Déjale que salga. Eso es que va por otra mujer. No te importe. La pasión en los hombres es altanera y desacompasada. Parece que se quedará por siempre en su pellejo, pero después los huesos la devuelven a la tierra como la serpiente muda la piel. Parecen hechizados por aquel cuerpo de medidas inoportunas, dirías tú, pero los pliegues de sus curvas son efímeros y caprichosos. Volverá. Siempre lo hizo. La paciencia no es ciencia exacta, pero sí aconsejable. Cuando el corazón anda confuso o perturbado, los días son largos y las noches abrasadoras. Deja muy poco de lo vivido hasta antes de ayer. Por eso, es preciso guarecerse de las tormentas y esperar, con el mismo aliento, el nuevo amanecer.
Tú solo debes esperar. Entendiendo bien que esperar no es sufrir y que tampoco es almacenar para que cuando él vuelva devore la alacena llena de alimentos para el invierno. Tu cuerpo es como la alacena, vacíala al mejor postor y reserva para el invierno el calor necesario que la nieve siempre intenta morder. Sal y disfruta de los años jóvenes antes de que los días grises invadan tu piel. Y cuando él vuelva, que volverá, ofrécele lo que quede, que no será poco, todo lo que quede, por si algún día vuelve a cruzar el umbral de la puerta, que no haya en tus ojos más lágrimas innecesarias ni más pasión ya consumida. De los gratos recuerdos, si fueron grandes y acertados, se puede vivir demasiado tiempo. Tal vez esa sea la única contraindicación. Saber que lo más importante que te ocurrirá en la vida, ya aconteció hace mucho.
Tú solo debes esperar. Entendiendo bien que esperar no es sufrir y que tampoco es almacenar para que cuando él vuelva devore la alacena llena de alimentos para el invierno. Tu cuerpo es como la alacena, vacíala al mejor postor y reserva para el invierno el calor necesario que la nieve siempre intenta morder. Sal y disfruta de los años jóvenes antes de que los días grises invadan tu piel. Y cuando él vuelva, que volverá, ofrécele lo que quede, que no será poco, todo lo que quede, por si algún día vuelve a cruzar el umbral de la puerta, que no haya en tus ojos más lágrimas innecesarias ni más pasión ya consumida. De los gratos recuerdos, si fueron grandes y acertados, se puede vivir demasiado tiempo. Tal vez esa sea la única contraindicación. Saber que lo más importante que te ocurrirá en la vida, ya aconteció hace mucho.
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