miércoles, 8 de abril de 2015

Después

Quedó después la zozobra del tiempo perdido, la no acción invocada desde adentro de las entrañas, con el aire quemado de los días muertos y de las noches puras. Las palabras que nunca dijo se le agolpaban en la garganta, prontas a estrellarse contra el abismo de un silencio compacto e inalterable. Nunca quiso bajar a ese pozo sin agua que ahoga y estrangula sueños de porcelana. Venía de la algarabía nocturna, de las mujeres que entregan el alma y el cuerpo a cambio de un abrazo sincero. Amaba de ellas su perdición, su nihilismo, su falso y confuso enamoramiento. Venía de un mundo noctámbulo, agotado y preciso, que ya vivía en muy pocos de ellos, un mundo que se consumía en sí mismo y renacía de nuevo en sí mismo como un ave fénix, para sucumbir y renacer hasta la extenuación.

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No quedaba ya nostalgia de aquellos días, ni testigos con quienes pudiera contrastar y compartir aquellos tiempos de la dicha y el placer. Venía de allí sin otro rumbo posible, como si el pasado borrara el futuro, o el futuro no existiera, o no hubiera otro camino que andar y andar sobre huellas desconocidas y anónimas, trechos recorridos con un cansancio pesado, venido de adentro, donde ninguna excusa vale, donde ningún recurso es útil, donde acaso la palabra después está excluida de todo diccionario. Él sabe ahora que la vida, aquella vida, apenas es ya un recuerdo.

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