martes, 14 de abril de 2015

En la mitad del mundo

Mira a través de la ventana la luz de Quito, la irregular temperatura del día, con sus rayos de luz perpendiculares y sus manojos arrebujados de nubes negras y huidizas. Pronto será de noche y el tráfico, denso como cada tarde, dejará la ciudad vacía y los restaurantes llenos. Aquí y ahora, en la mitad del mundo, en estas altitudes andinas, este hombre escribe páginas que son confesiones y que se quedarán aquí cuando él se vaya.

® AD ENTERTAINMENTS ||| PROHIBIDA SU REPRODUCCIÓN

Mientras tanto, anda sus calles, sorteando el tráfico, observando los altos edificios metálicos y las casas de dos plantas que albergan comercios, cafés, tiendas que muestran escaparates con vestidos de novia, camisetas del Barça, corbatas. Las iglesias están abarrotadas. Aquí la gente es creyente. Creen en Dios o en Rafael Correa, depende. Aquí todo depende. Aquí, también, todos creen. Las tardes son breves y cambiantes. Y las mañanas se abren de pronto con un sol de justicia o con un cielo cubierto de día triste.

Aquí dicen que los días son irregulares, como las mujeres. A ellas no les importa la comparación, pues son imprevisibles, y les gusta ese juego en el que nadie gana ni pierde, un juego en el que no se sabe a ciencia cierta qué pierde el perdedor. O qué gana nadie, si la suerte le sonriera. Aquí este hombre mira una tarde que se agota en sí misma, una tarde repetida y monocorde. Afuera, cuando comience a andar, y se enciendan las farolas y los bares rebosen de una alegría no pretendida, este hombre abrirá la puerta de su apartamento y se tirará en el sillón, en mitad del salón y en la mitad del mundo, cansado y feliz de volver a casa.

No hay comentarios:

Publicar un comentario