viernes, 9 de agosto de 2013

Cumpleaños

Alguna vez, todavía, me llama y salimos a algún bar, tomamos algo -con alcohol, por supuesto-, hablamos, como siempre, del pasado, y nos prometemos un amor eterno. Ella se sienta a mi lado, muy cerca, y le gusta, mientras yo hablo de cualquier cosa, ordenarme unos pelos imposibles. En el fondo, sé que le gusta acariciar mi pelo. Se acerca cauta y me besa en la mejilla. Cuando retira su rostro del mío, tiene una sonrisa leve en los labios, como si hubiera hecho una travesura. Yo dejo que haga y deshaga a sus anchas. Después, vuelve a hablar de aquellos días en que éramos muy jóvenes y muy felices. Cada día hablamos más del tiempo pretérito que del porvenir. A ella no solo le importa, lo necesita. Yo, en cambio, me he acostumbrado a vivir así, a verla de tarde en tarde, a saber que no todo está perdido y que esta vida que me ofrece también vale la pena.

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Algunos días hace planes. Le abandonaré, me dice, los hijos ya son mayores, él gana mucho dinero y ellos no me necesitan, están fuera de casa todo el día, vuelven cansados de haber consumido una existencia a la que soy ajena, me dice. Y no preguntan, nadie pregunta por mí, me dice. Lo dice sin pena y con una sonrisa quieta que la embellece. La conocí cuando ella había tenía 18 años. Hoy celebramos, como todos los meses de agosto, su cumpleaños. Ahora inaugura la década de los 50. Yo la miro y no sé si han pasado tantos años, porque le veo en los ojos una llama que nunca se consume. Es cierto que ya no propone viajes locos ni le gusta ir de conciertos, ni lee a los autores que yo adoro. No sé por qué se casó con él. Un hombre honrado y serio, firme en sus convicciones. Pero, a fin de cuentas, un hombre triste.

A ella le gusta reírse de mis ocurrencias, que no son tales. Yo soy muy feliz contigo, me dice. Lo afirma desde hace 32 años. Yo la dejo decir, porque sé que es cierto y sé que necesita creerlo para no sucumbir al caos. Cree también que no soy lo único auténtico de su vida. Nunca le hablo de los errores que cometió al casarse con un hombre al que no amaba ni le digo que salga de una vida que no le interesa. Yo la escucho cada tarde aquí a mi lado. Y en el fondo sé que ella es más mía que de él. Y tal vez ese pensamiento fugaz me ha hecho feliz desde que la conocí.

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