sábado, 25 de agosto de 2012

Díaz Yanes: “Me hubiera gustado ser matador de toros, pero bueno”

Agustín Díaz Yanes es director de cine, guionista y escritor. Aunque, en realidad, le hubiera gustado ser matador de toros pero, eso sí, de los buenos. Ha dirigido Alatriste o Nadie hablará de nosotras cuando hayamos muerto. Ahora se adentra en la literatura con la su primera novela: Simpatía por el diablo, un thriller ambientado en la España actual, en la que los poderes económicos neutralizan la política en una trama de corrupción.


FOTO: MIGUEL ÁNGEL LEÓN

Simpatía por el diablo. Un thriller ambientado en la España actual donde los poderes económicos neutralizan la política. Como la vida misma.

—Exactamente igual que la vida.

—“Por primera vez en la historia del mundo, la política ha muerto”. ¿Se lo ha dicho a Rajoy?

—Yo creo que Rajoy nos lo dice a nosotros.

—Decepcionado con la izquierda saliente, que ha perdido el contacto con la realidad y a la que le encanta la gente rica.

—A una parte. No a toda. A una parte.

—Con esta novela, abre su carrera literaria. ¿Malos tiempos para el cine?

—Muy malos tiempos para el cine y creo que también para la novela. O sea, que he hecho un bocadillo con hostias, que se dice.

—Pero antes que las películas y los libros, le hubiese gustado ser torero.

—Hombre, sí, sí, sí. Sin comparación. Lo que más me hubiera gustado es ser matador de toros, pero bueno.

—Hijo de torero y defensor de la fiesta, lo tiene claro: “Guste o no guste, los toros forman parte de la vida española”.

—Sí, completamente. Es que nunca he entendido muy esta polémica. Si tú preguntas a los españoles, en general, no mucha gente tiene muchas ganas de que se acaben las corridas de toros, aunque no vayan a verlas.

—Hemos tenido mala suerte con la clase política. Según usted, después de Suárez y González, nadie sabe qué hacer con España.

—Sí. Hemos entrado en una pequeña obra en decadencia que ha ido lentamente corroyéndolo todo. Después de Suárez y González, no ha sido lo mismo.

—Simpatía por el diablo es un claro homenaje a la mítica canción de los Rolling Stones. ¿De roquero solo le queda la sensación de que otros tiempos fueron mejores?

—En el rock and roll sí. En otras cosas, no. En la sanidad, no. De todas formas, cada vez creo más, pero es la edad, con algunos amigos, que todo empezó a decaer en el año 65.

—Esta historia comenzó siendo un guión. Le propusieron escribir una novela, pero se dejó llevar por su técnica de guionista, con guión escaleta incluido. ¿Será por eso que su novela se ve cuando se lee?

—Ojalá, joder. Habría hecho medianamente bien mi trabajo.

—Según usted, se podría llevar al cine como película de miedo, como comedia de Berlanga y Azcona o como thriller policiaco. Pero usted no está dispuesto a hacerlo.

—No. No es que no esté dispuesto. Preferiría, hoy por hoy, que lo hiciera alguien que no fuera yo. Yo ya me la conozco demasiado y seguir otro año más con los mismos personajes, no tengo ganas.

—Lleva años acariciando llevar al cine el proyecto Madrid Sur, pero los tiempos no son benignos. ¿La literatura es un proyecto de futuro?

—Voy a intentar, que no creo que lo logre, pero ojalá, compaginar las dos cosas.

—“La crisis se ha llevado a 17 jefes de gobierno, pero no ha caído ningún banquero”. ¿Tiene esto mala pinta?

—Muy mala pinta. Muy mala pinta, porque se ha llevado por delante a presidentes de gobierno, algunos muy importantes, y, en cambio, de los banqueros, ha dimitido alguno, como Rato, pero sin ningún problema. No se los ha llevado por delante. Han dimitido y se van a su casa con una indemnización muy buena.

—En fin, que lo único que le interesa ya son los toros y del resto poco más.

—Del resto, me interesan mi familia, mis amigos, pasear, ir a la playa, leer. Pero lo que más me interesa son los toros. Sí.

Publicado en Diario Córdoba el 10 de julio de 2012
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jueves, 23 de agosto de 2012

Araceli Manjón: “Hay que aprender a vivir con las drogas”

Araceli Manjón-Cabrera, profesora titular de Derecho Penal y “número dos” con Baltasar Garzón en el Plan Nacional sobre Drogas, publica La solución, donde propone legalizar la droga como la única respuesta. Ha ocupado los cargos de magistrado suplente en la Sala de lo Penal de la Audiencia Nacional y es asesora de organismos internacionales en materia de droga y blanqueo de capitales. Su experiencia le ha permitido desarrollar su línea de investigación principal: el tratamiento legal de las drogas.


FOTO: MIGUEL ÁNGEL LEÓN

—Leo en la portada de su libro: “La guerra contra las drogas ilegales mata más que su consumo”. ¿No se habrá fumado un canuto?

—No. No me he fumado un porro, pero la realidad es esa. Un ejemplo. En seis años en México la guerra narco se ha saldado con 50.000 muertos. En seis años no hay 50.000 muertos como consecuencia del consumo de drogas.

—A finales del siglo XIX, Estados Unidos emprende una cruzada contra la droga, y la exporta al resto del mundo. Y yo que pensaba que todo se quedaba en la hamburguesa y la Coca-Cola.

—Pues no. Además, exportaron el prohibicionismo, lo sacaron de sus fronteras, se lo impusieron a otros países que son los que ponen la sangre, y de esa manera Estados Unidos plantea su situación hegemónica.

—Pero hubo un tiempo en que las drogas no estaban prohibidas. ¿Qué pasó?

—Pasó que se encontraron los moralistas que perseguían todas las drogas, los médicos que querían la exclusiva a la dispensación, los racistas que querían acabar con los chinos, los negros y los mejicanos porque consumían marihuana u opio. Y todos juntos pusieron en marcha el prohibicionismo.

—Usted denuncia el fracaso del prohibicionismo, que califica como “un instrumento salvaje e ineficaz” y “una parte importante del problema”.

—La prohibición no ha conseguido su meta, que era acabar con las drogas. Esa meta es imposible. Entonces, lo que hay que hacer es aprender a vivir con las drogas, reducir sus daños lo más posible y, desde luego, no asumir que se causen daños que no son consustanciales a su consumo.

—En contra de la legalización de las drogas se dice que acabaría con el crimen organizado pero que también aumentaría su consumo.

—Probablemente habría un inicial repunte no muy grande de consumo. Lo que ocurre es que los beneficios de reducir los daños para todos los consumidores compensaría perfectamente ese repunte.

—Usted opina, citando a Douglas Husak, que la utilización del derecho penal contra quienes consumen drogas es injusta.

—Es injusta e es inhumana. Encarcelar a un consumidor por el hecho de serlo es la peor estrategia que se puede utilizar. Por eso, la única estrategia es la reducción de daños, que es más humana.

—¿Con la legalización de la droga se minimizarían o desaparecerían los problemas que conlleva el tráfico prohibido?

—La gran mayoría, sí. El crimen organizado se debilitaría muchísimo, dejarían de circular venenos por las calles, existiría una dosificación correcta, al tener menos dinero los criminales tendrían menos capacidad de corrupción, y algunos estados, que hoy están embargados, empezarían a ser libres.

—¿Las razones que avalan la legalización de las drogas son las mismas que derogaron la Ley Seca en Estados Unidos?

—Son las mismas. Lo que ocurre es que ahora se presentan con muchísimas más intensidad. Aquel crimen organizado era un juego de niños al lado del que tenemos ahora.

—Concluye usted en su libro: “Legalizar no es perder la batalla, sino buscar otro escenario para ganarla; tampoco es perder el control, sino empezar a recuperarlo”.

—Efectivamente. Es que la ilegalización lo que quiere decir en la práctica es que no se controlan las drogas, ni sus efectos, ni su calidad, y que los únicos que mandan son los criminales. La legalización supondría que el estado intervendría en materia de drogas.

—Usted fue “número dos” con Baltasar Garzón en el Plan Nacional sobre Drogas. ¿Cómo ha vivido estos meses su proceso y su sentencia?

—Bueno, el proceso lo ha vivido con mucha angustia porque, a pesar de que no había ninguna razón para que se le hubiese perseguido, sin embargo estaba convencido de cuál iba a ser el final. Y la situación que viva ahora es la de un exiliado.

—Según esto, la pregunta es inevitable. ¿Qué cambiaría de la justicia en este país?

—Los últimos años.

Publicado en Diario Córdoba el 30 de junio de 2012
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martes, 21 de agosto de 2012

Blue Jeans: “Yo era el tímido que se enamoraba de la chica imposible”

Blue Jeans es Francisco de Paula Fernández, el Federico Moccia español. Con Canciones para Paula salta de las redes a las librerías con 250.000 lectores. Comenzó escribiendo novelas de misterio que nadie le publicó y estudió Periodismo, pero no alcanzó el éxito profesional que soñó. Ahora publica ¡Buenos días, princesa!, una novela protagonizada por seis adolescentes que han pasado de ser criaturas infelices a seres capaces de cualquier cosa.


FOTO: MIGUEL ÁNGEL LEÓN

—Su seudónimo es una canción del grupo Squeezer, además del nick que usaba en las redes. ¿No ha pensado en una marca de vaqueros que le sirva de sponsor?

—Bueno, los sponsors no me pagan ni un euro, ni los que nombro en el libro. Lo bueno de Blue Jeans es que, por lo menos, ya sé qué ponerme cuando voy a las firmas. Me facilitan el vestuario.

¡Buenos días, princesa! es un homenaje a su película favorita: La vida es bella. ¿Tan marcado le dejó Roberto Benigni?

—Pues sí. La verdad es que me dejó marcado porque, no sé, es un genio. Y aparte, el show que montó allí cuando le dieron el Óscar es algo que te impresiona.

—Capítulos cortos, diálogo, lenguaje de la calle y unas pócimas de amor. ¿Esa es la fórmula mágica para vender 250.000 ejemplares en tiempos de crisis?

—A mí me ha funcionado. Para mí, sí.

—La próxima novela no estará dirigida al público juvenil, sino al adulto. ¿Tan mal nos ve a los más mayorcitos que necesitamos recibir consejos a nuestra edad?

(Ríe). No sé. Ya hay muchos adultos que leen Canciones para Paula. Entonces vamos a utilizar treintañeros a ver si también funciona.

—Sus seguidores piden que se realice una serie de televisión con Canciones para Paula. ¿No le han llamado de ninguna productora?

—Sí, sí. Hay tres o cuatro que se han puesto en contacto conmigo, pero depende de la editorial. Pero sí que hay interés. Más que para una película, para una serie de televisión.

—Es inevitable su comparación con Federico Moccia. ¿En qué os parecéis, además de en las lectoras?

—Nos parecemos en que llevamos gorra y en que escribimos de amor. Y nos diferenciamos en que él ya es alcalde de un pueblo.

—Los libros de Moccia abarrotaron los puentes de candados como símbolo de amor eterno. ¿Por qué no se inventa usted algo y ponemos un negocio a medias?

(Ríe). Pues no estaría mal. No estaría nada mal poner un negocio a medias como los candados de Moccia, que han triunfado.

—Mario Vaquerizo, Blue Jeans o El Hombre de Negro. O estás en televisión o en las redes, o no existes. ¿Ese es el truco: el contacto con el público?

—En mi caso, sí. El contacto con el lector es lo principal, es lo fundamental.

—Escribía novelas de misterio y, como no le publicaban, optó por indagar en el mayor misterio de la humanidad: el amor en la adolescencia. ¿Se quedó pillado desde entonces?

—Sí, sí, sí. En la adolescencia, yo era el chico tímido que se enamoraba de la chica imposible.

—¿Cómo le cambia a uno el éxito en tiempos de crisis?

—A mí me ha venido bien para facturar y poder mudarme de piso a uno un poquito más grande.

—Se sienta a la mesa, se pone los auriculares y empieza a escribir hasta que la batería del ordenador le dice basta. ¿No es demasiado fácil?

—Eso es lo que parece, pero es muy difícil escribir.

—Estudió Periodismo, pero no consiguió en la profesión todo lo que soñaba. ¿No lo echa de menos?

—Si me llamaran para hacer partidos de fútbol, diría que sí.

Publicado por el Diario Córdoba el 21 de julio de 2012
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lunes, 20 de agosto de 2012

Situación laboral y producción informativa. El reto de los profesionales de la información

Rodolfo Serrano es un periodista a quien los periodistas de las nuevas generaciones no conocen. Eso sí, conocen a su hijo, el cantautor Ismael Serrano, para quien escribe la letra de alguna canción. Y también por una frase apócrifa que posiblemente escucharon de sus profesores o de su jefe de redacción cuando se iniciaron en el oficio y que le hizo famoso muy a su pesar. La inmortal frase decía así: “No digáis a mi madre que soy periodista, la pobre cree que soy pianista en un prostíbulo”.

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La frase, desde luego, es una descripción viva de aquel periodismo romántico que murió con los primeros años de la democracia. Ahora explica la historia de aquella frase en un libro que ha publicado con un título que no pasa desapercibido: Un oficio de fracasados. Libelo pro y contra el periodismo. El libro está plagado de anécdotas, de condenas y de nostalgia. A fin de cuentas, toda vida y todo libro de todo buen periodista es un plato que suele contener estos tres ingredientes.

Pero ese periodismo que describe Rodolfo Serrano en su libro, como tantos otros periodistas han hecho también, es una huida personal al pasado, a un tiempo pretérito que quizás comparta pocos puntos afines con el presente y ninguno con el tiempo futuro. Éste, como otros, es un libro que muestra las huellas por las que anduvieron otros periodistas, pero que, miradas hoy sin nostalgia, nos muestran las secuelas de un mundo que nunca supimos o creímos si fue mejor. Desde luego, el diagnóstico de nuestros días es bien diferente.

Las nuevas tecnologías de la información y la comunicación (NTIC) han obligado al periodista tradicional a una forma diametralmente distinta de hacer periodismo. Este desarrollo tecnológico ha puesto de manifiesto la aparición de nuevos medios. La profesión periodística atraviesa un momento de crisis, pero también de cambio y de oportunidades. Distintos informes muestran una radiografía de difícil diagnóstico y terapia.

De una encuesta realizada por la Asociación de la Prensa de Madrid en 2005 entre periodistas miembros de la FAPE, según se recoge en el Informe Anual de la Profesión Periodística 2005 (2005: 29), se deduce que el perfil medio del periodista en España es así: licenciado en Periodismo, que no desea cambiar de profesión (63,1 por ciento), con menos de 20 años de trabajo en los medios de comunicación y que considera la precariedad laboral y el intrusismo como las principales disfunciones de la profesión. Estos mismos profesionales (79 por ciento) consideran que la imagen social de la profesión es regular, mala o muy mala.

Otros estudios, con semejantes resultados, ponen de relieve que la precariedad laboral condiciona la autonomía e independencia de los profesionales y, como consecuencia, pone en peligro el libre ejercicio de los derechos sociales de la comunicación. La precariedad laboral, además, ha creado nuevas rutinas de trabajo en detrimento de la calidad informativa, que se sustentan en un mínimo manejo de fuentes –generalmente institucionales- en la elaboración de los textos, informaciones no contrastadas ni verificadas, un léxico cada vez más pobre y un uso muy limitado de géneros periodísticos. Tal vez ya es el momento de hacer un balance o, al menos, de acercarnos a esta realidad que puede amenazar el futuro y el ejercicio libre de esta profesión. Éste es quizás el reto de los nuevos profesionales de la información.

1. El periodista en el umbral del siglo XXI

Manuel Vicent (2006: 57) ha escrito: “Cuando dentro de 100 años los habitantes del futuro, que tal vez nacerán ya con las orejas puntiagudas, quieran saber cuáles fueron nuestros sueños y pasiones, por qué moríamos y matábamos, qué rostro tenían nuestros héroes y villanos, deberán conocer los nombres de los grandes testigos de esta época, que han sido y siguen siendo algunos periodistas. Como en el siglo de oro fueron los dramaturgos, en el XVIII los enciclopedistas y en el XIX los novelistas burgueses, el periodismo es el género literario que define nuestro tiempo”.

En efecto, los periodistas no han sido los protagonistas del siglo XX, pero sí han sido quienes han dado fe de cuanto ha acontecido en estos cien años y, posiblemente, de cuanto siga ocurriendo en el siglo XXI. Acaso los periodistas hayan dejado en sus testimonios escritos, orales y gráficos las huellas de una vida que se les fue sin que apenas tuvieran tiempo de atraparla con la pluma o con el flash, pero también, y por distintas razones que más adelante analizaremos, no supieron esbozar su propio perfil, el infierno de sus vidas y el paraíso de sus sueños, las horas de descanso u ocio truncadas frente a una vieja olivetti o frente al moderno ordenador; en fin, los días arrojados sin límites a los cestos de una profesión que todavía hoy idolatramos pero que cada vez más se nos muestra tal cual es.

Los profesionales de la información no han sabido estar a la altura de sus propias circunstancias, no han tomado conciencia de clase, han sucumbido a la precariedad laboral que, poco a poco, ha oxidando sus sueños de celuloide. Las empresas periodísticas les han arrinconado a la hora de definir qué tipo de periodismo es preferible hacer, han buscado mecanismos propios para la selección de su personal, a través de masters y cursos especializados promovidos por la propia empresa, obviando y marginando los títulos de los egresados de las facultades de Comunicación de toda España.

Enrique de Aguinaga (2000), por ejemplo, escribe que “el siglo XX ha estado recorrido, de cabo a rabo, por el debate de la profesionalización del ejercicio del periodismo, debate que todavía no ha llegado a una conclusión y conclusión que no se avizora, náufraga en un mar de confusiones”. Rodeada de ditirambos y dicterios, la profesión periodística es consecuencia de la aparición de la empresa periodística, fruto a su vez del desarrollo tecnológico y de la organización del trabajo periodístico, que desembocaría en la figura del periodista como trabajador asalariado. Hohenberg señala que la profesionalización del periodismo comienza hacia 1920 en Estados Unidos y a lo largo del periodo de entreguerras en Europa. Lejos ya de aquellos pedregosos caminos que alumbraban con sus escritos Eugenio Sellés y Juan Valera, entre otros, y adentrados ya en las amplias avenidas del siglo XXI no contamos aún con una definición legal de periodista. Papelista, escritor periódico, diarista, gacetero, gacetista, reportero, informador, redactor, comunicador. Como nos recuerda De Aguinaga, otros tantos sinónimos podrían valer.

Las opiniones al respecto y sobre el devenir de la profesión no encuentran consenso entre los investigadores. Fernández Areal y Canga Larequi son optimistas cuando miran al futuro. Carlos Soria (1992), sin embargo, entiende que la profesión, tal como la conocemos hoy, es una especie en vía de extinción y José Luis Martínez Albertos, pionero de esta visión apocalíptica de la profesión, ha profetizado que la prensa escrita desaparecerá en el año 2020 (1997: 23-24), que hay que redefinir el perfil del periodista y las exigencias profesionales de la comunicación, así como su formación académica; al mismo tiempo afirma que irán desapareciendo las pautas deontológicas propias del periodismo tal y como hoy lo entendemos (2001:24-25).

José Manuel Alonso (2003: 190) ha escrito: “Para entender todas estas dificultades es suficiente con recordar que después de tres siglos de existencia del ejercicio periodístico, y tras un siglo largo de asociacionismo de los periodistas, aún se habla –sin ponerse de acuerdo- de la necesidad de definir qué es ser periodista, y su profesionalización sigue ofreciendo dudas y diferencias según países y medios. Esto demuestra la necesidad de cuantos aquí estamos, los periodistas o los que vais a serlo, podamos unirnos para defender una profesión que, más que nunca, necesita del trabajo y la entrega de los profesionales…”.

Mejorar las condiciones laborales e incrementar la autonomía e independencia profesional de quienes trabajan en los medios pasa, antes que nada, señala Hugo Aznar, por reconocer que el periodismo es una profesión, una exigencia que aún en nuestros días es cuestión de debate. Como escribe este mismo autor, la complejidad del mundo actual requiere periodistas adecuadamente preparados. Como consecuencia, no se puede seguir afirmando que éstos no necesitan una preparación específica. Aznar (2005: 146) puntualiza en este sentido: “… a principios del siglo XX algunos intelectuales y periodistas comenzaron a percibir la correlación clara entre calidad del trabajo, compromiso ético y formación específica de los periodistas. A las puertas de las sociedades de la información del siglo XXI parece natural la exigencia de cualificación de los periodistas, tal y como la puede avalar un título universitario”.

Pero también es cierto que todavía queda por debatir si esa exigencia social debe convertirse también en una exigencia legal, como ocurre con otras profesiones, de manera que sea imprescindible poseer el título universitario correspondiente para ejercer de periodista, o bien si debe permanecer como una exigencia deontológica más de la profesión. En este sentido, Hugo Aznar advierte que la exigencia legal de titulación para ejercer el periodismo podría fomentar un cierto corporativismo profesional en el mundo de la comunicación (Aznar, 2005: 148-149).

No obstante, para este autor, la exigencia deontológica de titulación universitaria debería tener un efecto directo e inmediato en la mejora de las condiciones laborales y salariales de los periodistas. Desde luego, la situación actual del mercado laboral periodístico no está tan influida por el intrusismo como en ocasiones se afirma. España está a la cabeza del mundo en número de personas con formación en comunicación trabajando en los medios. Puede afirmarse, por tanto, que este aspecto de la profesionalización del periodismo está logrado. En cambio, los problemas relacionados con la precariedad y el deterioro sociolaboral de la profesión ocupan los primeros lugares en las encuestas y las investigaciones. Para Aznar (2005: 156), la definitiva profesionalización del periodismo, y como consecuencia su mejora ética, pasa por lograr un entorno sociolaboral estable y digno. Pero este logro no depende de exigir legalmente la titulación, sino en la existencia de organizaciones profesionales fuertes, capaces de aunar los intereses y demandas de todos los periodistas y de unir sus fuerzas por conseguir unas reivindicaciones comunes.

2. De la precariedad laboral

El papel protagonista del periodista en la producción informativa se fue reduciendo en España a partir de la década de los años ochenta, momento en el que también el deterioro laboral inicia su ascenso. Ningún estudio a nivel nacional nos muestra todavía datos concretos sobre la precariedad laboral en la profesión, pero algunas investigaciones dan fe de la situación, tales como las realizadas por la Asociación de la Prensa de Cádiz, la Asociación de la Prensa de Madrid, el Colegio de Periodistas de Cataluña, la Asociación de la Prensa de Aragón o la Facultad de Ciencias de la Comunicación de la Universidad de Santiago de Compostela.

Ya en el año 2000, la Organización Internacional del Trabajo (OIT), con ocasión de un simposio sobre tecnologías de la información celebrado en Ginebra, hizo público un documento informativo para el Coloquio sobre las relaciones de la información en las industrias de los medios de comunicación y del espectáculo: sus repercusiones en el empleo, las condiciones de trabajo y las relaciones laborales. Según este informe, en España, a pesar de que ha habido un descenso en la fuerza laboral en los diarios en un 15%, entre 1992 y 1994, “el porcentaje de personal dedicado a la redacción ha subido del 37 al 46% y la proporción de mujeres aumentó del 27 al 29,5%”. Muestra el informe cómo el exceso de información se ha convertido en un riesgo profesional para los periodistas a tiempo completo. El correo electrónico es el principal culpable, pues los buzones electrónicos reciben un flujo constante de datos, comunicados de prensa, publicaciones en red, memorandos internos y cartas a los lectores. El dato más extraordinario del informe de la OIT es que no sólo bajó el número de trabajadores que se necesitan en una redacción, sino que estos profesionales se enfrentan cada día a nuevos retos profesionales y nuevas rutinas de trabajo: se encargan de clasificar temas o preparar guiones para distintos tipos de formatos, como la radio, la televisión y la red, y para diferentes medios (López Hidalgo y Mellado Ruiz, 2006: 162).

Desde la realización de este informe de la OIT hasta el último estudio publicado sobre la realidad profesional de los periodistas, la situación se ha deteriorado considerablemente, y de momento no se vislumbran parámetros que permitan observar con esperanza un futuro mejor. Pedro Farias (Farias Batle: 2005: 19), sin embargo, es más optimista, y entiende que nunca como hoy “el profesional de la información ha tenido mayor consideración social”. Y añade que esto se pone de manifiesto en la aparición de nuevos medios, en el auge de la comunicación y en la creciente demanda de los estudios de Periodismo. Según Farias, debemos entender la actual crisis profesional “como una situación de cambio y oportunidad”, en tanto que el escenario mediático está sometido a profundas transformaciones: se multiplican los periódicos gratuitos y se pone en marcha el marco legal que afectará a la regulación y emisiones de televisión con la entrada en el mercado de nuevos operadores y nuevos medios.

No obstante, el Informe Anual de la Profesión Periodística 2005 elaborado por la Asociación de la Prensa de Madrid muestra a los cuatro vientos una situación insostenible: un 79 por ciento de los encuestados entienden que la imagen pública de los periodistas es regular, mala o muy mala; consideran el intrusismo como una de las principales disfunciones, pero para la mayoría de los periodistas los principales problemas de la profesión son la precariedad laboral y la falta de códigos. Para los encuestados, la radio es el medio de mayor credibilidad. El estudio detecta también un alto grado de satisfacción en el desempeño de la profesión, pues ninguno la dejaría, aunque sí cambiaría de medio. Pero, sobre todo, consideran necesario defender su imagen pública denunciando las actividades que la perjudican.

Algunos otros datos ayudan a ver una radiografía de la profesión más concreta. Por ejemplo, cada día es más frecuente el contrato indefinido (68,8 por ciento), aunque también gana terreno la opción de los autónomos (11,5 por ciento). Pero además se observa un descenso acusado de los contratos temporales y de colaboración. La movilidad en el seno de la profesión continúa siendo alta, pues la mayoría de los encuestados no sobrepasa los 20 años de antigüedad en su actual medio. La televisión y la prensa ocupan a más de la mitad de los profesionales de la Federación de Asociaciones de la Prensa de España (FAPE) (52,3 por ciento). Los empleados en gabinetes de prensa suponen un 16,7 por ciento, por delante de los que trabajan en revistas (14,2 por ciento) y radio (12,5 por ciento). Los profesionales ocupados en agencias de noticias e internet son, respectivamente, un 6,2 por ciento y un 5,2 por ciento del total.

Pero las graves preocupaciones de los profesionales no han variado respecto a años anteriores y respecto a otros sondeos ya conocidos, y éstas son la precariedad (63,6 por ciento), el intrusismo (48,6 por ciento), la baja remuneración (33,2 por ciento) y el paro (21,4 por ciento). Curiosamente el intrusismo crece como una de las principales disfunciones de la profesión, pero también el hecho de que estudiantes y becarios realicen tareas propias del personal contratado. Hoy a los periodistas les preocupa más la falta de códigos éticos que hace un año, pero también, aunque en menor porcentaje, los periodistas muestran su preocupación por el paro, la limitación de la libertad de expresión, la inseguridad profesional, la escasa organización profesional y la baja rotación y promoción de plantillas. Pero a estos problemas también unen ahora la falta de promoción profesional, la formación y la preparación de los periodistas, la falta de independencia respecto a los partidos y las instituciones y la credibilidad de los periodistas.

3. La presencia de las mujeres en la profesión

Hablamos hasta ahora de periodistas en general. Pero ¿cuál es la situación de la mujer? A nivel mundial, el 41% de los periodistas son mujeres. A nivel de Latinoamérica, el 60% de los estudiantes de programas de Periodismo también son mujeres. En España, al igual que en Andalucía, llama la atención el número de mujeres que se han incorporado a la profesión en los últimos años, pero desgraciadamente esta situación ha coincidido con el deterioro en la calidad del trabajo y con un descrédito profesional cada vez mayor. Las mujeres representan ya el 43% de los profesionales en activo. Sin embargo, el número de cargos directivos en empresas periodísticas no se corresponde con este porcentaje de presencia femenina en la profesión.

Respecto a la situación concreta que se vive en la televisión autonómica andaluza, Ana Jorge Alonso (2004: 205) escribió en su libro Mujeres en los medios, mujeres de los medios, publicado en 2004: “La práctica ausencia de las mujeres en los puestos que comportan capacidad de decisión sobre la programación mantiene una situación de dominio masculino casi absoluto en la esfera más decisiva de toma de decisiones sobre la programación. Al margen de una mayor participación femenina en la elaboración de informativos, la presencia testimonial de mujeres en las tareas de realización y como operadoras de cámara implica una traducción mediada de la realidad a imágenes desde un enfoque masculino. La presencia mayoritaria de imágenes masculinas en la programación andaluza, abrumadora en algunos espacios, como los de información deportiva, guarda correspondencia con la escasez de mujeres que participan en los procesos de toma de decisiones en la televisión autonómica andaluza”.

Hay que observar, no obstante, que esta situación se ha ido corrigiendo en los últimos años, hasta el punto de que en nuestros días la dirección de los dos canales televisivos está en manos de mujeres. La redacción de Canal Sur Televisión en 2003 la integraban 181 profesionales, de los que 101 eran hombres y 80 mujeres. Y en Canal Sur Radio -de un total de 96- 43 eran hombres y 53 mujeres. Lo que significa un 44,6% de mujeres en el primer caso y un 55,2% en el segundo. Hasta final de 2004, las redacciones de estos medios han crecido un 14% y un 11,2% respectivamente, pero también ha crecido el porcentaje de redactoras, que se sitúa en la actualidad en un 46% en el caso de la televisión y en un 55,6% en la radio pública autonómica.

La conclusión es clara: el número de mujeres periodistas que acceden al mercado de trabajo es cada vez mayor que el de hombres. La situación tampoco varía entre los estudiantes matriculados en las facultades de Comunicación de Andalucía y del resto del país. Y de este panorama es lógico deducir que el porcentaje de mujeres en las redacciones de los medios de comunicación irá creciendo de manera paulatina, así como el porcentaje de puestos de responsabilidad en manos de mujeres.

Aunque éste es el paisaje que se dibuja en un horizonte muy próximo, tampoco podemos suscribir las palabras de Carmen Morillo (2005: 10), miembro del Consejo Audiovisual de Andalucía, cuando afirma que uno de cada tres periodistas hombres encuentra su primer empleo a través de familiares, amigos o conocidos, mientras las mujeres acceden mediante prácticas, becas, oficinas de empleo o el envío de currículo. Pero, desgraciadamente, la precariedad laboral no conoce género.

4. Una situación que se ha mantenido oculta

En cualquier caso, la pregunta es inevitable. ¿Desde cuándo es ésta la situación y qué fórmulas son válidas para hallar una solución? Como bien recuerda José Alonso Seco (2003: 90), el periodista en España nunca tuvo conciencia de clase ni luchó por sus derechos laborales. En este sentido, ha escrito: “La situación de los periodistas siempre se ha mantenido oculta y sólo ha estallado la polémica, hasta cierto punto –y sin mayores consecuencias-, con motivo de la Guerra de Irak y la muerte de Julio Anguita Parrado y José Couso”. Anguita Parrado fue corresponsal para el diario El Mundo sin estar en plantilla. Couso era trabajador autónomo en Atlas, contrata responsable de los servicios informativos de la cadena Telecinco. El 12 de abril de 2003, la Federación de Sindicatos de Periodistas (FeSP) denunció en un comunicado que, con la misma precariedad e inseguridad laboral que Couso y Anguita Parrado, trabajaban alrededor del 47 por ciento de los informadores en España y “si gran parte de la opinión pública lo desconoce es por la cortina de silencio que los propios medios extienden sobre nuestras reivindicaciones”.

Los periodistas, en efecto, muestran una incoherente resistencia a la organización y participación tanto en la vida política como sindical. El argumento esbozado en demasiadas ocasiones de que la independencia y la neutralidad del periodista es su mejor pasaporte para viajar por la profesión, posiblemente ya haya caducado. Los índices de afiliación a sindicatos son ridículos. Para colmo, los sindicatos de clase y los sindicatos profesionales de periodistas se enfrentan entre sí buscando huéspedes en este mercado lacrado. La existencia, además, de múltiples organizaciones –sindicatos, asociaciones de la prensa, colegios de periodistas, asociaciones de periodistas especializados o agrupaciones independientes- muestra un mapa confuso de intereses y de soluciones.

El problema, además, se prolonga en que los colegios de periodistas carecen, como les ocurre a las asociaciones de la prensa, de la capacidad legal y negociadora que poseen los sindicatos en el plano laboral, por lo que la labor de colegios y asociaciones se ha de complementar con la de éstos últimos.

Francisco Sierra (2005) ha escrito: “En efecto, España es uno de los pocos países europeos en los que la protección de los informadores brilla por su ausencia. No existen marcos reguladores para la defensa del derecho a la información”. Es cierto, y esta situación ha hecho que la precariedad laboral avance sin tropiezos por las arenas de la profesión. Pero tampoco los profesionales europeos han escapado a la red de la precariedad laboral. Los periodistas italianos han protagonizado en los últimos años algunas movilizaciones. En 2000 fueron más de cinco las huelgas realizadas por la Federación Nacional de la Prensa, con 11.000 profesionales afiliados por el incremento de la precariedad con las nuevas tecnologías. El 11 de abril de 2001 se cerraba un año de huelgas para la firma del convenio y cláusulas que regulan la situación de los colaboradores. En noviembre de 2002 los problemas de la concentración y la falta de libertad paralizaron con una nueva huelga el sector. El 10 de junio de 2003 Italia no recibía noticias durante 24 horas en protesta por la política de medios de comunicación del presidente Silvio Berlusconi (Alonso Seco: 3003, 94). También a finales de abril de 2006 volvían a manifestarse los periodistas italianos por la misma razón: contra la precariedad laboral y a favor de contratos dignos.

Los periodistas franceses también se han movilizado y dejaron a sus vecinos sin prensa en 1996 y 1998 por la supresión de beneficios fiscales. El 22 de octubre de 1999 Marruecos vivía la primera huelga de periodistas de su historia relacionada con la aplicación del convenio y también hubo movilizaciones de periodistas en Egipto (1995), Suecia (1996) y Grecia (1995), entre otros países del mundo (Alonso Seco: 2003: 20). Pero no en España.

Parece que aquí no ocurre nada, que el periodista no es capaz de analizar su propia realidad y mucho menos hacer frente a esta situación. La única huelga de periodistas en España data del año 1919. En los últimos años, los periodistas españoles no se han movilizado. Sólo en los medios públicos, donde los sindicatos están mejor representados, los profesionales se han mostrado más fuertes. En este sentido, José Alonso Seco señala (2003: 95): “No es casual que sea en los medios públicos donde más frecuentemente son las movilizaciones, ya que la precariedad es más grave en los privados. En cualquier caso, no parece probable que quienes peor se encuentran laboralmente puedan participar en cualquier iniciativa coordinada en defensa de sus intereses. Tienen poco que perder, pero temen perderlo”.

5. El corporativismo en España

En España no hay corporativismo en la profesión y, como añadiría José Alonso Seco, “ni siquiera frente a sus graves condiciones laborales” (2003: 95). Los distintos estudios realizados hasta el momento muestran un bajo índice de afiliación. Periodistas de Cádiz. Informe sociológico sobre la profesión periodística en la provincia de Cádiz (2004: 71) señala que la afiliación a un sindicato está relacionada con la edad. Es decir, cuanta más edad tiene el periodista o más años lleve en la profesión, se detecta un mayor nivel de sindicación. Hay cuatro veces más afiliados en los medios públicos que en los privados y se da una mayor afiliación en la radio y en la televisión y menor en la prensa escrita. La afiliación corre pareja con la existencia o no de convenio en la empresa donde se trabaja. El 8% de los periodistas encuestados ha sido o es representante laboral en su empresa.

En el informe Periodistas locales elaborado por la profesora de la Universidad del País Vasco María José Cantalapiedra, el 88% de los encuestados responde que no está afiliado a ningún sindicato ni colegio profesional y esgrime dos razones. Primera: desconfianza en la utilidad de estar afiliado. Segunda: muchos periodistas no quieren que se les vincule a ninguna opción política. Asimismo, el Informe Anual de la Profesión Periodística 2005 elaborado por la Asociación de la Prensa de Madrid muestra que el 80,3% de los periodistas entiende que el nivel de sindicación y organización no es el adecuado (2005: 35).

Sin lugar a dudas, esta falta de corporativismo, que se traduce en una baja afiliación sindical, se muestra como uno de los grandes vacíos a complementar para dirigir a buen rumbo el futuro de la profesión. El 20 de junio de 2006, con motivo del centenario del nacimiento de la Asociación de la Prensa de Málaga, el presidente de la Junta de Andalucía, Manuel Chaves, hizo mención a la iniciativa del acuerdo alcanzado por la Federación Española de Asociaciones de la Prensa de España (FAPE) y la Federación de Asociaciones de la Prensa de Andalucía (FAAP) con los sindicatos CC OO y UGT para luchar contra la precariedad laboral. Pero también fue contundente al respecto: “… sin duda, la manera más eficaz de combatir la precariedad es la que ha sido siempre: me refiero a la unidad, a la sindicación, a la asociación. Sé que no cuentan con una tradición muy sólida ni una aceptación muy generalizada entre los periodistas españoles, pero les seré sincero: no se me ocurre nada mejor”.

6. Precariedad laboral y producción periodística

La situación profesional todavía se agrava más, pues la precariedad laboral condiciona los códigos éticos del periodista pero también las rutinas de trabajo en la elaboración de las informaciones. Las nuevas tecnologías, como ya se ha dicho, han incidido agravando y cercenando aún más la calidad de la producción periodística. En marzo de 2006 el corresponsal del diario ABC en Washington, Pedro Rodríguez, informaba de un ambicioso estudio realizado por un instituto norteamericano asociado a la Universidad de Columbia. Una de sus conclusiones decía que aumenta el número de medios de comunicación gracias a Internet, pero al mismo tiempo decrecen los contenidos originales y las coberturas periodísticas en profundidad. Y añadía que esta paradoja está basada en un círculo vicioso en el que los medios reaccionan ante menores ingresos congelando las plantillas y los presupuestos de sus respectivas redacciones.

La precariedad laboral a la que se enfrentan muchos trabajadores de los medios de comunicación y el uso que las empresas hacen de los becarios ponen en peligro la calidad de la información, pues, como ya se ha dicho, se ofrece un producto que carece del adecuado proceso informativo. Como consecuencia, no sólo hablamos de procesos de explotación laboral, sino de atentados contra la calidad informativa. Joseph Carles Rius, subdirector de La Vanguardia, se ha lamentado de que las empresas periodísticas se aprovechen del exceso de oferta para conseguir mano de obra barata en situaciones de clara explotación de salarios y horarios de trabajo. A esta masiva demanda, desde luego, no ayuda la concentración de medios de comunicación, pues cierra los espacios a nuevas incorporaciones y estrecha los márgenes de libertad de expresión.

De cualquier manera, los efectos de esta precariedad laboral son patentes en otros muchos aspectos, tal como ya denunció en su Manifiesto Fundacional el Sindicato de Periodistas de Madrid. En muchas empresas periodísticas no existe convenio colectivo y sus ordenanzas laborales son obsoletas; la jornada laboral no se respeta de manera sistemática y los colaboradores y freelances se ven a menudo forzados a trabajar sin contrato y sin cobertura legal alguna. A estas circunstancias hay que sumar otras necesidades: la regulación de las prácticas de licenciados y no licenciados y de la actividad de los horarios universitarios; la regulación de la figura del periodista al servicio de las Administraciones Públicas; la regulación y cumplimiento de los derechos de autor de todos los periodistas; defensa de la existencia de medios públicos de comunicación, de su objetividad y pluralismo informativos y de un sistema transparente y profesional de acceso a los puestos de trabajo; Consejos de Redacción, regulados por Estatutos de Redacción, en los medios de comunicación y vigencia de un Código Deontológico.

A esta situación descrita, la OPI (2000), en su informe Radiografía de la profesión periodística, advierte de que la precariedad laboral facilita el control ideológico de los profesionales: “Ante la debilidad de la relación contractual, el periodista puede verse forzado, y de hecho se ve forzado, a escribir al dictado, bajo presiones políticas y económicas. El periodista termina por convertirse en un periférico más del ordenador con el que trabaja. Los criterios profesionales y deberes éticos de los periodistas son pisoteados cada día en la antesala de la redacción”. Como consecuencia, la conclusión final, según la OPI, es que el ciudadano no recibe información, sino desinformación y manipulación.

El 3 de mayo de 1996 la FIP celebraba el Día Internacional de la Libertad de Expresión destacando en París con un eslogan que no daba lugar a dudas: “No puede haber libertad de prensa si los periodistas trabajan en condiciones de pobreza, corrupción y miedo”. Todavía hoy, en muchos países del mundo, los periodistas luchan por uno de los derechos más básicos como es la libertad de expresión y no sufrir represalias por ello. Pero en las sociedades democráticas la libertad de expresión encuentra en las condiciones laborales de los periodistas un obstáculo incuestionable si pretendemos que la salud de la profesión no se deteriore todavía más. La precariedad laboral no sólo deteriora la calidad de la producción informativa, sino que también promociona los mecanismos de corrupción. En México, se ha creado una figura que no tiene paralelismo en ningún otro país. Se tarta de la Fiscalía Especial para la Atención de Delitos cometidos contra Periodistas. Este organismo no sólo estudia los casos de periodistas asesinados o amenazados en el país y los distintos métodos de atentar contra la vida y la profesionalidad de los periodistas, sino también las corruptelas y sobornos en los que los profesionales se ven voluntariamente sumergidos como consecuencia de la precariedad laboral.

7. “Mi precariedad es tu desinformación”

Silvia Pellegrini (1989: 74) muestra con rotundidad que el trabajo del periodista y su papel en la sociedad no es otro que “inquirir, recolectar, elaborar, transmitir y recibir la imagen procesada de un hecho real, comprobable, situada en el tiempo y el espacio, que implique alguna modificación de interés para la vida social y que posibilite a los seres humanos ratificar o modificar su actuar, sentir u opinar libremente”. No obstante, y a tenor de cuanto se ha expuesto, cabe preguntarse si hoy los periodistas pueden ejercer la profesión en las condiciones que esgrime Pellegrini. Desgraciadamente, el horizonte hacia donde nos dirigimos no nos permite ser optimistas. Una frase reivindicativa del Sindicato de Periodistas de Andalucía (SPA) y de la Federación de Sindicatos de Periodistas (FeSP) reza así: “Mi precariedad es tu desinformación”.

Hispanoamérica tampoco escapa a este desalentador paisaje. Óscar Ordóñez (2005), en un trabajo en el que encuestó a 182 periodistas de once países latinoamericanos, expone algunas conclusiones que no nos son ajenas. La mayoría de los periodistas de América Latina (84%) trabajan contra el tiempo y disponen de menos de cuatro horas para entregar sus notas de prensa, por lo que apenas tienen tiempo para elaborar una información bien fundamentada. Son periodistas de escritorio más que de calle. El 56 % de su tiempo de trabajo lo pasan en la oficina. Su jornada laboral se puede extender incluso a doce horas de trabajo continuo. Casi todos prefieren la entrevista exclusiva como fuente primordial de información, por encima de la rueda de prensa o los documentos que existan sobre un determinado tema. La tendencia revela, pues, que tenemos periodistas de escritorio. De ahí que su cansancio sea consecuencia de las largas horas de trabajo que permanecen frente a sus ordenadores.

La situación en España, aún a falta de estudios concretos, no debe variar demasiado. Pero hay otro factor que incide considerablemente en las rutinas de trabajo de los periodistas y, sobre todo, en su credibilidad. Hablamos del periodismo de declaraciones, de un periodismo programado en el que el aspecto imprevisible que define a la noticia luce por su ausencia. Aún es peor si se trata de cubrir una conferencia de prensa en la que no hay preguntas, en la que el periodista no tiene nada que preguntar y, como consecuencia, nada que decir. José Miguel Larraya (2006: 17) ha escrito: “El ejemplo más sangrante, que se reitera en todos los ámbitos de la vida pública, es el de las conferencias de prensa sin preguntas. Algo así como ser invitado a un banquete para ver cómo come la mesa presidencial. Y lo mejor de todo es que esa ceremonia mediática se llena de micrófonos de periodistas que asisten y cámaras que registran el acto. No encontramos estudios que documenten el origen de este sucedáneo de periodismo, pero puedo dar fe de que se practica en todo el espectro político”. Y añade: “Las ruedas de prensa sin preguntas son, como las cervezas sin alcohol, una necesidad del mercado”.

Todos estos factores inciden, obviamente, no sólo en el deterioro de la profesión, sino también en la falta de credibilidad que ofrecen los periodistas. Las nuevas tecnologías abren otras posibilidades de llegar al ciudadano y los medios de comunicación ensayan también nuevas fórmulas para que sus gastos no sean una merma económica ni supongan otros costes añadidos. Por ejemplo, Soledad Puente (1999), directora de la Escuela de Periodismo de la Universidad Católica de Chile, cuestiona el papel del periodista cuando Internet sea una alternativa de comunicación verdaderamente masiva. Para Puente, 1998 fue el año en que pudimos comprobar ya cómo las fuentes informativas usaron este medio para tomar contacto directo con los usuarios, informaciones que llegaron al público antes que a los medios tradicionales, pseudoperiodistas con espacios más visitados que otros medios de prestigio, páginas con maneras propias de combinar la información y las potencialidades de Internet, y medios tradicionales “apostando acerca de su papel frente a esta nueva tecnología”. Como botón de muestra cabe recordar que la semana del 9 de noviembre de 1998 el príncipe Carlos de Inglaterra abrió su portal oficial en Internet con 354 páginas de información. El primer día tuvo 1.750.000 visitas de todas partes del mundo.

Como consecuencia, la red permite a la fuente informativa convertirse en medio, tomar la labor informativa en sus manos de acuerdo con sus propios objetivos, de manera que la información fluye directamente de las autoridades a sus ciudadanos. Sin embargo, esta alternativa, según Soledad Puente, plantea al ciudadano el problema de la desinformación, pues la experiencia profesional indica que las autoridades no publican aquello que les perjudica. Y concluye: “La evaluación corresponde al periodista. La selección también. Alguien con experiencia y conocimiento debe señalar al público qué parte de la información difundida por la fuente tiene valor para la toma de decisiones”.

A la situación laboral que padece, hay que sumar este otro aspecto: el papel del periodista queda en entredicho, porque la información vive una nueva revolución y los medios ofrecen sus espacios a los contenidos creados por la gente de la calle. Bárbara Celis (2006: 43) , en “Todos somos periodistas” ha escrito: “El concepto wiki –base de la enciclopedia on line más consultada del planeta, Wikipedia- consiste en crear páginas webs en las que los internautas pueden escribir, corregir o editar contenidos. Como con el software libre Linux. De esta forma se facilita la escritura colaborativa. Y en un mundo que está viendo cómo el ciudadano corriente se transforma en productor de noticias, parece más pertinente que el encuentro del periodismo ciudadano se celebre al amparo del universo wiki. Si se democratiza el conocimiento hasta el punto de que todo el saber humano está al alcance de un click, ¿por qué no tratar a cualquiera como periodista si existen las herramientas para poder ejercer como tal?”

Bárbara Celis recoge en su reportaje unas declaraciones de David Sifry, fundador de Technorati. Dice que él ha visto a través de un buscador creado en 2002 cómo en el último año los blogs han crecido de 13 a 150 millones. Y algunos, como Ohmynews.com, cuentan con 40.000 colaboradores repartidos por todo el mundo. Dice Sifry: “Muchos blogs son capaces de producir informaciones tan elaboradas y bien hechas como las de los grandes medios. También hay mucha basura, pero cuando la oferta crece tanto, también hay mucho más donde elegir. Y en cuanto las herramientas para la creación de vídeos se simplifiquen un poquito más, lo que ha ocurrido con los blogs, que ya han dejado de ser despreciados por la prensa tradicional para pasar a tomar un papel relevante en la información, podría llegar a ocurrir con los video blogs”. Por el contrario, Dan Gillmor, director del Center for Citizen Media, considera que la prensa tradicional va a seguir siendo necesaria: “Los bloggers no quieren sustituir a los periodistas. Lo que pasa es que todos tenemos historias que contar. Y es inherente al ser humano el querer hacerlo. Pero los periodistas deberían celebrar la participación ciudadana en la creación de noticias y preocuparse más bien por el futuro de la publicidad, ya que viven de los anunciantes y ellos son los que realmente les pueden hacer daño buscando audiencias en nuevas plataformas”.

Koldo Meso y Díaz Noci (2005) también comparten este principio de que los medios de comunicación y los periodistas tradicionales han perdido su monopolio sobre la función informativa. De manera que, por primera vez, “el periodismo profesional ve que se le escapa la gestión del espacio público y que tiene que compartirlo con cualquier ciudadano de a pie; gente que no duda en utilizar un sinfín de herramientas a su alcance para escribir con plena libertad sobre cualquier materia”.

Estos autores recuerdan que, a finales de este mes de enero, el rotativo bilbaíno El Correo se convirtió en el primer diario en invitar a sus lectores, además de a leerlo, a escribirlo. Desde sus páginas, se animaba a los lectores a opinar, quejarse, sugerir temas, hacer críticas de cine, escribir noticias. Pero no sólo eso: también a anunciar sus fiestas, mostrar sus fotos, localizar a una vieja amistad, pedir ayuda o entrevistar a un famoso.

Puede parecer un disparate, pero no lo es. Las nuevas tecnologías facilitan no sólo el acceso más rápido y ágil a la información, sino también el hecho de que el propio lector se convierta en periodista desde el insólito e inesperado escenario de los hechos, bien cuando cruza las calles de Nueva York y dos aviones se estrellan contra las Torres Gemelas o bien cuando el descanso estival en un país asiático le sorprende con los estragos de un tsunami. La noticia exclusiva, a diferencia de la rueda de prensa, no se puede programar para un día concreto con el objetivo de convocar a los periodistas.

Desde luego, hay otro factor que también influye y es que la gente comienza a sentirse insatisfecha con el contenido de los medios tradicionales. Algunas investigaciones demuestran que los reporteros españoles han evolucionado hacia un periodismo menos informativo, más trivial y sensacionalista, en el que la investigación queda relegada a un lugar secundario. Además, buena parte de la información que se publica en los medios procede de agencias de noticias, de oficinas de prensa de las administraciones o instituciones y distintos centros de documentación.

Pero la nota de color más insólita en este paisaje nos la ha contado Andrés Aguayo (2006: 10). Al parecer un ordenador puede escribir noticias económicas en 0,3 segundos. Aguayo escribe: “Se acabaron las excusas para el reportero que no acaba su artículo a tiempo. La máquina lo hará más rápido que él y sin errores. Thomson Financial, una empresa financiera estadounidense, utiliza desde marzo de este año un software que elabora noticias económicas sobre los resultados de una compañía tres décimas de segundo después de que se dan a conocer”. Esta noticia fue publicada el 12 de agosto de 2006 y redactada totalmente por el programa de Thomson: “”Wall Street espera que las ganancias de Royal Caribbean Cruises (RCC) para el tercer trimestre sean menores que las proyectadas, con un precio de acción promedio de 1,56 dólares. Los analistas estiman que las ganancias promedio de RCC serán de 1.624 millones de dólares. El consenso de los analistas es de comprar acciones en esta compañía”. El teletipo incluía además los pronósticos para los próximos meses sobre las fluctuaciones en el precio de las acciones, el historial financiero de la compañía y el análisis de la fiabilidad de las predicciones de Thomson sobre esa compañía durante los últimos años.

La pregunta se hace inevitable: ¿Sustituirán las máquinas a los periodistas? Santiago Pérez, corresponsal de la agencia Dow Jones para España y Portugal, es contundente: “Nunca. Aunque en el mundo bursátil, incluidas las noticias, se tiende a la automatización, siempre se necesitarán periodistas para analizar los datos y las tendencias futuras, en particular si es información que una empresa no esté particularmente interesada en dar a conocer” (Aguayo, 2006: 10).

8. A modo de conclusión

Con toda probabilidad las máquinas no podrán sustituir al periodista, pero ciertamente las nuevas tecnologías tampoco ayudan a que el ejercicio del periodismo se fundamente en la verificación de hechos, contraste de fuentes informativas y publicación de noticias ciertas y novedosas. Las empresas informativas sólo buscan un espacio en el mercado y su fin ya no es la defensa de los derechos sociales de la comunicación, sino los beneficios rápidos y jugosos que ofrece la coyuntura económica. Por eso no cuenta con los profesionales a la hora de definir su estrategia informativa. El periodista, lejos de luchar por su papel protagonista en esta carrera de fondo, ha quedado relegado en una esquina de la redacción. La precariedad laboral ha minado su iniciativa profesional, ha creado rutinas de trabajo en las que la iniciativa del profesional destaca por su ausencia: conferencias de prensa sin preguntas, periodismo de declaraciones, noticias programadas. El periodista, sin tiempo libre y sin conciencia de clase, sin estar afiliado a organización alguna, se pierde en un panorama que le han diseñado, y no precisamente a su medida. José Miguel Larraya se pregunta: “¿La solución? Hacer periodismo”. Posiblemente ahí esté la clave. En que sin habernos dado cuenta, aún sigamos hablando de una profesión que se nos escapa por los descosidos del pasado sin que todavía seamos capaces de advertir los peligros que nos conducen al futuro. Porque si no actuamos a tiempo y unidos, concienciados de nuestros problemas, podemos correr el riesgo un día de mentir conscientemente a nuestras madres, como ya nos recordó Rodolfo Serrano, y hacerlas creer que aporreamos el piano sin piedad en un prostíbulo cualquiera.

9. Reseñas bibliográficas y hemerográficas
  • AA. VV. (2004): Periodistas en Cádiz. Informe sociológico sobre la profesión periodística en la provincia de Cádiz. Asociación de la Prensa de Cádiz, Cádiz
  • AA. VV. (2005): Informe Anual de la Profesión Periodística 2005. Asociación de la Prensa de Madrid, Madrid
  • ALONSO, José Manuel (2003): “La Asociación de Periodistas de Bizcaia” en LARRAÑAGA ZUBIRARETA, José y DÍAZ NOCI, Javier (coords.): El periodista ante el mercado laboral. Universidad del País Vasco, Guipúzcoa, pp.183-196
  • ALONSO SECO, José (2003): “El mejor oficio, si se deja a tiempo” en LARRAÑAGA ZUBIZARRETA, José y DÍAZ NOCI, Javier (coords.): El periodista ante el mercado laboral. Universidad del País Vasco, pp. 83-97
  • CELIS, Bárbara (2006): “Todos somos periodistas” en El País, Madrid, 4 de agosto, pp. 43 y 44
  • AZNAR, Hugo (2005): Comunicación responsable. La autorregulación de los medios. Ariel, Barcelona
  • DE AGUINAGA, Enrique (2000): “El periodista en el umbral del siglo XXI” en http://saladeprensa.org/art157.htm (08/10/2005)
  • FARIAS BATLE, Pedro (2005): “La profesión periodística en 2005” en AA. VV.: Informe Anual de la Profesión Periodística 2005. Asociación de la Prensa de Madrid, Madrid, pp. 19-23
  • JORGE ALONSO, Ana (2004): Mujeres en los medios, mujeres de los medios. Imagen y presencia femenina en las televisiones públicas: Canal Sur TV. Icaria Editorial, Málaga
  • LARRAYA, José Miguel (2006): “Figurantes” en El País, Madrid, 29 de octubre
  • LÓPEZ HIDALGO, Antonio (2005): El periodista en su soledad. De cómo la precariedad en el trabajo condiciona la ética y la independencia del profesional, y otras respuestas sin pregunta. Comunicación Social Ediciones y Publicaciones, Sevilla
  • LÓPEZ HIDALGO, Antonio y MELLADO RUIZ, Claudia (2006): “Periodistas atrapados en la Red: rutinas de trabajo y situación laboral” en Estudios sobre el mensaje periodístico. Publicaciones de la Universidad Complutense de Madrid, Madrid, pp. 161-170
  • MARTÍNEZ ALBERTOS, José Luis (1997): El ocaso del periodismo. Barcelona, CISM
  • MARTÍNEZ ALBERTOS, José Luis (2001): “El mensaje periodístico en la prensa digital” en Estudios sobre el mensaje periodístico, 7. Madrid, Servicios de Publicaciones de la Universidad Complutense, pp. 19-32
  • MORILLO, Carmen (2005): “La exclusión de las periodistas” en el suplemento Andalucía de El País, p. 10
  • ÓRDOÑEZ A., Óscar (2005): “Hábitos profesionales de los periodistas latinoamericanos” en http://saladeprensa.org/art613.htm (28/08/2006)
  • PELLEGRINI, Silvia (1989): Políticas de comunicación. Colección Actualidad e Información, Escuela de Periodismo de la Universidad Católica de Chile, Santiago
  • Radiografía de la profesión periodística en http://opinar.net/2000/n1/igyo08.htm (25/09/2006)
  • PUENETE V., Soledad: “Qué es ser periodista en la era de Internet” en http://pulso.org/Español/Archivo/sociedad.htm (05/10/05)
  • SIERRA CABALLERO, Francisco (2005): Informe sobre condiciones del empleo y producción informativa en España. La situación sociolaboral de los periodistas. Inédito
  • SORIA, Carlos (1992): “Los periodistas son una especie en vías de extinción” en Diario 16, Madrid, 30 de junio
  • VICENT, Manuel (2006) “El periodismo, clave del siglo XX” en El País, Madrid, 5 de mayo
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domingo, 19 de agosto de 2012

Ana Fernández: “De adolescente no sabía qué hacer con tanta hormona”

Con Solas, de Benito Zambrano, ganó el Goya a la Mejor Actriz Revelación. Después trabajó con Garci, Almodóvar o Antonio Hernández. Ahora vuelve al cine con Los niños salvajes, la nueva película de Patricia Ferreira, ganadora de cuatro Biznagas en el Festival de Málaga y participada por Canal Sur Televisión. La historia, en la que la actriz sevillana da vida a la madre de Álex, propone observar, no sin intriga, la falta de comunicación entre adolescentes y adultos.


FOTO: MIGUEL ÁNGEL LEÓN

—Ahora estrena Los niños salvajes. Usted quizá sea la actriz más veterana del reparto. ¿El tiempo pasa deprisa?

—"El tiempo no pasa, pasamos nosotros"; dice mi madre. Y la sensación de estar pasando más o menos deprisa me la da lo ocupada que esté. En esta última década, 35 películas entre cine y televisión, alguna serie y alguna obra de teatro, me han hecho sentir que "pasaba" como un suspirito... Pero Los niños salvajes tiene actores como Francesc Orella y Clara Segura, entre otros, que también son veteranos en esto. ¡Y muy, muy buenos!

—Está estupenda. Como siempre. No sé qué le encuentro que me engancha aun sin proponérmelo.

—Muchas gracias. Espero que a partir de hoy se lo proponga y me comprometo (duro reto) a no decepcionarle. ¿O será mejor que siga como hasta ahora?

—Una película sobre la adolescencia, el desapego, la inadaptación de los jóvenes. ¿Recuerda así su adolescencia?

—Sí. Más o menos. Esa etapa la viví como la mayoría. No fui nada original en esto. A mí me dio por lo existencial y ¡no sabía qué hacer con tanta hormona!

—La obra de Patricia Ferreira también nos trae el mundo de hoy: la píldora del día después o la violencia en las aulas.

—Efectivamente, su acercamiento a la realidad actual es uno de sus valores principales. Pero esos problemas ya los vivimos en mi generación.

—¿Dónde fallamos los adultos que no acertamos a entender el mundo de los adolescentes?

- En casi todo. Sobre todo, olvidándonos del o de la adolescente que fuimos. "En mi época esto no pasaba"; es una frase que debería desaparecer de nuestro lenguaje.

—La película es muy dura. ¿Cómo la vida misma?

—Como en la vida misma, en la película también hay esperanza, ternura, humor. Creo que es una historia sobre la amistad.

—Una vez buscó trabajo en algo ajeno a la interpretación, y se levantó en mitad de la entrevista. ¿Tan claro lo tenía?

—En ese caso, sí. Lo que me proponían no tenía que ver con el trabajo en sí. Y ni sabía, ni quería hacerlo.

—Dice usted: “Me atraen los personajes miserables”. ¿No le basta con aquellos que nos topamos en la calle?

—No me expresé bien si esa es una cita real. Los personajes que me interesan más son precisamente mujeres corrientes que reaccionan de forma extraordinaria ante situaciones excepcionales. Heroínas de lo cotidiano, las llamo yo.

—La mayoría de las veces suele interpretar a mujeres de personalidad muy fuerte. ¿Tan transparente es?

—Nooo… Parece que doy el pego bien. Todas esas mujeres son más fuertes que yo. ¡Qué más quisiera!

—¿Qué quedará del cine español después de esta crisis que nos mata?

—Un paciente debilitado, pero con muchas ganas de vivir, de una naturaleza que lucha por ser fuerte y de gran creatividad. Esperemos que esta crisis sirva para que dejen de perseguirle por razones extra profesionales y se le valore como un bien cultural. Así es como lo hacen con su cine en otros países europeos. Además, no deja de ser sorprendente que nuestras películas sean más valoradas en otros países que aquí.

—Dígame qué papel le van a proponer, o le gustaría que le propusieran, y que siempre soñó.

—Hay muchos personajes de la literatura clásica y de la historia que me gustaría interpretar; pero pienso en "esa mujer " dentro de una buena comedia, que seguramente están escribiendo, y que me encantará hacer... porque cuando trabajo, cuando sueño, el tiempo se detiene,... y vivo la ilusión de que me voy a quedar.

Publicado en el diario Córdoba el 9 de junio de 2012
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sábado, 18 de agosto de 2012

¿Atracamos o fundamos un banco?

En 2008, Juan Cruz preguntó a Juan Marsé, con motivo de la concesión del Premio Cervantes, si Zapatero sería capaz de superar la crisis. El escritor catalán recordó una frase de Brecht que desde entonces la conservo manuscrita en mi catecismo de textos para heterodoxos y escépticos. Dice así: “Desde el punto de vista moral, es lo mismo atracar un banco que fundarlo”.

® AD ENTERTAINMENTS ||| PROHIBIDA SU REPRODUCCIÓN

Si Rajoy leyera, que no lee, igual hubiese tomado otra determinación respecto a la crisis de Bankia. Siempre me pregunto –lo hago porque no soy economista- por qué los gobiernos dejan a la banca hacer y deshacer a sus anchas sin ningún tipo de control.

Entiendo que el capitalismo es el libre mercado. De acuerdo. Entonces por qué ahora el gobierno interviene a Bankia. Por qué no deja que la banca privada se desmorone de una vez por todas. Sé que dejará las unidades de cuidados intensivos de todos los hospitales apiñadas de enfermos terminales, de cadáveres irreconocibles, incluso de falsos aquejados de ningún mal. Pero no me gusta pagar la cerveza que no he pedido y, por supuesto, tampoco he tomado.

Pero sé por qué ocurre y sé por qué entre todos pagamos las fiestas que otros vivieron. Así nos va. Y aquí nadie da explicaciones. Pero, bueno, mientras el cuerpo aguante, pensará Rajoy. Claro, mientras los asalariados lo soportemos, los parados lo sufran, los jóvenes sueñen, los delincuentes sean amnistiados por fraude y la Iglesia también viva de los presupuestos generales, aquí paz y en la otra vida gloria, o más crisis, que aquí nadie se libra.

En fin, si no atendemos a más razones porque la sesera ya no da para más, habrá que recurrir a los aforismos de Brecht para salvarnos. De modo que solo hay dos soluciones a nuestro futuro: o atracamos un banco o lo fundamos. Pero si alguien no anda muy convencido, siempre le queda una solución intermedia: llamar a Sánchez Gordillo y tomar un súper.
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viernes, 17 de agosto de 2012

Risto Mejide: “Se enamoran de mí, pero se les pasa cuando me conocen”

Es publicista, quiso dedicarse al periodismo y lo que más le gusta es escribir. Se lo rifan los programas de entretenimiento. Ahora publica la novela Que la muerte te acompañe. Autor también de El pensamiento negativo y El sentimiento negativo, reflexiona en su primera novela sobre la vida y la muerte, el éxito y el fracaso, la brillo de la intuición y la efectividad de la incoherencia, y su influencia en nuestras vidas desde que nacemos hasta que la muerte nos acompaña.



—Me gusta cómo trabaja la ironía en su novela: inteligente, a veces grosera, incluso surrealista. Se ve que su oficio de publicista nunca le abandona.

—Muchas gracias. Pero en realidad fue al revés. Empecé a trabajar en publicidad porque era la única forma de ganar un sueldo decente dedicándome a lo que más me gustaba: escribir. Si no me hubiera importado el salario, me habría dedicado al periodismo.

—Sin embargo, en la tele le veo más borde aunque, según usted, solo dice lo que piensa.

—En la tele me ven juzgando el presunto talento de otros de la forma más honesta que sé. En mis libros, en cambio, dirijo esa honestidad hacia mí mismo, y paso de ser jurado a ser juzgado.

—Pose de policía malo, gafas oscuras, frases cortantes que podrían hacer estallar la pantalla del televisor. ¿Qué más se necesita para ser un subidor de audiencias?

—No me considero un subidor de nada. Si destaca la honestidad, jamás es mérito del que la practica sino más bien demérito de su entorno.

—¿Se lo rifan los programas de entretenimiento o no le gusta ser una pelota de pin pon?

—En televisión nadie es imprescindible. Y fuera de la televisión, tampoco.

—Huye de las entrevistas. Dígame algo que nunca haya contado, si no mis lectores creerán que me he inventado esto.

—Mejor, así entenderán por qué huyo de las entrevistas.

—Toca el piano y formó parte de un grupo llamado Om. ¿Por eso le ficharon para Operación Triunfo?

—Espero que no. Toco peor que mal, y la mejor decisión que tomé para que triunfasen mis compañeros fue precisamente abandonarlos.

—¿Olvidó que quiso ser una estrella del rock o cuando escucha a Mick Jagger le cosquillea el gusanillo?

—Si tuviéramos que convertirnos en todo lo que queríamos ser de pequeños, en el mundo sólo habría futbolistas y enfermeras. En mi opinión, ser feliz es cumplir la última actualización de tus sueños.

—También estudió algo de chino. ¿Ya desde joven intuía que China sería un país emergente que nos compraría la deuda externa?

—Cuando lo estudié, China ya era una potencia emergente. Pero no lo hice por eso. Lo hice por el simple placer de aprender. Para mí, ser joven consiste en no dejar nunca de aprender. La gente se hace vieja cuando se cree que lo sabe todo.

—Intenta hacerse el desagradable y, por el contrario, las chicas se enamoran de usted. ¿No se siente confuso?

—Las confusas serán las que se enamoren. Allá ellas. De todos modos no se preocupe, se les pasa en cuanto me conocen.

—Empiezo a leer su novela y tiene la paginación al revés. Ahora me dirá que no es un error de imprenta.

—Los equivocados son los demás autores. Qué bonito sería un mundo donde todos los libros tuviesen las páginas numeradas en orden inverso, y así los lectores lentitos como yo pudiésemos saber en todo momento cuánto nos falta para acabar un libro, sin andar restando todo el día…

—¿Piensa que la fama le ayudará a vender novelas?

—Eso espero. Si la admito en mi vida es para poder seguir escribiendo, publicando y vendiendo libros. En el momento en el que no me reporte ni eso, estará despedida.

—El protagonista de su novela es un recién fallecido. Sube al cielo y se tropieza con El Corte Inglés. No me diga que allí hay más de lo mismo.

—No se lo digo. Se lo invento.

—Y ella, Paula, que estaba buena desde que tenía uso de razón, no tiene orgasmos. ¿No le parece demasiado realista?

—Puede ser. Pero detrás de esta pregunta hay una entrevista al que la formula.

—Pero yo me quedo con esta frase: “Las cajas registradoras son los únicos confesionarios reales que nos quedan… donde la gente sigue diciendo la verdad”.

—Vale, pues yo con ésta: “Aquí, como en todas las altas instancias, no importa lo que realmente pasó, sino más bien cómo lo vendes”.

Publicado en el diario Córdoba el 2 de enero de 2012
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jueves, 16 de agosto de 2012

Con una mirada basta

Habitaban un apartamento de sesenta metros cuadrados. Lo habían comprado unos años después de casados, cuando su sueldo de funcionarios les permitió abandonar el alquiler de una vivienda mejor ubicada, es decir, más cercana al casco antiguo de la ciudad. Pero su ilusión siempre fue ser propietarios, aunque el espacio menguara y el transporte público o privado se hiciera imprescindible en la vida diaria.



Ya se sabe que la felicidad en la casa del pobre dura más bien poco, así que el matrimonio comenzó a hacer aguas por incidentes sin importancia: a la hora de escuchar un disco, ver una película, compartir un partido de fútbol.

A ella le desesperaban los ronquidos profesionales de él, y a él le exasperaban las estancias desmesuradas de ella en el cuarto de baño. En fin, que los sueños se fueron haciendo añicos. Aprendieron, de un solo golpe, que los sueños, como los perros urbanos, necesitan el aire libre y puro del campo para su expansión. Pero quién se lo iba a decir. La vida les fue mejor que el diseño apresurado que habían dibujado unos años atrás.

Sabían ahora cómo restaurar la paz quebrantada entre ambos. Así que adquirieron una vivienda luminosa de dos plantas, con cocina equipada, tres baños, cinco dormitorios, garaje para dos coches y trastero, salón con chimenea francesa, despacho para el hombre de la casa, sala multiusos para la mujer de la casa, espacio recreativo para los hijos que nunca engendraron, terraza cubierta, jardín con riego autónomo, etcétera, etcétera.

Ya nunca más se tropezarían en los pasillos, ni discutirían por la programación de la televisión, ni ella escucharía sus conciertos nocturnos ni él se haría el sordo ante los reproches de una esposa cansada.

Así fue, en efecto. Cada vez se veían menos. A veces, uno no sabía si el otro había salido de la casa o estaba concentrado chateando frente a la pantalla del ordenador una infidelidad necesaria.

Se gritaban si sonaba el timbre del teléfono para que el otro acudiera a descolgar el auricular o para abrir la puerta del hogar, comían a horas distintas y platos diferentes, porque la independencia les había trastornado el paladar, compraron más armarios porque su posición social les había cambiado también el vestuario, y no se arreglaban con los paños de antes. Cada cual andaba con nuevas compañías que el otro no conocía y con horarios tan dispares que parecía que viviera cada cual en su propio domicilio, distantes uno de otro.

Ellos no se dieron cuenta de sus propias imposturas, porque la vida giraba tan deprisa a su alrededor que, cuando quisieron darse cuenta, se apercibieron de que una década es tan breve como la vida que recuerda un anciano: un grano de arena en el desierto, un soplo sin viento en una tarde de estío.

Una crisis económica y financiera sin precedentes los expulsó a ambos del paraíso de la especulación, o tal vez la especulación los encontró a ambos en una burbuja irreal e hipotecada. Se resistieron durante meses a admitir que sus existencias volvieran al mismo cauce anterior.

Pero la vida, ya se sabe, es tan frágil como un huevo cuando cerramos el puño de la mano, o cuando este resbala mesa abajo para estallar en el parqué, y ese tiempo no cuantificable en que el huevo se abre al aire y se rompe delante de nuestras narices es el mismo que ellos necesitaron para saber que sus esperanzas se habían jodido inevitablemente.

Volvieron a un apartamento de sesenta metros, pero esta vez de alquiler. La primera noche que cenaron juntos, después de varias semanas sin cenar, no por no tener dinero sino porque la situación los había dejado lelos, él la miró por primera en su vida a la cara, y vio a una mujer que no conocía. Tenía una mirada quebrada por el tiempo y una ternura impoluta de no haber amado nunca.

Le gustaron sus manos agrietadas por los años y su voz ida de mujer sin esperanzas. Le propuso compartir una botella de vino de aquellos tiempos gloriosos del pasado perdido. Ella, que no bebía, aceptó una primera copa por no discutir. Después le pidió que le volviera a llenar el vaso.

Aquel sabor a terciopelo cortado, esa sensación a uva de laboratorio, le devolvió una luz siempre apagada. Observó al hombre que tenía en frente. No lo reconoció. Le gustaron sus formas de estar, el modo en que cogía la copa y brindaba sin decir palabra y sin saber por qué, y su barba que comenzaba a alimentar canas dispersas. No supo con certeza si ese hombre era otro o bien era ella quien había cambiado.

Aquella noche no pudo dormir, no porque sus ronquidos le rompieran los sueños, sino porque adivinaba que la vida siempre esconde en una de sus curvas una finca sin vallar y sin edificar, abierta a cualquier intruso y al cielo inmenso que la cubre.

Se volvió hacia el costado de la cama en que dormía su marido, lo llamó por su nombre, pero él no oyó nada. Y le dijo: “Duerme, cariño.” Cuando despertó, el hombre la miraba sin parpadear, y no le molestó lo más mínimo. Después ella volvió a cerrar los ojos, porque tenía miedo de abrirlos y no encontrar la misma mirada.

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miércoles, 15 de agosto de 2012

Joselito: “He aprendido del sufrimiento más que de otra cosa”

José Miguel Arroyo publica sus memorias con el título Joselito el verdadero, donde se declara un poco republicano y anticlerical. Un libro al que no le sobra ni una coma de verdad. Algo poco habitual en los libros de memorias, en los que se dulcifica o se olvida pormenores imprescindibles para alcanzar a comprender cómo un hombre como éste se redimió gracias al toreo. Un libro que es la búsqueda de sí mismo y un ajuste de cuentas con la vida que no quiso.


FOTO: MIGUEL ÁNGEL LEÓN

Joselito, el verdadero. ¿Existe algún otro Joselito impostor o inventado?

—El de Las Ventas, que era mozo de espadas.

—“De no haber peleado por ser torero, a estas alturas estaría en la cárcel o me habría muerto por sobredosis”. ¡Vaya manera de arrancar en un libro!

—Es la forma de que impacte a la gente y, sobre todo, es la realidad.

—¿Le inspiró la biografía Juan Belmonte, matador de toros de Chaves Nogales?

—Sí. Porque es un libro que he leído en muchas ocasiones y es una historia que a mí me ha cautivado muchísimo.

—¿A cuántas tertulias del corazón les ha dicho que no pisará sus platós?

—A muchas. A tres mil millones de ellas.

—Dice en la introducción de su libro: “Ahora… siento la necesidad de desahogarme, de contar aquello que viví”. ¿Tanto le quemaba por dentro?

—Sí. Y más que quemarme, me daba un poco de miedo.

—Creció en la calle. Tuvo una infancia entre camellos y drogas, y una adolescencia al filo de la navaja. ¿Se aprende al mismo tiempo que se sufre?

—Sí, pero sobre todo yo he aprendido más del sufrimiento que de otra cosa. Al final, de los momentos malos y de ver que no me moría con sus sufrimientos, he evolucionado y he aprendido.

—Su madre le abandonó y nunca supo por qué. ¿Hay preguntas que son para toda la vida?

—No. Es una pregunta ya que está olvidada y no echo más cuentas.

—Traficó pero nunca fumó un porro. Visitaba en la cárcel a su padre, que sí fumaba y traficaba. Y dice: “No me cambié el apellido porque es mi padre”.

—Lógicamente. Le tengo un gran cariño aunque hiciera lo que hiciera. Él era un flamenco, una gente buena, pero no era quizás el mejor espejo.

—Admira a Don Juan Carlos, pero se declara republicano y anticlerical. ¿No se habrá confundido de un oficio donde abundan los señoritos y las sotanas?

—No. Para nada.

—El libro es también un homenaje a Enrique y Adela, que le cuidaron como sus auténticos padres.

—He tenido la gran suerte de tener una familia que he elegido yo o que me ha tocado en suerte, y me ha enseñado todo lo bueno que he podido aprender en mi vida.

—Supo retirarse a tiempo y no tiene valor para volver al ruedo. Como usted dice: “Se acabó la gasolina”. ¿Se ven mejor los toros desde la barrera o desde la televisión?

—Sí se ven mejor. Sobre todo por el respeto que le tengo al toreo y por ver que no soy capaz de hacer lo que creía que debía hacer al cien por cien.

—Después de este libro, ¿le quedarán amigos en el mundo del toreo?

—Supongo que sí. Si no me quedan, es porque ellos no tienen la inteligencia para saber decir lo que yo digo.

—En el Parlamento de Cataluña habló de sentimientos, de que no estaba traumatizado. Y dice que no le entendieron. Igual les habló en castellano.

—Efectivamente. Yo hablé en castellano. Ellos preguntaron en catalán. Con lo cual yo no pude responder.

—Dice usted: “Soy feliz lo justo porque si eres feliz todo el rato te vuelves idiota”.

—Ese sentimiento que tengo. Creo que la felicidad tiene que estar en su justeza porque, si te pasas, al final no controlas y te vuelves tonto.

Publicado en el diario Córdoba el 11 de abril de 2012
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domingo, 12 de agosto de 2012

Olga Rodríguez: “La mujer ha sido clave en las revueltas árabes”

Las revueltas árabes de 2011 no surgieron del vacío, sino como consecuencia de una larga lucha silenciosa. Detrás de la caída de dictadores como Ben Alí, Mubarak o Gadafi, se perciben movimientos colectivos ya incontenibles. Esta es la teoría que la periodista Olga Rodríguez desarrolla en su último libro: Yo muero hoy. Las revueltas en el mundo árabe.


FOTO: MIGUEL ÁNGEL LEÓN

Para esta periodista, Egipto y Yemen rescataron la acampada como modelo de protesta, que después tuvo su reflejo en el 15-M y en el movimiento Occupy estadounidense. Destaca también el papel protagonista de las mujeres en estas protestas, su desconfianza en las bombas humanitarias, el papel crucial, aunque no definitivo, de las redes sociales en estos movimientos insurgentes. Movimientos que, por otra parte, están ayudando a cambiar la situación en el mundo árabe.

Como consecuencia, están surgiendo sindicatos independientes y movimientos culturales ligados a las reivindicaciones de estas revueltas. Advierte también Olga Rodríguez del abuso que los países occidentales suelen hacer del fantasma del islamismo para justificar el apoyo a dictaduras en la región.

Olga Rodríguez ha trabajado como enviada especial en Afganistán, Estados Unidos, Egipto, Irak, Irán, Israel, Jordania, Kosovo, Líbano, México, Siria, Territorios Ocupados Palestinos y Yemen. Es autora de los libros El hombre mojado no teme la lluvia: Voces de Oriente Medio (2009), Aquí Bagdad. Crónica de una guerra (2004) y del libro colectivo José Couso, la mirada incómoda (2004).

—El suyo es un libro sobre la vida y no sobre la muerte. A diferencia de lo que parece, Yo muero hoy era uno de los gritos creados en las plazas árabes.

—Efectivamente, Yo muero hoy ha sido uno de los eslóganes coreados en las plazas árabes, coreados no desde la voluntad de morir sino desde la voluntad de recuperar la dignidad y la libertad. Estas revueltas han sido impulsadas de algún modo a través del optimismo, no desde la ingenuidad, sino desde la voluntad real de cambio.

—Egipto y Yemen rescataron la acampada como modelo de protesta, que después tuvo su reflejo en el 15-M. ¿En que más influyeron las revueltas árabes?

—Yo creo que en muchos aspectos. Inspiraron a las sociedades europeas y también el movimiento Occupy estadounidense, que en su propia página web dice de sí mismo que está inspirado en las técnicas revolucionarias de las revueltas árabes.

—El positivismo de los jóvenes fue el principal motor de la primavera árabe. Un cambio de mentalidad que, según usted, es irreversible.

—Todo es reversible. La revolución francesa desembocó en Napoleón, pero la revolución francesa sigue siendo la revolución francesa. Y las revueltas árabes han marcado un antes y un después en la región.

—Usted destaca el papel protagonista de las mujeres en estas protestas.

—Están siendo muy importantes. Hay mujeres líderes, organizadoras de reuniones, de manifestaciones, mujeres que llevan el megáfono ideando eslóganes que luego corean detrás miles o cientos de miles de hombres. Y eso es muy esperanzador, porque puede allanar un camino para la emancipación de la mujer en el mundo árabe.

—¿Por qué el mundo árabe ha esperado hasta ahora para sublevarse contra una situación injusta que los ahogaba desde muy atrás?

—Esa es la pregunta del millón. Esa es la cuadratura del círculo. ¿Por qué ahora y no antes? Evidentemente, una de las causas fundamentales es el empeoramiento de la situación económica marcada además en los últimos años por medidas económicas impulsadas por el Fondo Monetario Internacional o por el propio Washington, que han tenido como consecuencia el aumento de la brecha entre ricos y pobres.

—Usted está en contra de la doctrina denominada “responsabilidad de proteger”, porque entiende que es una forma de prolongar la guerra y de injerencia extranjera, como ocurrió en Libia.

—Sí. No creo en las bombas humanitarias. Y con la excusa de proteger a poblaciones civiles, hemos visto continuamente que las intervenciones militares se prolongan y, detrás de ellas, se suelen esconder intereses geoestratégicos o económicos de potencias extranjeras.

—¿Es cierto que las redes sociales han jugado un papel crucial en estos movimientos insurgentes?

—Crucial pero no definitivo. En el sentido de que el porcentaje de usuarios de internet todavía es muy bajo en el mundo árabe. Evidentemente, han rajado el mundo de la censura y a través de las redes sociales se han podido divulgar pruebas de la represión de las fuerzas de seguridad de estos regímenes, pero no ha sido fundamental. De hecho, en los días clave de las revueltas los regímenes habían tumbado internet y la gente siguió movilizada.

—¿En qué sentido estas revueltas están ayudando a cambiar la situación en el mundo árabe?

—A través de las revueltas se ha logrado crear un tejido social muy sólido, con capacidad de presión y movilización, que sigue trabajando día a día y al calor de este tejido social están surgiendo desde sindicatos independientes hasta movimientos culturales ligados a las reivindicaciones de las revueltas. Y evidentemente esto está provocando cambios sociales muy importantes. E insisto: con capacidad de presión en el ámbito de lo político.

—¿Las reformas llevadas a cabo en Marruecos han detenido la primavera árabe? ¿O solo estamos hablando de un paréntesis en el tiempo?

—Yo creo que deberíamos mirar las cosas un poco más a largo plazo. De cinco en cinco años. Y todo suma. El otro día vimos nuevas manifestaciones y protestas en Marruecos y, lógicamente, también en Marruecos se está creando un tejido social que puede jugar un papel importante en el futuro de cara a la búsqueda de un cambio real.

—Otro de los eslóganes rezaba: “No queremos democracias importadas”. ¿Tal es el cansancio de la injerencia extranjera en estos países?

—Sí. Porque cualquier ciudadano de a pie en estos países ha sentido la injerencia extranjera en su propia piel. Las consecuencias de la injerencia extranjera, primero a través del colonialismo y ahora a través del neocolonialismo, el intervencionismo político y también económico en estos países, es muy grande, a través de potencias occidentales o a través del propio Israel. Y la existencia de Israel también marca a estos países en el día a día.

—¿Se suele abusar del fantasma del islamismo, del argumento del fundamentalismo, para encubrir otros intereses más turbios?

—Sí. Lamentablemente, sí. Desde mi punto de vista, airear el fantasma del islamismo para justificar el apoyo a dictaduras en el mundo árabe, como han hecho muchos gobiernos occidentales, yo creo que eso es injustificable. Y estas revueltas no han tenido detrás reivindicaciones religiosas, sino sociales y económicas. Otra cosa es ahora cómo desemboquen, hacia dónde vayan y los resultados electorales en elecciones que, en el caso de Egipto, desde mi punto de vista es muy sui generis.

—Desde aquí el panorama se ve muy difuso. ¿Cómo acabará todo?

—Mencionaba antes la revolución francesa, que desembocó en Napoleón, pero la importancia de la revolución francesa es incuestionable en nuestra historia y en nuestras civilizaciones. Del mismo modo, yo creo que, independientemente de dónde acabe, la importancia de las revueltas árabes es notable. Ha allanado el camino para la conquista de derechos fundamentales en la región y ha movilizado a millones de personas, y esto de por sí se ha convertido en un capítulo de la historia importantísimo.

Publicado en el diario Córdoba el 15 de julio de 2012
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viernes, 10 de agosto de 2012

Mario Vaquerizo: “No quiero jamás volver a ser un niño gordo”

Periodista, marido de Alaska, vocalista del grupo Nancys Rubias, manager de Elsa Pataky y agente de prensa de Leonor Watling, publica el libro Haciendo majaradas. Diciendo tonterías, título basado en el verso de una canción que compuso Nacho Canut. Una autoentrevista, artículos periodísticos que abordan distintos aspectos biográficos y preguntas a sus amigos describen cómo es el autor de esta obra.

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FOTO: MIGUEL ÁNGEL LEÓN

—Como Oriana Fallaci o Truman Capote, también practica la autoentrevista, según usted uno de los géneros periodísticos más difíciles. ¿Tanto le cuesta preguntarle a su otro yo?

—La entrevista es el género periodístico más manipulador. Me pregunto lo que quiero y contesto lo que quiero.

—Le propusieron escribir ficción, pero ni se considera escritor ni quiere serlo. ¿Encontró en la autobiografía un género donde mejor documentarse y mejor nadar?

—Esta colección de artículos periodísticos, que es lo que sé hacer, se ha convertido en mi autobiografía, pero no es una autobiografía 100%, porque mi vida tiene muchas más cosas que contar.

—Cuando estudiaba Periodismo era un empollón, hasta que un día se dio cuenta de que en esta profesión la experiencia vale más que los sobresalientes.

—En la calle y en el contacto del tú a tú, es donde encuentras la salvación a todo y el conocimiento.

—La primera entrevista que publicó fue con Alaska. ¿Cómo se enamoró de usted con lo mala que fue aquella incursión en el género?

—Alaska se enamoró de mí cuando realmente se conoció, que fue dos años más tarde. Lo mismo que me pasó a mí con ella.

—Hace un balance de su vida y observa que no ha hecho otra cosa que invertir en usted mismo. Tal como está la economía, ¿le ha salido rentable?

—Muy rentable. Quien siembra, recoge. No hay que quejarse tanto. El miedo es paralizante.

—Es un frívolo empedernido, aunque a veces acaba siendo un tanto profundo. Lo cierto es que la intensidad le da alergia.

—Sí, pero también me da alergia la frivolidad por la frivolidad. Soy aristotélico y creo que la virtud está en el justo medio.

—Le obsesionan o le gustan los “puticlubs”, los bares de carreteras, las tiendas de “todo a 100”, los calendarios de fulanas y las figuritas de la Virgen de Lourdes que brillan en la oscuridad. ¿No le ha pedido ningún milagro?

—Me lo ha concedido. Soy devoto de la Virgen de Lourdes por experiencia propia.

—Dice en su libro que nació un 5 de julio de 1974 en Madrid. Wikipedia dice que nació en Lora del Río, Sevilla.

—Mentira. Odio la Wikipedia. Eso no es una enciclopedia. Es un patio de porteras. Quien quiera saber de mí que me pregunte cara a cara. La que es de Lora es mi madre.

—Le atrae la delgadez extrema. Un día de 2003 se hizo liposucción de tripa, extracción de las bolas de Bichat y reducción de papada. ¿Qué se dijo cuando se vio en el espejo?

—Por fin estoy camino de ser el chico que quiero ser.

—Ahora solo se permite la cerveza y un atraco al Buger King cada dos meses.

—Sí. Por sentido común. No quiero jamás volver a ser un niño gordo. Eso me producía inseguridad.

—Es vocalista de Nancys Rubias, un grupo de pop electrónico que no sabe tocar instrumentos ni quiere aprender. Y después se enfada si no les toman en serio.

—Claro. Porque estoy en contra de los fundamentalismos. Estamos en el siglo XXI. Tocar lo puede hacer cualquiera. Yo no quiero perder el tiempo en aprender a tocar un instrumento.

—Le gustaría ser gay. Reconoce tener pluma. Se confiesa bisexual teórico y estético y lleva casado con Alaska doce años. ¿Qué es lo que no entiendo?

—Es tu problema.

—No ha ido a La isla de los famosos porque el sol le dañaría la piel. ¿En verano también evita las playas?

—Evito siempre las playas. El sol no sienta bien a mi piel. La piel tiene memoria.

—“Yo no me follo a un mito, ¿eh? Yo me follo a mi mujer”. ¿Y ella qué dice?

—Está encantada de la vida de que así sea.

—Manager de Elsa Pataky. Agente de prensa de Leonor Walting. ¿Y después me dice que Fabio McNamara es “la obra de arte humana más perfecta que existe?

—Por supuesto. Fabio es dios.

—Yo, como usted, siempre he visto la entrevista como el mejor ejercicio terapéutico para el entrevistado. ¿Cómo se siente ahora que hemos terminado?

—Pues muy contento. Me encanta que me hagan entrevistas. Siempre descubro algo en mí a partir de preguntas de terceros.

Publicada en el diario Córdoba el 26 de mayo de 2012
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