viernes, 23 de mayo de 2014

Globos

Mirando al infinito, ve un paisaje que siempre quiso. Un ejército de globos aerostáticos cruza el cielo limpio y lo mancha de color. Siempre soñó con volar, cruzar como un halcón la península observando de modo imparcial la vida que se quedaba abajo, a pie de tierra, arrastrándose por la tierra, tragando tierra, sepultada en la tierra.

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El vuelo es tal vez un vacío existencial, una probabilidad imposible de describir el mundo a distancia sin abandonar el mundo. Escabullido entre nubes, espoleado por el viento, a merced de la lluvia y de las tempestades, pero siempre surcando el aire que respiramos, metido en él, si se puede, ajeno a la gravedad de la tierra y a los horarios establecidos, viviendo como un pájaro sin serlo, habitando un sueño con los ojos abiertos, mecido por una espuma inexistente que le eleva a su antojo y le lleva o trae sin motor, sin alas, sin radares, de allá para acá.

Cuando los globos aerostáticos, donde él nunca subió, se pierden en ese paisaje inexplorado del aire, el hombre vuelve los ojos a la tierra y maldice la condición humana. Piensa que puede levitar cualquier día. Mientras tanto, le basta con soñar y mirar al cielo. Le basta también, aunque parezca una paradoja, con pisar tierra firme. Aunque él no lo sepa.
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miércoles, 21 de mayo de 2014

Una bombilla apagada

Se queda mirando una bombilla apagada. La bombilla, sobre la mesa, es un objeto inútil. No sabe por qué está ahí. Él se siente como una bombilla apagada, desconectado del entorno. Se siente confuso y vacío. No sabe bien por qué. Recurre a la memoria y hace un balance positivo de los días vividos. La noche entra en la habitación a la hora acordada. Mira esa bombilla como podría observar a través de la ventana una ciudad a oscuras. Después, se sienta.

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Enciende la televisión para mirar un mundo que no le interesa. Ya lo conoce. Abre un libro. Comienza a leer, pero sabe de qué va la historia. Es lo que tiene vivir tantos años. Hoy es su cumpleaños. 87 años. El mundo que él vivió ya no existe. El que hay ahora no le gusta. Tampoco lo entiende. Descuelga el teléfono. Habla con su hijo. Le dice que le aburre la vida. Suele hacerlo casi a diario. El hijo, que ya le conoce en estos trances, no presta atención a su melancolía. El hijo tampoco ignora que nunca más volverá a hablar con él.

De nuevo, el hombre mira la bombilla, azul, siniestra, enigmática. Una metáfora de la vida, le gustaría decir. Más tarde, cierra los ojos, sin sueño. Le gustaría no volver a abrirlos, quedarse así para siempre. Mañana, el hijo lo encontrará en esa misma posición, con una expresión serena de estar en paz con él mismo. El hijo mira la bombilla azul. No sabe bien por qué. Después se sienta a su lado. Sabe que hoy será un día distinto.
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lunes, 19 de mayo de 2014

Teléfonos

Después colgó el teléfono. Si alguien lo hubiese visto en ese momento, sabría que tenía el rostro pálido, las manos frías, la boca seca. Sabría también que no estaba para pronunciar palabra alguna. Ella le había dicho que todo se había acabado, así como así, sin otra razón o explicación que esa. Él entonces cuelga el teléfono. Ya se ha dicho. No es la primera vez que ocurre. Sabe que la vida es un golpe de suerte: en una tanda ganas y en otra pierdes. Sin más.

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Ahora agarra la chaqueta, baja la escalera y sale a respirar. La calle está desierta; la noche, fresca; los bares, prácticamente vacíos. Entra en uno. Es la primera vez que lo hace. No le gusta el aire húmedo y el público tan joven. Pide, como siempre, un whisky irlandés, doble, con hielo. Una muchacha se le acerca. Como siempre. La invita a una copa, le dice el nombre, que está desesperada con la tesis doctoral, que hace calor, que el verano será aburrido y agotador.

Ella le pide el número del móvil y él responde que no tiene, que no suele usarlo. A ella le extraña y eso le atrae más. Han quedado mañana a la misma hora. No puede fallar. Ha decidido huir de los teléfonos. Él sabe, por experiencia, que ellas siempre se escudan en esos números del demonio para decirle adiós.
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miércoles, 14 de mayo de 2014

Enrique Vila-Matas: "Evito declararme vanguardista"

El escritor catalán recibe una invitación para participar en la Feria Documenta de Kassel y escribir en un restaurante chino a la luz de los clientes. Todo lo cuenta Enrique Vila-Matas en Kassel no invita a la lógica. Evita declararse vanguardista y asegura que esta última novela es la más imprescindible de su obra, seguramente la más vilamatiana y, por supuesto, es la que “me gusta más a mí”.

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FOTO: Miguel Ángel León

- Atendiendo a la frase de Calvino, ¿Kassel no invita a la lógica porque conduce a la locura?

- Kassel invita a la locura del arte contemporáneo más de vanguardia y acaba conduciéndonos a la razón o la cordura.

- Su novela parte de una invitación absurda pero cierta a la Feria de Documenta. ¿No le sonó a broma que invitaran a un escritor?

- Me sorprendió y me encantó porque yo tenía mitificada la Documenta y nunca pensé que me invitarían por la sencilla razón de que no soy un artista plástico. Entonces fue como un acontecimiento en mi vida cuando me dijeron que tenía que participar. Lo viví como si las vanguardias hubieran reconocido mi trabajo de años.

- ¿Inspira escribir en un restaurante chino a la luz de los clientes?

- Decidí no mostrar nada de lo que escribía. Ser un escritor diferente, una especie de Simenon, que estaba escribiendo una novela policiaca. Pero aún así, no mostrar nada a los visitantes.

- Su texto es inclasificable: ensayo novelado, novela, reportaje novelado. Todo menos que le hablen de autoficción, que es un término desfasado.

- Estamos ante un libro de viajes. Eso es lo más indiscutible. Todo lo demás se puede discutir. Es el heredero directo de los paseos del caminante solitario de Rousseau.

- En este libro abandona el tono crepuscular y pesimista sobre el estado de la literatura y de las artes. Tanto, que se ha escrito que inaugura un nuevo registro luminoso.

- Las novelas normalmente se escriben contra una idea ya demasiado establecida, contra un tópico. Y en este caso se levantó contra el exceso de crítica negativa, pesimista, acerca del arte actual.

- Arranca el libro con esta frase: “Cuanto más de vanguardia es un autor, menos puede permitirse caer bajo ese calificativo”. ¿Se incluye o excluye de entre estos autores?

- Inicio con esta frase para decir que aquel que se declara vanguardista no lo es porque depende de cómo lo juzguen 40 años después quienes tengan que juzgarle. Por lo tanto, evito declararme vanguardista. Y si lo soy, ya se sabrá.

- “Europa está acabada desde la Segunda Guerra”. ¿Hoy es una fantasmagoría o existe el futuro?

- Cuando escribo, mi percepción es de una Europa amortajada y acabada. Cuando me preguntan en la vida cotidiana, prefiero pensar que todavía hay posibilidades de remontar todo.

- “Barcelona es la reina del conservadurismo artístico”. ¿Le saludan por la calle cuando le reconocen?

- (Ríe). Creo que es una ciudad muy reaccionaria, como todavía anclada en un cierto ambiente medieval. Que no va por todos, porque hay excepciones, pero es una percepción que tengo.

- ¿Este libro es el más extraño o menos vilamatiano de sus suyos? Usted dice que ahora es el más imprescindible.

- Es imprescindible y seguramente es el más vilamatiano porque es el que me gusta más a mí, pero es una percepción que tengo.

- Como hizo Walser, ¿ha descubierto en este libro el paseo como género literario?

- El paseo es algo sobre lo que el capitalismo no ha puesto sus pezuñas. No te cobran por caminar ni por pensar. Y este es un libro de andar, ver y pensar, que son tres actividades libres, de las pocas que nos quedan todavía sin que alguien nos quiera vender unas zapatillas para correr o un aparato para el pensamiento. Y es un libro de andar y ver, como decía Ortega y Gasset.

- Fue a Kassel con la intención de convertir su cuarto de hotel en una “cabaña para pensar”. Después le dio por pasear y mirar.

- Paradójicamente, no pensé nunca en la cabaña. En cambio, pensé siempre al aire libre.


(Publicado en el diario Córdoba el 13 de mayo de 2014)
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lunes, 12 de mayo de 2014

Mayra Montero: "Los cubanos hemos demostrado que tenemos mucho carácter"

La escritora Mayra Montero (La Habana, 1952) publica El caballero de San Petersburgo (Tusquets, 2014), una novela que lleva al lector a la Europa del final del Antiguo Régimen y a la América de la Independencia. Fascinada por la figura de Francisco de Miranda, precursor de la independencia de América Latina y un mujeriego empedernido, la autora describe también a Antonia de Salis, criolla y descendiente de andaluces y, por supuesto, también fascinada por este personaje.

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FOTO: Miguel Ángel León

De origen cubano, aunque vive en Puerto Rico, asegura que “los cubanos a través de la historia hemos demostrado que tenemos mucho carácter”. En este sentido, advierte que Caribe no es un lugar geográfico, sino “un estado de ánimo”. Conocida por sus novelas eróticas -como La última noche que pasé contigo (1991) o Púrpura profundo (2000)-, un sambenito que piensa nunca logrará quitarse de encima, es autora además de Del rojo de su sombra (1993) o Tú, la oscuridad (1995).

- Su novela es el relato de la educación sentimental de una mujer con coraje. Nacida usted en Cuba, no podía ser de otra manera.

- Nacida en Cuba ella, tampoco puede ser de otra manera. Yo creo que sí, que los cubanos hemos demostrado a través de la historia que tenemos mucho carácter.
- De La última noche que pasé contigo a este libro parece que no pasó mucho tiempo.

- Tengo un sambenito encima que no sé con qué me lo voy a sacar. Pero esta novela se escribió hace 20 años. Esta es una novela madurada en barrica.

- El Caribe es el contexto geográfico en buena parte de sus novelas. ¿Tanto condiciona este entorno?

- Caribe es un estado de ánimo. Y nos marca la luz, nos marca el ritmo, nos marca el olor del mar, los huracanes.

- “No le debo al periodismo mis novelas, mis novelas se las debo a mis novelas”. ¿De verdad no le influyó el oficio en su narrativa?

- ¿Eso lo dije yo de verdad? No me acuerdo. Una dice muchas tonterías. Me corrijo inmediatamente. Yo creo que sí, cómo no. Mis novelas le deben al periodismo un montón. En la manera de hacer la investigación, de sentarse frente a la computadora en blanco. Nos da mucho aliento el periodismo.

- Su novela surge como consecuencia de haber leído una biografía de Francisco de Miranda. ¿Qué le sedujo de este personaje?

- A lo mejor lo primero que me sedujo es que yo era en ese momento una total ignorante de quién era Francisco de Miranda. Y saber que existió un personaje así, que había sido el precursor de la independencia de América Latina y, posiblemente avergonzada de no conocerlo, quise conocerlo más.

- Miranda lo preguntaba todo, lo anotaba todo en su diario. Curioso, adelantado a su época y enamoradizo. O sea, que estaba esperando la mano de la escritora que lo salvara del olvido.

- Yo diría que, más que enamoradizo, él era mujeriego con todas las de la ley. Ejercía como mujeriego, ejercía como jodedor, pero por encima de todo estaba su pasión por la independencia de América Latina. Por eso sus relaciones eran cortas, eran efímeras, porque realmente él no podía estarse ocupando de una familia formal. Él lo que quería es hacer la revolución y ser el gran inca de las colonias libres.

- Antonia de Salis es cubana en su novela. ¿Así maneja mejor al personaje?

- Era criolla. Era descendiente de andaluces. Había nacido en Cuba. Sufre por causa de naufragio, donde pierde a su madre, y su padre decide mandarla donde vive una prima. Ya de paso sí he necesitado un cable que me tirara al Caribe para sentirme más cómoda.

- Usted nace en Cuba y vive en Puerto Rico. ¿Tiene el corazón partido?

- No tengo el corazón partido, pero diría que soy anfibia. Y en esa calidad de anfibio, de verdad que Puerto Rico tira mucho, porque allí he vivido más de 40 años.

- Murió su marido, superó un linfoma. ¿La vida sigue valiendo la pena?

- No lo sé. El linfoma no me afectó tanto, pero la muerte de mi marido, sí. Eso sí me marcó. Nada peor en el mundo me puede pasar que lo que me pasó en enero de 2013 en Madrid.

- Como periodista ha hecho de todo: crónica deportiva, artículos de farándula y horóscopos. ¿Estos últimos se los inventaba o los adivinaba?

- (Ríe). Hombre, me los inventaba. Era un señor que tenía una revista de farándula. Yo era muy jovencita. Y empezaba en la profesión. Imagínate si ha pasado tiempo que los horóscopos llegaban por correo. Y un día no llegaban y me dijo: “Cógete estos y cámbialos un poquito”. Y me los inventé. Y me quedaron tan bien que me pidió que los siguiera inventando.

- También hacía consultorio sentimental con seudónimo. ¿Fue la panacea para la literatura?

- No. No fue la panacea. Al contrario. Porque eran cartas, casi siempre, de muchachas a las que habían pedido una prueba de amor. Todo muy anacrónico. Prueba de amor era que tuvieras relaciones con el joven. O cartas de presos. Todos los problemas eran los mismos. Las pruebas de amor o la esposa que lo dejó porque estaba preso. Y yo daba más o menos los mismos consejos, que no los recuerdo. Afortunadamente.

- Si no hubiera sido periodista y escritora, hubiera optado por ser cuidadora de un zoológico. ¿Arrepentida?

- Me encantaría. Yo he sido criadora de pavos reales hasta hace muy poco tiempo. Quizás cuidadora de un zoológico no sé, pero bióloga sí. Yo ahora siempre presento los libros de mis amigos biólogos. A veces se los prologo, se los reviso. Yo se los edito. Ahora viene El gran libro de las arañas de Puerto Rico, que lo voy a leer con mucho placer. Me encanta la fauna y me encanta participar del trabajo de los biólogos.

- Leonardo Padura y Abilio Estévez. ¿Amigos o escritores de culto?

- Amigos muy queridos ambos.

- Su próxima novela se titulará El milagro de la lana.

- Trata de una familia vasca que emigra a Cuba en buena posición para el negocio de la destilería y después la hija, más tarde, en los años 20, vuelve del País Vasco para conocer a su abuela y para investigar las causas de una gran tragedia que marcó a su familia.


(Publicado en el diario Córdoba el 10 de mayo de 2014)
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sábado, 10 de mayo de 2014

Mañana

Miró el calendario y no le importó saber que volvía a cumplir un año más. Después de todo, se dijo para adentro, es una señal evidente de que estoy aquí. Ese día, le hubiese gustado haberlo llamado de improviso, proponerle una cita discreta y abrir con él una botella de cava congelado. Le hubiese bastado. Pero no lo hizo. Vio la vida que se tornaba de un gris de cielo a un volcán en erupción, como si el mundo fuese una montaña de bolas y anillos multicolor. Se imaginó caminando a su lado, bordeando las esquinas de la ciudad que no conocía, sospechando que él la llevaría a algún lugar ignoto y deseado.

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Fue solo un instante, pero ya le bastó para adelgazar la densidad de un día pletórico de añoranzas, vacío de inquietudes, voluble a voluntad. Después, casi sin darse cuenta, el sol se puso, y en su habitación no había nadie. Solo un libro que le recordaba su nombre. Reconstruyó su mirada y el gesto de sus manos y, en ese perfil desdibujado de su memoria, le bastó adivinar que mañana valdría la pena conocerle.
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viernes, 9 de mayo de 2014

Frente al espejo

Afuera se oía aún el rumor de la fiesta, pero él había optado por recluirse lejos del tumulto y del ruido. Recostado en el sofá, abrió el periódico. Reconoció el mismo mundo de todos los días: cifras macroeconómicas, conflictos bélicos, vallas que abrían fronteras y heridas, artículos encendidos que le cansaban o le confundían.

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Cerró los ojos sin sueño, para hacerlos descansar, pero la oscuridad buscada lo llevó a otra vida que no conocía y que tampoco alcanzó a identificar como inventada o real. Abrió los ojos, se puso en pie y dio unos saltitos sobre el entarimado para comprobar que seguía vivo. Después, ya en el cuarto de baño, se lavó la cara, pensando que el agua fría le sacudiría del aturdimiento. Pero no.

Andaba tan perdido en su propio pellejo que pensó incluso si no sería otro en vez de él mismo. Apoyó sus sospechas en argumentos poco rigurosos. Jamás, hasta ahora, había pensado en cambiar de vida. Jamás, hasta ahora, le habían aburrido las fiestas. Jamás, hasta ahora, se le había pasado por la cabeza huir de esta ciudad. Sopesando y sopesando, se atropelló en sus divagaciones más hondas, concluyendo con acierto: En realidad, yo soy yo mismo. Sintió alivio. Le había costado, desde luego.

Después se vistió para un fin de fiesta. Cargó la cartera de billetes sin usar y se dispuso a encontrarse a sí mismo y por mucho tiempo en el marasmo de la calle que lo acogió durante tantos años. Las dudas sobre su propia esencia lo habían dejado hecho un pincel. Ni él mismo se reconocía en el espejo. Pero mejor no empezar de nuevo, se dijo. Sonrió y le pareció congeniar con quien tenía frente a él, en un lugar tan estrecho como el propio espejo.
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Elvira Navarro: "Para aprender es necesario que nos descoloquemos"

Hija de padres cordobeses, Elvira Navarro (Huelva, 1978) ha publicado dos novelas complementarias: La ciudad en invierno (2007) y La ciudad feliz (2009), Premio Jaén de Novela. Ahora ve la luz La trabajadora, una novela que indaga en la patología mental sin desligarla del contexto social en que se produce. Estudió Filología en la Universidad Complutense de Madrid y en 2010 fue incluida en la lista de los 22 mejores narradores en lengua española menores de 35 años de la revista Granta.

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FOTO: Miguel Ángel León

- Su novela indaga en la relación entre la crisis económica y la enfermedad mental. Vamos, para volverse locos.

- Sí. Indaga en cómo la precariedad material, mantenida durante mucho tiempo, finalmente acaba teniendo consecuencias en la salud mental, porque no hay separación entre cuerpo y alma.

- La novela parte de hechos autobiográficos. Los estragos de la precariedad laboral, la obligación de mudarse de vivienda o la crisis de ansiedad.

- Los tres son autobiográficos. Yo trabajé como correctora y no me pagaban, tuve crisis de ansiedad y me tuve que mudar del centro a la periferia porque no me daba para pagar el alquiler.

- El comienzo es arrollador. Usted misma ha reconocido que es fuerte pero al mismo tiempo ha sido liberador.

- Me permitía romper la convención del buen gusto que impera en el canon de la literatura actual.

- Tal vez algún lector haya dejado el libro a un lado cuando relata esas intimidades.

- Es que no se puede pensar en un lector en abstracto, porque no hay un modelo único de lector, sino que hay muchas clases de lector. Y una novela tiene que encontrar sus lectores.

- Arremete también contra ciertos directivos de editoriales que arrastran cierto complejo de inferioridad intelectual.

- Son ciertos directivos que están en esos cargos por ser familia de los fundadores, con lo cual están por enchufe, y cuando llegan ahí se dan cuenta de que no dominan el universo cultural porque no es vocacional en su caso. Entonces funcionan como gestores y se acomplejan también un poco.

- Su lenguaje es potente y frágil a la vez. ¿Esa es su magia?

- En realidad, yo no creo que el lenguaje sea ni potente ni frágil. Responde a la necesidad de contar determinadas cosas que no se pueden contar con un lenguaje distinto.

- La novela juega también con el tema del doble.

- Mi novela juega con el tema del doble porque hay dos personajes y una de ellas se cree muy distinta a la otra. Sin embargo, está mucho más cerca de esa persona de lo que ella cree. Es el doble en el futuro. Ella teme convertirse en esa otra persona.

- Como Vargas Llosa, también piensa que toda ficción es un disfraz, un striptease invertido.

- Yo pienso que las ficciones más poderosas son aquellas en las que quien escribe habla de aquello que conoce bien. No me creo que una ficción poderosa esté construida desde lo que no se conoce.

- Su escritura tiene que ver mucho con los espacios. ¿Necesita orientarse, saber por dónde pisa?

- Para mí, caminar siempre ha sido liberador desde un punto de vista mental. Estar mucho tiempo en un espacio cerrado me genera claustrofobia y tengo la sensación de que toco un techo mental que se disuelve cuando me permito caminar y caminar por sitios que no conozco.

- Como lectora le gustan que la descoloquen. ¿Por eso juega con el lector o también ahí se esconde un impulso vital?

- Yo creo que es necesario, para aprender, salir del espacio de confort; es decir, que nos descoloquemos. Y eso es lo que yo percibo cuando escribo.

- Aunque reivindica el realismo, sus personajes pueden ser desmesurados. Le gusta contar cosas imposibles.

- El realismo no es más que un código literario y en esa medida renunciar al realismo es renunciar a una posibilidad de contar a la que no se tiene que renunciar. El realismo no significa copiar la realidad. Significa trabajar según las normas de ese código. Y nada más. No es más que una herramienta.

- “Cuando me siento delante de un teclado no sé hacia dónde va a ir la narración”. ¿Es ese el mejor guion?

- Para mí, sí. Porque si yo supiera dónde voy, no escribiría. Para mí la escritura es descubrimiento. Entonces, si no voy a descubrir nada, si tengo que rellenar simplemente un guion, a mí eso no me estimula nada, porque es algo que ya sé.


(Publicado en el diario Córdoba el 30 de abril de 2014)
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Juan Eslava Galán: "La Primera Guerra Mundial fue una trituradora de carne"

Juan Eslava Galán publica La Primera Guerra Mundial contada para escépticos, un libro ameno y bien escrito que destripa al lector un desastre que nadie esperaba, una guerra tecnológica que sorprendió a sus propios protagonistas y cuyas secuelas perduran aún en nuestros días. El escritor sevillano define este conflicto bélico como una “gran trituradora de carne”, cuyos efectos se extienden hoy a Oriente Medio y a los Balcanes, un cataclismo tecnológico que enterró a regimientos enteros en el barro de las trincheras y cuyos restos de esqueletos aún hoy son noticia en esos paisajes que entonces fueron campos de batalla.

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Doctor en Letras, ha publicado los ensayos Una historia de la guerra civil que no va a gustar a nadir (2005), De la alpargata al seiscientos (2010), Homo erectus (2011) o La década que nos dejó sin aliento (2011). Con la novela En busca del unicornio obtuvo el Premio Planeta 1987; con El comedido hidalgo, el Premio Ateneo de Sevilla 1991, y con Señorita, el Premio de Novela Fernando Lara 1998.

- La Primera Guerra Mundial fue una “gran trituradora de carne”. ¿Es la definición más gráfica que encontró a mano?

- Sí. Es que realmente es lo que fue. En las guerras anteriores había pocos muertos comparativamente. En esta hubo una cantidad de muertos, incluso civiles, que era impensable. Por eso es una trituradora de carne.

- ¿Es posible que todavía hoy perduren en nuestros días las consecuencias de aquel cataclismo?

- Sin duda. Por ejemplo, el problema de Oriente Medio se origina en esta guerra. Y también todos los problemas y la inestabilidad de los Balcanes también tiene las raíces en esta guerra.

- Aquella fue la guerra más tecnificada hasta entonces: ametralladoras, tanques, gases asfixiantes. El anticipo del futuro.

- Para ellos, incluso, fue una gran sorpresa. Hay muchos inventos que se incorporan. Y la aviación, que al principio era una cosa que no tenía mucha importancia, al final de la guerra ya hay bombarderos con bastante peso. Y efectivamente fue una guerra muy tecnológica. Lo que ocurre, claro, comparada con las que vienen después está en las Antillas.

- También fue un conflicto bélico con nombres propios: Mata Hari, Barón Rojo, Rasputín, Lawrence de Arabia. Un escenario que ni pintado para héroes y villanos.

- Efectivamente. Sobre todo hay episodios secundarios de la guerra que son muy importantes. España, por ejemplo, que era un país neutral, tiene una cantidad considerable de espías, sobre todo en los puertos y en las embajadas de Madrid. Eso es importante. Y la polarización de españoles entre partidarios de uno o de otro bando, otra vez las dos Españas. Eso también conviene subrayarlo.

- Como usted dice, España, tras perder Cuba y Filipinas, se mantiene al margen. ¿Cuáles fueron las consecuencias de esta neutralidad?

- Bueno, la neutralidad nos dejó al margen, pero hay que tener en cuenta un cosa, que muchos industriales se enriquecieron considerablemente a causa de la guerra, sobre todo industriales vascos y catalanes, vendiendo a las potencias en conflicto. Y, por el contrario, hubo gente que se empobreció o que tuvo una consecuencia negativa de la guerra, porque, como había un bloqueo naval, los productos españoles, aunque fuésemos neutrales, no podían salir con la debida presteza ni podían llegar productos que necesitábamos. Por poner un ejemplo, a lo largo de la guerra, siendo nosotros una potencia neutral, nos hundieron más de 70 barcos, por submarinos o por minas.

- Comenzó siendo una guerra decimonónica, iba a ser corta. ¿Qué pasó para que todo cambiara?

- Sobre todo, dos elementos muy importantes, la ametralladora y la alambrada, que impiden que se muevan tropas libremente por el campo de batalla. Entonces, obliga a los ejércitos a enterrarse en trincheras.

- Dice usted: “Los alemanes se han sobrevalorado a sí mismos en el campo de batalla”. ¿Esto les hizo perder las dos guerras?

- No solo en el campo de batalla. Es decir, hay dos elementos que se ayudan. Uno es que a veces se sobrevaloran en su capacidad militar. Y otro, que infravaloran al enemigo y, claro, obviamente las dos tendencias se unen y hacen que sí, que pierdan las guerras, claro.

- Dice usted también: “Europa se suicidó en el siglo XX y ahora se está acabando de matar y destruir”. ¿Así ve el futuro?

- Bueno, sencillamente hay que tener en cuenta una cosa. A principios del siglo XX, Europa domina a más de medio mundo por medio de las colonias. Y ahora, pasado un siglo, esas colonias, que ya se independizaron, les hacen la competencia a la industria europea y a Europa. China, que se está haciendo con todos los mercados de África, por ejemplo. La India, que es una potencia emergente. Brasil, que se va a quedar con el Cono Sur de América. Sencillamente han pasado de ser colonias europeas y mercados protegidos para Europa a ser competidores de Europa.

- La Nochebuena de 1914 ingleses y alemanes intercambiaron cigarrillos, whisky y chocolate. Un símbolo vacío a tenor de cuanto ocurrió después.
- Claro. Eso fue un episodio que ya los altos estados mayores se encargaron de reprimir para que no se volviera a dar. Hay que ver que era Nochebuena, todos eran cristianos, acostumbrados a como se celebraban las Nochebuenas en sus hogares, y de repente sintieron ese impulso de hacer un paréntesis y vamos a llevarnos bien.

- Otro invento de esta guerra fueron las trincheras, donde los soldados morían enterrados en barro por regimientos enteros.

- De hecho, todavía en los campos de batalla se están encontrando huesos de gente que se enterró en barro y que van aflorando.

- La posguerra fue el caldo de cultivo para el surgimiento de los fascismos. ¿La Primera Guerra Mundial fue una guerra inacabada que se prolongó con la segunda?

- Sin lugar a dudas, la segunda es consecuencia de la primera. E incluso desde el punto de vista estratégico y táctico es continuación de la primera.


(Publicado en el diario Córdoba el 26 de abril de 2014)
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lunes, 5 de mayo de 2014

Frente al mar

Miró el mar de un azul de mar común y reconocible. La primavera, definitivamente, había desgajado las tormentas de abril y el mercurio anunciaba una semana de luz y calor. Se sentó en la arena, rodeado de gaviotas que desafiaban a los turistas un territorio ocupado. Esta vez el mar le pareció más abarcable que en otras ocasiones. Es como si aquel espacio infinito que se perdía en lontananza cupiera en una sola mirada. Aunque sabía que no era así, no le importó deformar aquella realidad hasta reducirla a un ámbito más estrecho y próximo.

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Después de todo, es lo que hacemos con los sueños, pensó. Y del mismo modo pensó también que aquello se podía hacer con la realidad de cada día. En cualquier caso, se necesitaba de un empeño más sólido y de unas artes que cualquiera no domeñaba. Cierras los ojos, pensó, y todo lo puedes cambiar de lugar, y puedes alterar los colores y los olores, y trabucar las funciones de los objetos y administrar la magia de esa razón tan poco lógica.

Pero despiertas, pensó, y cada cosa vuelve a su origen, y el tiempo se rige por ese ritmo armónico e inalterable que nos desgasta la vida como si fuera un viento liviano que se mete en la piel a nuestro pesar. Abre los ojos y el mar está ahí delante, como siempre estuvo, como ahora lo está, con una brisa que conoce y que le parece su segunda piel. Se pone en pie y camina evitando las olas, dejando en la arena huellas de arena, invisibles, de nadie.
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