue solo un instante, pero ya le bastó para adelgazar la densidad de un día pletórico de añoranzas, vacío de inquietudes, voluble a voluntad. Después, casi sin darse cuenta, el sol se puso, y en su habitación no había nadie. Solo un libro que le recordaba su nombre. Reconstruyó su mirada y el gesto de sus manos y, en ese perfil desdibujado de su memoria, le bastó adivinar que mañana valdría la pena conocerle.

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