viernes, 10 de abril de 2015

Cada tarde

Tal vez abra la puerta más tarde, cuando la tarde recorta las horas y el sol se pone en lontananza. A esas horas, cada día, sale de la casa y observa el fondo de la carretera que conduce a todas direcciones, menos al pasado. Ve la calle vacía, húmeda de una lluvia fugaz. El olor a tierra mojada le trae sensaciones antiguas. Todos piensan que espera a alguien que nunca llega, a alguien que nadie conoce. Y ese vacío documental entre nosotros despierta murmullos y construye historias inverosímiles. Basta con una simple insinuación para que cada cual aporte su ingrediente a esta olla de lamentaciones.

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Entra en la casa después y cierra la puerta con cerrojo. Mañana, a la misma hora, volverá a asomarse a la calle, a espiar a quien nunca viene, a lamentar que la lluvia no haya mojado la tarde caliente. A estas horas, a través de las ventanas, las luces mueven sombras de una mujer que baila sola, sin música, adherida a los recuerdos más dolorosos. Desde afuera, nosotros improvisamos una orquesta que ella no oye, y seguimos sus pasos rítmicos con intención de dar credibilidad a lo que vemos. Después, cuando apaga la luz, nos metemos al bar y bebemos sin olvidarla, como cada tarde, hasta que el alcohol nos duerme y la madrugada nos engaña y nos lleva a pensar que aquí la música la carga el diablo.

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