sábado, 21 de marzo de 2015

Me voy

Pronto me voy. Por poco tiempo, eso sí. Y pronto volveré. Me gusta volver siempre y encerrarme, entre estas cuatro paredes, entre libros y botellas y óleos de amigos, que solo saben pintar la realidad de esa manera desdibujada que yo adoro y que no sé si entiendo. A unos metros, ahí abajo, el río es manso y bravo al mismo tiempo, solitario, atraviesa nuestras vidas y estas tierras, y nunca se diluye, y nunca sabemos que está ahí, como un perro fiel, y sigue su curso indiferente a nuestra indiferencia.

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Yo miro al otro lado, hacia una colina salpicada de casas dispersas y desproporcionadas, que no deben figurar en ningún Plan General de Ordenación Urbana (PGOU) (decente). Después no miro afuera, sino adentro. No sé si me miro a mí. Qué más da. Será para romper la rutina. Será por rutina que me voy. Después volveré. Quién sabe. Uno nunca sabe nada. Se va un poco, sin saber bien por qué. Y después se queda en otra parte. Uno acaba acostumbrándote a otras rutinas. A cualquiera le puede ocurrir.

Mañana, ya mismo, es otro día. Ahora recuerdo aquella canción de juventud: Day after day. De Dadfinger. Un disco producido por George Harrison. También él murió. La vida que vivimos se va acabando. También murió García Márquez. El País publica ahora su obra completa (o, más bien, incompleta). Entre otras obras, echo de menos: Textos costeños, Entre cachacos, De Europa y América. A la libre, Diatriba de amor contra un hombre sentado o El secuestro. Sin hablar de la obra inédita. Aquí no sé quién hace las cuentas. O será que vivimos del cuento (y de sus cuentos). Mejor me voy a la cama. Pero con quién. Siempre son las mismas dudas a estas horas. Las dudas que a cualquiera le quitan el sueño. Joder, cuando estás solo, las dudas se disipan al instante. Igual, al paso que voy, cualquier día escribo Cien años de soledad. Y no estoy sobrado de soberbias.

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