miércoles, 23 de octubre de 2013

La vida te da

Ella nunca se atrevió a decirle que lo quería, y mucho menos que lo quería más que nada en la vida. Le parecía obvio. Nunca nadie le dijo que en el amor hasta lo evidente necesita de su demostración, de su entrega total, de sus dudas; y sobre todo, de sus dudas. Ella no encontró la respuesta deseada. Suele ocurrir. Cuando indagamos demasiado en nuestro ombligo, le dijo alguien, olvidamos que los demás también lo tienen. A ella no le pareció un argumento suficiente ni oportuno. Así que decidió abandonarlo. Él solo dijo que le dolió, que aquello de que lo dejaran le dolió. Después, intentó olvidar el percance.

Cuando se reencontraron años después, él apenas la reconoció. Es cierto que seguía igual de escandalosamente hermosa y que los años por ella habían pasado de costado. Pero a él le costó percibir en su sonrisa un halo de bondad que antes tampoco le encontró. A ella, por el contrario, la vida se le trucó en una broma de mal gusto. Parecía ser cierto cuanto le habían contado. Había rehecho su vida, no con una mujer, sino con lo que surgiera cada noche. Tenía una alegría serena que a ella le siempre le gustó y un encanto desbordante que le rompió el corazón. No pensó que se hubiera equivocado al abandonarlo, pero tampoco desde entonces encontró la piedra filosofal de la felicidad. La vida es así, pensó. Te quita lo que antes te dio. Pero tampoco ella sabía a ciencia cierta qué sentido tenía todo aquello que no entendía del todo.

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