miércoles, 31 de julio de 2013

La última oportunidad

Ahora que es verano y nadie te espera; ahora que, en tiempo de vacaciones, el jefe no reclama tus imprescindibles servicios; ahora que los días son claros y tranquilos, y las playas están atiborradas de criaturas desorientadas; ahora que cada cual administra su soledad como mejor puede y entiende, es el tiempo idóneo para poner el coche en marcha, coger el bolso de viaje y meter en él lo imprescindible, dos o tres botellas, unos libros, ninguna dirección, ningún teléfono de móvil.
Ahora es el tiempo de meterte en la carretera, solo o acompañado, y conducir sin atender a las ciudades por las que cruzas, sin saber si es martes o viernes, hospedarse en cualquier lugar donde el calor humano abrigue las frías noches y un plato reconforte de las energías quemadas.

Sigue siempre adelante, o bien gira a la derecha o a la izquierda. Lo mismo da. Cruza la frontera si el país se te muestra estrecho e inhabitable. Siempre es mejor aprender a hablar otro idioma que no entenderte con tus compatriotas. No te importe el dinero que llevas en la cartera, ni la fecha de vuelta, ni la gente que puedas perder si decides no regresar. Si estos pensamientos anidan en tu cerebro es que debiste marcharte mucho tiempo atrás.

Si la nostalgia no te puede, es que no hay motivo para sentir desarraigo. Ahora apaga el motor del vehículo, entra en ese bar que tienes delante de tus narices. Pide una cerveza bien fría, siéntate a la mesa desde se divisa un paisaje sin encanto. Después piensa seriamente si quieres volver o si algo te empuja a seguir adelante. Piénsalo seriamente, porque la vida no te ofrecerá ya más oportunidades.

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