lunes, 10 de junio de 2013

Juan Cruz: “Sin los periodistas la realidad estaría mal contada y sin los editores los libros estarían mal hechos”

El periodista y escritor Juan Cruz Ruiz publica Especies en extinción. Memorias de un periodista que fue editor (Tusquets, 2013), un libro que iba a titularse Platos chinos pero que al final sucumbió al maleficio de la realidad. Es su libro más personal, donde narra cómo ha vivido estos últimos ocho años la crisis de estos dos oficios. La obra es también, más que unas memorias, una descarga de conciencia.

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FOTO: MIGUEL ÁNGEL LEÓN

Pese a estos tiempos de desencanto, piensa que los editores y los periodistas seguirán siendo necesarios. Por una razón evidente: “Sin los periodistas la realidad estaría mal contada y sin los editores los libros estarían mal hechos”. Cuando ya era director de la editorial Alfaguara, también pensaba en regresar un día a El País. Y lo hizo ya con 55 años.

Todo lo cuenta en este libro, un libro que narra, con el estilo de un periodista que lo hace con precisión y sentimiento, un tiempo que ha hemos pasado y vivido. Un tiempo mejor que el futuro que se adivina.

—Iba a titular el libro Platos chinos, por consejo de Pérez-Reverte y de Vicent, pero al final optó por Especies en extinción. ¿Le pareció un título más certero para hablar de un periodista que fue editor?

—Bueno, lo cierto es que el libro, en un principio, iba a ser sobre autores y mis relaciones con ellos. Entonces, Platos chinos, en función de lo que decía Vicent y Pérez-Reverte, era adecuado. Pero al ampliarse un poco al ámbito del periodismo y al ámbito editorial teniendo en cuenta las circunstancias que viven ambos oficios en este momento, hablando con el editor, con Juan Cerezo, yo le dije: “En realidad, estoy escribiendo acerca de especies en peligro de extinción”. Y él me dijo: “Ese podría ser el título. Especies en peligro de extinción”. Pero luego en la composición de la portada se quedaba un poco largo y se redujo a Especies en extinción.

—Me da la impresión de que este es su libro más intimista, más personal.

—Este es el libro más personal y más preocupado que yo he escrito. Un libro en el que he volcado, no sólo mis recuerdos, sino mi conciencia, mi estado de ánimo, cómo he vivido yo en estos últimos ocho años la crisis de los dos oficios, cómo he vivido también mi relación con los otros, no solo con los escritores, sino también con periodistas.

Y es más una descarga de conciencia que una memoria. De hecho, seguramente hay recuerdos que no son exactamente como ocurrieron, porque no he pretendido hacer un acta notarial. De hecho, esta mañana me llamó alguien que cito aquí, Manuel Rodríguez Rivero, para decirme que no es cierto que él hubiera querido ser director de Alfaguara cuando yo me fui. Si hubiera otra edición diría su versión. Ojalá la haya. Pero sí aprovecho esta conversación contigo para dejarlo dicho. Que es probable que no sólo este dato, sino otros, no respondan enteramente a lo que ocurrió, pero sí responden a lo que dentro de mi conciencia fue ocurriendo.

—Es cierto que el periodismo y el mundo editorial están en peligro, pero parece muy arriesgado, hoy por hoy, pensar que ambos mundos desaparecerán. Más lógico es pensar que cambiarán de piel.

—Yo creo que no van a desaparecer en absoluto. Primero, el editor será fundamental en los nuevos tiempos, a pesar de que ahora existe, digamos, la idea de que los autores sean sus propios editores. Yo creo que los editores seguirán siendo necesarios y, por supuesto, los periodistas. Sin los periodistas la realidad estaría mal contada y sin los editores los libros estarían mal hechos.

—¿Se llega a volcar la misma pasión en la edición que en el periodismo?

—Yo creo que son equivalentes. La pasión del periodismo dura lo que dura la historia que estás escribiendo, luego pasas a otra cosa. El editor tiene que tener una pasión más paciente, una pasión de largo plazo, porque el libro le viene y lo termina publicando otro después.

—Dice usted que se implicó demasiado, como editor, con los autores, y que hay que mantener cierta distancia entre autor y editor.

—Sí. Yo creo que es lógico que yo me haya implicado muy personalmente porque esa es mi manera de ser. Es imposible que yo me ocupe de algo sin que sea muy personalmente. Eso es, digamos, desde un punto de vista personal, adecuado. Desde el punto de vista del editor, yo creo que uno debe distanciarse más del trabajo que hace. Creo que uno de mis grandes defectos como editor es implicarme demasiado personalmente en la historia que estaba viviendo.

—Ha dicho usted que este libro está escrito también para mostrar sus arrepentimientos.

—Sí. Bueno, en el libro cuento algunos errores que cometí en el anterior. Igual que haría en el próximo si hubiera oportunidad, o si fuera preciso. Yo me crié en la cultura de El País, que nos obligaba a rectificar cada vez que cometiéramos un error, y yo creo también que personalmente uno debe pedir perdón cada vez que dice algo inadecuado.

—Cebrián le propuso ser editor y se fue a Alfaguara. Pero le costó abandonar la profesión. Eduardo San Martín le dijo: “También hay vida fuera de El País”. ¿La encontró? ¿O vivió pensando siempre en el regreso?

—Viví siempre pensando en el regreso. Eso es cierto. Nunca dejé de pensar que El País era mi sitio. Y de hecho, yo he contado alguna vez que yo nunca en ese tiempo dejé un solo día, por una razón u otra, de tener contacto directo con el periódico. Yo me sentía melancólicamente ligado a El País. Cometí, creo, un error garrafal, que fue querer volver al periódico cuando ya tenía 55 años, que es la edad en la que la mayor parte de la gente están pensando o en dejar el periódico o en dejar cualquier oficio, en esta época donde la gente es retirada tan pronto. Pero yo no me daba cuenta que tenía esa edad. Me di cuenta algún tiempo después.

—Lo que más le aturde sobre los vaticinios del periodismo son los estados de ánimo de los periodistas. Tal vez nunca muera, pero el oficio ya nunca será lo que fue.

—Yo creo que el oficio es imposible que regrese a ser lo que fue, en el sentido de que ahora es problemático ganar dinero con los periódicos. Muy problemático. También es problemático que las empresas inviertan en periodismo, con lo cual tendrá que aflorar una manera distinta de periodismo. Tendrá que haber un periodismo más equilibrado, digamos, entre internet y papel. Terminará ganando internet pero no desaparecerá el papel.

Especies en extinción le ha salido tremendamente realista porque es “un libro sobre el tiempo”.

—Sí. Es un libro sobre el tiempo que hemos pasado que, con claroscuros, parece inevitablemente mejor que el tiempo que viene. Probablemente esta es una visión distorsionada del tiempo. Porque, claro, el tiempo que viene, viene para mi nieto, viene para tus hijos, viene para mucha gente que seguramente verá el tiempo distinto que yo, con lo cual es una visión personal del tiempo.

Creo que mi tiempo de futuro es mucho más corto que mi tiempo de pasado. Este es un mundo delicado para nuestro oficio, sobre todo delicado para la gente que viva con nosotros. Vamos dejando un porvenir más oscuro que el que nosotros tuvimos.

—Ser editor era para usted cuidar de los escritores. “Me convertí en un intervencionista de sus ánimos”, ha dicho. ¿Tan frágiles se les ve de cerca?

—Bueno, a lo mejor no son frágiles, sino que yo los veía frágiles. A mí me apetecía ayudarles, estar con ellos habitualmente, darles buenas noticias. Yo creo que el editor es un hombre que da buenas noticias.

—La cultura española no gira en torno a la música, ni a los libros, ni al cine. ¿En torno a qué gira?

—Ahora mismo la cultura española tiene puesto el freno y la marcha atrás. Los gobiernos sucesivos han estado demasiado ocupados en otras cosas, han descuidado no solo la cultura sino la educación. Y la educación es la esencia de la cultura. Lamentablemente esto parece que tiene mal arreglo, porque la derecha siempre ha tenido una relación esquiva con la cultura, y en los últimos tiempos lo ha demostrado de manera demasiado fehaciente.

—Regresó a El País en 2005 a los 55 años. El periódico que encontró no fue el que dejó doce años atrás. ¿Se vislumbraba ya un futuro incierto, un ERE doloroso?

—No. Yo, cuando llegué al periódico, primero, se estaba eligiendo un nuevo director, había muchos proyectos. De hecho, hubo un rediseño. El director del periódico, que es un periodista muy capaz, tenía y tiene muchos proyectos de futuro. De pronto, la crisis económica y el hecho incontrovertible de que el papel ya no renta, por la publicidad y porque no se puede cobrar en internet de momento, crearon un enorme vacío para la prensa en general. Entonces, todo se ha tenido que reconducir, y el episodio del ERE fue quizás el más doloroso aviso de que estamos en otro tiempo muy difícil.

—¿La rapidez ha contribuido a matar el periodismo? En Latinoamérica se escriben ahora algunas crónicas de inmersión con unos resultados fantásticos. ¿Pasa todo por volver a hacer un periodismo más reposado?

—Yo creo que sí. Yo creo que el periodismo será en gran parte como se está haciendo en The Guardian, Le Monde, y en gran parte de El País. Mucho más de acontecimientos reposados, de crónicas reposadas, que de noticias inmediatas, que se quedarán en el ámbito de las webs.

—Publica ahora también Viaje a las Islas Canarias, un homenaje a su tierra.

—No solo es un homenaje. Es una declaración de amor a mi tierra. Cada vez que uno se va separando de ella, la quiere más. Desde lejos, no le ves ni los defectos.

Publicado en el diario Córdoba el 8 de junio de 2013

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