miércoles, 6 de noviembre de 2013

Cuestión de probabilidades

La vio cruzar la calle. Iba sola, como siempre. No le dijo nada, porque pensó que ya no le reconocería. En eso llevaba razón. El tiempo todo lo rompe o todo lo incrusta en algún lugar de la memoria sin posibilidad alguna de poder removerlo de allá. Él, que siempre fue un hombre pragmático, la dejó ir. Le gustaba esa expresión, porque parecía que en ella su propia decisión pudiera modificar los acontecimientos. Aunque en el fondo, y sin profundizar demasiado, sabía que no era así. Tampoco le gustaba engañarse. Pero como nunca fue capaz de dar un paso adelante, optó por la perseverancia, que es una cualidad muy poco conocida y menos valorada. Así que se puso a esperar, sentado en la terraza, a que ella volviera a pasar por allí para no desaprovechar otra una nueva posibilidad. Sigue esperando. Ahora empieza a entender que algunos trenes solo los podrá ver –que no esperar- sentado en la misma terraza.

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