lunes, 23 de junio de 2014

Algunas frases

Amo a aquellos escritores que miden las palabras milimétricamente y después la envuelven de un aura que perdura en la memoria inexorablemente, aquellos escritores que, de vez en cuando, sueltan una frase tremenda o lapidaria, en mitad de una narración, que se queda clavada en las vísceras como una bala perdida en alguna guerra de la que no tenemos conocimiento. El mar, escribe Javier Aparicio Maydeu, es el símbolo de esa literatura de exactitud y de sutilezas de que hablo.

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En esta obra, escribe su autor: “Sigue ahí, ese puente, justo detrás de la estación. Sí, las cosas perduran, mientras la vida pasa”. John Banville es así. También lo es Benjamin Black. Más que su seudónimo, su alter ego. Vas leyendo, sin privaciones, la historia, te dejas llevar por un bosque penumbroso que anuncia un cielo azul y, sin que puedas evitarlo, te golpea con de vez en vez con frases hechas para perdurar, para conmover. Como flechas invisibles, no sientes que atraviesan la piel y se incrustan para siempre muy adentro. Después, adivinando un camino sin indicación alguna, sabes que el dolor y la luz que provocarán ya son inevitables.

Hace unos días fue distinguido con el Premio Príncipe de Asturias de las Letras, y andaba confuso, pues no sabía si el galardón lo recibiría de manos del Príncipe, ya rey, o del rey, ahora también rey. Igual le da lo mismo. Porque andará abriendo en canal el alma humana por si se tropieza con engrudos aprovechables para aliñar una trama detectivesca o si se muestra capaz de deslumbrarnos con ángulos invisibles desde donde retratar la existencia humana. Es lo que les pasa a los grandes escritores: que los premios los despistan en ese instante, pero después agachan la cabeza y se tropiezan con una frase que no saben muy bien qué hacer con ella, como no sea buscarle una narración que en ese punto comienzan a escribir.

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