lunes, 12 de mayo de 2014

Mayra Montero: "Los cubanos hemos demostrado que tenemos mucho carácter"

La escritora Mayra Montero (La Habana, 1952) publica El caballero de San Petersburgo (Tusquets, 2014), una novela que lleva al lector a la Europa del final del Antiguo Régimen y a la América de la Independencia. Fascinada por la figura de Francisco de Miranda, precursor de la independencia de América Latina y un mujeriego empedernido, la autora describe también a Antonia de Salis, criolla y descendiente de andaluces y, por supuesto, también fascinada por este personaje.

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FOTO: Miguel Ángel León

De origen cubano, aunque vive en Puerto Rico, asegura que “los cubanos a través de la historia hemos demostrado que tenemos mucho carácter”. En este sentido, advierte que Caribe no es un lugar geográfico, sino “un estado de ánimo”. Conocida por sus novelas eróticas -como La última noche que pasé contigo (1991) o Púrpura profundo (2000)-, un sambenito que piensa nunca logrará quitarse de encima, es autora además de Del rojo de su sombra (1993) o Tú, la oscuridad (1995).

- Su novela es el relato de la educación sentimental de una mujer con coraje. Nacida usted en Cuba, no podía ser de otra manera.

- Nacida en Cuba ella, tampoco puede ser de otra manera. Yo creo que sí, que los cubanos hemos demostrado a través de la historia que tenemos mucho carácter.
- De La última noche que pasé contigo a este libro parece que no pasó mucho tiempo.

- Tengo un sambenito encima que no sé con qué me lo voy a sacar. Pero esta novela se escribió hace 20 años. Esta es una novela madurada en barrica.

- El Caribe es el contexto geográfico en buena parte de sus novelas. ¿Tanto condiciona este entorno?

- Caribe es un estado de ánimo. Y nos marca la luz, nos marca el ritmo, nos marca el olor del mar, los huracanes.

- “No le debo al periodismo mis novelas, mis novelas se las debo a mis novelas”. ¿De verdad no le influyó el oficio en su narrativa?

- ¿Eso lo dije yo de verdad? No me acuerdo. Una dice muchas tonterías. Me corrijo inmediatamente. Yo creo que sí, cómo no. Mis novelas le deben al periodismo un montón. En la manera de hacer la investigación, de sentarse frente a la computadora en blanco. Nos da mucho aliento el periodismo.

- Su novela surge como consecuencia de haber leído una biografía de Francisco de Miranda. ¿Qué le sedujo de este personaje?

- A lo mejor lo primero que me sedujo es que yo era en ese momento una total ignorante de quién era Francisco de Miranda. Y saber que existió un personaje así, que había sido el precursor de la independencia de América Latina y, posiblemente avergonzada de no conocerlo, quise conocerlo más.

- Miranda lo preguntaba todo, lo anotaba todo en su diario. Curioso, adelantado a su época y enamoradizo. O sea, que estaba esperando la mano de la escritora que lo salvara del olvido.

- Yo diría que, más que enamoradizo, él era mujeriego con todas las de la ley. Ejercía como mujeriego, ejercía como jodedor, pero por encima de todo estaba su pasión por la independencia de América Latina. Por eso sus relaciones eran cortas, eran efímeras, porque realmente él no podía estarse ocupando de una familia formal. Él lo que quería es hacer la revolución y ser el gran inca de las colonias libres.

- Antonia de Salis es cubana en su novela. ¿Así maneja mejor al personaje?

- Era criolla. Era descendiente de andaluces. Había nacido en Cuba. Sufre por causa de naufragio, donde pierde a su madre, y su padre decide mandarla donde vive una prima. Ya de paso sí he necesitado un cable que me tirara al Caribe para sentirme más cómoda.

- Usted nace en Cuba y vive en Puerto Rico. ¿Tiene el corazón partido?

- No tengo el corazón partido, pero diría que soy anfibia. Y en esa calidad de anfibio, de verdad que Puerto Rico tira mucho, porque allí he vivido más de 40 años.

- Murió su marido, superó un linfoma. ¿La vida sigue valiendo la pena?

- No lo sé. El linfoma no me afectó tanto, pero la muerte de mi marido, sí. Eso sí me marcó. Nada peor en el mundo me puede pasar que lo que me pasó en enero de 2013 en Madrid.

- Como periodista ha hecho de todo: crónica deportiva, artículos de farándula y horóscopos. ¿Estos últimos se los inventaba o los adivinaba?

- (Ríe). Hombre, me los inventaba. Era un señor que tenía una revista de farándula. Yo era muy jovencita. Y empezaba en la profesión. Imagínate si ha pasado tiempo que los horóscopos llegaban por correo. Y un día no llegaban y me dijo: “Cógete estos y cámbialos un poquito”. Y me los inventé. Y me quedaron tan bien que me pidió que los siguiera inventando.

- También hacía consultorio sentimental con seudónimo. ¿Fue la panacea para la literatura?

- No. No fue la panacea. Al contrario. Porque eran cartas, casi siempre, de muchachas a las que habían pedido una prueba de amor. Todo muy anacrónico. Prueba de amor era que tuvieras relaciones con el joven. O cartas de presos. Todos los problemas eran los mismos. Las pruebas de amor o la esposa que lo dejó porque estaba preso. Y yo daba más o menos los mismos consejos, que no los recuerdo. Afortunadamente.

- Si no hubiera sido periodista y escritora, hubiera optado por ser cuidadora de un zoológico. ¿Arrepentida?

- Me encantaría. Yo he sido criadora de pavos reales hasta hace muy poco tiempo. Quizás cuidadora de un zoológico no sé, pero bióloga sí. Yo ahora siempre presento los libros de mis amigos biólogos. A veces se los prologo, se los reviso. Yo se los edito. Ahora viene El gran libro de las arañas de Puerto Rico, que lo voy a leer con mucho placer. Me encanta la fauna y me encanta participar del trabajo de los biólogos.

- Leonardo Padura y Abilio Estévez. ¿Amigos o escritores de culto?

- Amigos muy queridos ambos.

- Su próxima novela se titulará El milagro de la lana.

- Trata de una familia vasca que emigra a Cuba en buena posición para el negocio de la destilería y después la hija, más tarde, en los años 20, vuelve del País Vasco para conocer a su abuela y para investigar las causas de una gran tragedia que marcó a su familia.


(Publicado en el diario Córdoba el 10 de mayo de 2014)

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