viernes, 22 de mayo de 2015

La vuelta

Estoy aquí sin vosotros, que es como decir que os necesito. ¿Algo que añadir? La respuesta es vuestra. Estoy aquí porque quiero, pero os echo de menos. ¿Es eso una debilidad o un pecado? Es posible. Soy propenso a ambas tendencias. Pero que nadie sufra insomnio. La felicidad siempre me espera en la última esquina. Estas palabras no son un SOS de desesperación, sino una carta de bienvenida. Pronto estaré con vosotros.

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< Mientras tanto, no lo negaré: fui feliz. Me quisieron a su modo. Y me gustó. Porque supe que mi lugar es el mundo: ese estrecho espacio que nos separa a unos de otros. Cuando te vas, dejas algo de ti aquí, y en cualquier otro lugar. Y, a fin de cuentas, eso es la vida: un vagabundear por las esquinas para saber quién te acoge en su casa. Cuando hablo de una casa grande me acuerdo de mi familia, de todos ellos, de aquella casa grande en la que éramos felices. Ellos, muchos de ellos, ya no están. Mi hermano Paco, sí. Seguro que me espera. El problema de la vida es que no tiene territorio. Y eso tampoco me disgusta. Dejo en Ecuador a algunos amigos y muchos recuerdos. Y eso es un legado enorme. Igual al facturar el equipaje me cobran 120 dólares más, por sobrepeso. Es lo que tiene la nostalgia. Temprano o tarde, acabas pagando. En mi caso, no me importa. Ya sé que la nostalgia pesa. Y no la voy a dejar en cualquier parte.

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