martes, 5 de noviembre de 2013

Todos los días de su vida

No le dijo que volvería. Así que no pudo reprocharle su ausencia. Además, cómo lo iba a hacer si no lo volvió a ver. Un día, no obstante, dejó de pensar en él. No sabe ni cómo ocurrió. Hasta que una tarde, husmeando en las estanterías de una librería, encontró un volumen que le llamó la atención. El autor se llamaba como él. Compró el libro, solo por curiosidad. Y se lo bebió, junto con varios gintonics, esa misma noche. Decía, a fin de cuentas, que hacía años conoció a una muchacha y que nunca logró olvidarla. Gilipollas, dijo.

En el libro había encontrado su propio retrato, retazos de su vida desubicados de su memoria, que volvieron a resucitar al ritmo de su lectura. No supo qué hacer. Después de tanto tiempo, dijo, igual ni vale la pena intentarlo. Pero lo dudó. Colocó el libro en un anaquel. Por si acaso, se dijo. Después intentó olvidar el incidente, aunque los recuerdos no la dejaron en paz durante todos los días de su vida.

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