viernes, 30 de agosto de 2013

Carl Honoré: “En la cama el viaje es tan importante como el destino”

Asistir a los niños de las calles de Brasil le ayudó a impulsar su carrera periodística. Ahora, Carlo Honoré publica La lentitud como método, donde explica cómo ser eficaz y vivir mejor en un mundo veloz. Además, se le conoce como una de las figuras más importantes del llamado slow movement, que lucha contra el acelerado ritmo de la vida actual. Sus libros Elogio de la lentitud y Bajo presión fueron un éxito de ventas y han sido traducidos a más treinta idiomas.

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FOTO: MIGUEL ÁNGEL LEÓN

—La primera pregunta es obvia. ¿Por qué tenemos tanta prisa?

—Porque hemos perdido la tortuga interior.

—Con este ritmo tan acelerado de vida, ¿llegaremos antes, nos perderemos en el camino o no sabemos a dónde vamos?

—Yo creo que una mezcla de las tres cosas, pero en el fondo terminaremos acelerando la vida en vez de vivirla.

—Comenzó a desarrollar su carrera periodística asistiendo a los niños de las calles de Brasil. ¿Sintió allí que la vida se detenía?

—Sí. Yo creo que Brasil me enseñó cómo apreciar la buena lentitud.

—¿La vida rápida siempre es la más fácil e irreflexible o, a veces, también los reflejos del momento ayudan?

—No soy fundamentalista de la lentitud. Hay momentos para ir rápido y hay momentos para ir más despacio.

—“El virus de la prisa siempre es una epidemia mundial”. ¿Cómo podemos cambiar el coche de marcha a esta velocidad en que vivimos?

—Lo que hay que evitar es desacelerar demasiado rápido. La revolución lenta tiene que ser lenta. Es un proceso. Dicho de otra manera, la lentitud consiste en reaprender el arte de cambiar de marchas, pero no hay que cambiar de marchas demasiado rápidamente.

—Esta cultura del correcaminos nos está haciendo daño hasta en el sexo. ¿Saben los demás que en esta materia los prolegómenos son tan importantes como la meta?

—En todo, desde la cama hasta el trabajo, pasando por la comida, el viaje es tan importante, y a veces más importante, que el destino.

—Por favor, dígame dos o tres cosas que debamos hacer con prisa en la vida.

(Ríe). Bueno, yo diría que no se debería hacer nada con prisa. Las cosas que se deben hacer rápidamente: trámites burocráticos y todo lo que pueda evitar la mala lentitud. Un atasco de tráfico, por ejemplo, me parece bien que se despeje rápidamente. O el fútbol, cuando Messi tiene que meterse rápidamente para meter un gol al Madrid.

—Dígame por qué los políticos no se toman su tiempo para adoptar decisiones que a todas luces nos parecen erróneas o precipitadas.

—Cada ciudad termina teniendo los políticos que se merecen. Y los políticos siempre son un reflejo de la propia sociedad, y una sociedad apresurada, con prisas, termina eligiendo políticos que optan por atajos y soluciones rápidas y superficiales.

—¿Si vivimos tan rápido, por qué somos tan impuntuales y llegamos tarde a todas las citas?

(Ríe). Porque no dominan ese juego, ese baile, entre la buena lentitud y la mala lentitud.

—Ya que no podemos bajar la velocidad del mundo, ¿dígame qué hacer para ser feliz en esta fiesta de estresados?

(Ríe). Hacer menos. No podemos hacerlo todo. Hay que cortar la agenda, hacer menos cosas pero hacerlas bien.

—Por cierto, ¿a qué hora pongo el despertador para poder apagar la enfermedad del tiempo?

(Ríe). A la hora que le permita levantarse y arrancar el día con calma.

Publicado en el diario Córdoba el 15 de julio

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