miércoles, 31 de julio de 2013

Cuidado con las explicaciones de Rajoy

El presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, muy a su pesar, ha retrasado sus vacaciones este verano para comparecer en el Senado y explicarse. Digo bien. Explicarse. No he escrito dar explicaciones. Ambos verbos, en román paladino, significan cosas muy diferentes. Explicarse es subirse a la tarima con un tajo de folios que te han escrito los asesores y, como un mago con su chistera, sacar un conejo donde solo había un conejo, seguir las manos con la mirada para que todos miremos las manos y sorprendernos con una tórtola donde solo había una tórtola. Y también: nombrar al Guadiana por donde no corre el agua, decir que él ha retrasado su descanso por culpa de Zapatero, si le preguntan por Bárcenas dirá que él está ahí para hablar de cosas serias y que no conoce de nada a ese tipo aunque él mismo lo nombrara tesorero de su partido, que él nunca cobró tres sueldos y que con el que tiene apenas llega a final de mes. En fin, para concluir, dirá que esto de ser presidente es muy duro y que no vale la pena. Mejor ir al programa ese máster chef. Hay mejores formas de ganarse la vida. Nosotros, que nunca seremos presidentes, no nos contentamos con cualquier explicación, pero yo os aseguro que Rajoy está que no duerme.

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Otra cosa es subirse a la tarima donde todo el mundo te ve y dar explicaciones de lo que está pasando. Vamos, citar al toro por los cuernos o coger la sartén por el mango, que se dice. En este apartado, los refranes son variados y luminosos. Pero un hombre que está acostumbrado, rodeado de sus asesores, a convocar a los periodistas a ruedas de prensa sin preguntas, a rudas de prensa sin respuestas, a ruedas de prensa sin preguntas y sin respuestas, a ruedas de prensa con pantalla de plasma donde le sacan el perfil más peliculero, a ruedas de prensa de él pero sin él, a vetar a las cámaras de televisión en los mítines electorales, a difundir videocomunicados y a transmitir discursos por circuitos cerrados de televisión, no está preparado para subirse allí, solo ante el peligro, y leerse 54 folios que en los que no cree y que otro le ha escrito.

Ayer terminé de escribir un libro magnífico: Manual inútil de la comunicación. De haberme dado tiempo le hubiese enviado un ejemplar gratis al presidente. Le hubiese dado tantas pistas en un día como el de mañana. Pobre hombre, con el calor que hace, y sin un libro de autoayuda. No sé ustedes, pero yo lo veo muy mal. Igual en septiembre ni vuelve. Si no al tiempo. Experiencias como las de mañana pueden cambiar a una persona. Yo lo seguiré desde la playa por si nos corta las vacaciones. Este es de los que no le gusta joderse solo él.
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La última oportunidad

Ahora que es verano y nadie te espera; ahora que, en tiempo de vacaciones, el jefe no reclama tus imprescindibles servicios; ahora que los días son claros y tranquilos, y las playas están atiborradas de criaturas desorientadas; ahora que cada cual administra su soledad como mejor puede y entiende, es el tiempo idóneo para poner el coche en marcha, coger el bolso de viaje y meter en él lo imprescindible, dos o tres botellas, unos libros, ninguna dirección, ningún teléfono de móvil.
Ahora es el tiempo de meterte en la carretera, solo o acompañado, y conducir sin atender a las ciudades por las que cruzas, sin saber si es martes o viernes, hospedarse en cualquier lugar donde el calor humano abrigue las frías noches y un plato reconforte de las energías quemadas.

Sigue siempre adelante, o bien gira a la derecha o a la izquierda. Lo mismo da. Cruza la frontera si el país se te muestra estrecho e inhabitable. Siempre es mejor aprender a hablar otro idioma que no entenderte con tus compatriotas. No te importe el dinero que llevas en la cartera, ni la fecha de vuelta, ni la gente que puedas perder si decides no regresar. Si estos pensamientos anidan en tu cerebro es que debiste marcharte mucho tiempo atrás.

Si la nostalgia no te puede, es que no hay motivo para sentir desarraigo. Ahora apaga el motor del vehículo, entra en ese bar que tienes delante de tus narices. Pide una cerveza bien fría, siéntate a la mesa desde se divisa un paisaje sin encanto. Después piensa seriamente si quieres volver o si algo te empuja a seguir adelante. Piénsalo seriamente, porque la vida no te ofrecerá ya más oportunidades.
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martes, 30 de julio de 2013

Vale la pena esperar

Déjale que salga. Eso es que va por otra mujer. No te importe. La pasión en los hombres es altanera y desacompasada. Parece que se quedará por siempre en su pellejo, pero después los huesos la devuelven a la tierra como la serpiente muda la piel. Parecen hechizados por aquel cuerpo de medidas inoportunas, dirías tú, pero los pliegues de sus curvas son efímeros y caprichosos. Volverá. Siempre lo hizo. La paciencia no es ciencia exacta, pero sí aconsejable. Cuando el corazón anda confuso o perturbado, los días son largos y las noches abrasadoras. Deja muy poco de lo vivido hasta antes de ayer. Por eso, es preciso guarecerse de las tormentas y esperar, con el mismo aliento, el nuevo amanecer.

Tú solo debes esperar. Entendiendo bien que esperar no es sufrir y que tampoco es almacenar para que cuando él vuelva devore la alacena llena de alimentos para el invierno. Tu cuerpo es como la alacena, vacíala al mejor postor y reserva para el invierno el calor necesario que la nieve siempre intenta morder. Sal y disfruta de los años jóvenes antes de que los días grises invadan tu piel. Y cuando él vuelva, que volverá, ofrécele lo que quede, que no será poco, todo lo que quede, por si algún día vuelve a cruzar el umbral de la puerta, que no haya en tus ojos más lágrimas innecesarias ni más pasión ya consumida. De los gratos recuerdos, si fueron grandes y acertados, se puede vivir demasiado tiempo. Tal vez esa sea la única contraindicación. Saber que lo más importante que te ocurrirá en la vida, ya aconteció hace mucho.
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lunes, 29 de julio de 2013

Perdidos

No le digas que no le quieres, porque él ya lo imagina. Te mira de vez en cuando, casi de reojo, como si no quisiera hacerlo, cuando tú te entretienes mirando la tarde y piensas en otro hombre que no es él. No le digas nada. Él ya adivina un futuro sin ti y probablemente ande buscando una mujer en otro hogar que no es este. Tú déjalo que sueñe. Y mientras tanto, sueña tú también. ¿Sabes? Los sueños son muy volubles y se disipan por momentos y nos dejan la memoria encharcada de recuerdos confusos que, en muchos casos, tampoco fueron vividos.

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Así que finge ser feliz a su lado, porque la vida se apaga poco a poco, y a más que te des cuenta las canas peinarán tus cabellos y las arrugas –aunque bellas, creámoslo así- invadirán tus ojos en la mitad de la mirada, y te dejarán una sensación frágil de ausencia que no entenderás. Estarás pensando en otro hombre cuando él se vaya. Y tú no sabrás por qué lo hizo ni querrás que se vaya tampoco. Dará igual.

La vida la cruza una línea invisible que nos empuja al otro lado de la alambrada, donde crecen los recuerdos como lechugas frescas y el tiempo pasado le recorta protagonismo al devenir. Te sentirás vieja, sin querer decírselo a nadie, y lo sabrás por quienes te rodean y porque en sus palabras la melancolía invade las frases y los sueños son menudos como avellanas tostadas. Dejan el mismo sabor. Es el síntoma de que los años atropellan las esquinas de la noche en la que andamos perdidos para siempre.
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martes, 23 de julio de 2013

Ernesto Ekaizer: “Es muy difícil que nadie pueda parar el caso Bárcenas”

El periodista y escritor Ernesto Ekaizer publica el libro El caso Bárcenas, en el que sigue el rastro del extesorero del Partido Popular desde su implicación en la trama Gürtel, en febrero de 2009, hasta sus intentos de neutralizar el procedimiento judicial durante los años siguientes. Ekaizer asegura que Bárcenas es un vendedor de historias “contra enemigos de poca monte dentro del PP”. Lo describe como una persona equilibrada y fría, un personaje anónimo que trabajaba fuera de los focos y que ahora nos muestra su revelación. Pero de lo que este periodista no tiene duda es que es “muy difícil que esto lo pueda parar nadie”.

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FOTO: MIGUEL ÁNGEL LEÓN

—El caso Bárcenas usted lo llama el caso del Gran Recaudador. ¿Un patrimonio oculto de 38 millones de euros le parece una recaudación personal aceptable?

—Como recaudación personal, me parece muy aceptable, porque la ha amasado durante casi 30 años sin que nadie se diera cuenta de ello.

—Bárcenas siempre aparecía fotografiado con su cartera de piel, donde escondía quién sabe qué papeles.

—No. Yo sé qué papeles.

—¿La cartera es un complemento, un mensaje, una amenaza?

—La cartera es un arma, y dentro del arma puede haber balas. Y en la cartera de Bárcenas hay documentos, hay historias. Es un vendedor de historias, generalmente, contra enemigos de poca monta dentro del PP, que hablan de una sociedad que tiene Jorge Moraga, por ejemplo, el que es director de gabinete de Rajoy, que ha vendido carteras de piel y de charol al PP, y que no ha incluido los 7.868 euros que ha cobrado en su declaración de bienes.

—Frío, con dos personalidades antagónicas, mantenía sus aficiones –entre ellas el heliesqui- pese a estar imputado. Complete este retrato robot.

—Bárcenas es una persona completamente equilibrada, con una sangre fría espectacular. Y tiene que ver con el hecho de que durante prácticamente su vida profesional –entró a los 25 años como gerente del PP, en 1982- ha sido un personaje anónimo, fuera de todo tipo de focos. Ahora lo que hemos visto es su revelación. Es como si fuera Superman que sale de Clark.

—El juez Antonio Pedreira está emparentado con Mariano Rajoy, aunque ambos lo callan. ¿No me diga que todo se quedará en casa?

—Rajoy, precisamente por su parentesco lejano, está muy intrigado. Quiere saber qué piensa Pedreira. Y Pedreira quiere saber qué piensa Rajoy al margen de Trillo. Trillo es su Némesis.

—Dice usted que Bárcenas tiene amigos encubiertos en el PP, tiene rehenes y además material muy explosivo. ¿No le estallará en las manos?

—No. Lo cuida porque sabe que es su pasaporte para superar las dificultades judiciales.

—Si Bárcenas tirara de la manta y hablara, “caería el Gobierno de España”. Le veo muy optimista.

—No. Precisamente creo que no va a hablar porque esas historias que él conoce, acumuladas a lo largo de 30 años, son escenas devastadoras, escenas de guerra. Y, por lo tanto, las callará.

—Bárcenas acusa a Cospedal de filtrar sus papeles. Dígame qué pinta Cospedal en todo esto.

—Cospedal tiene una vida paralela a la de Bárcenas. Rajoy promueve a Bárcenas como tesorero nacional en el Congreso de 2008. Rajoy promueve a Cospedal como secretaria general del partido. Cuando estalla el caso Gürtel, Cospedal actúa con independencia porque tiene que tener en cuenta lo que dice su patrono, Mariano Rajoy, que está muy relacionado y comprometido con Bárcenas, a quien ha promovido a tesorero nacional, y con otro personaje importante para María Dolores de Cospedal, que es Javier Arenas.

—Jorge Frías, que fue el enlace entre Bárcenas, el PP y el juez Pedreira, dice que va a escribir una versión novelada de lo que está pasando. Vamos que, como siempre, no nos enteraremos de nada.

—No. Ya no la escribe. Jorge Frías había firmado un contrato para escribir una versión novelada pero ha decidido que es mejor para su situación judicial permanecer con la boca cerrada.

—El patrimonio oculto de Bárcenas en Suiza podría sumar 38 millones de euros, por lo que no ha podido evitar la cárcel. ¿Los tribunales están por la labor?

—Yo creo al juez Bermúdez, que ha dado unas directrices muy importantes, aunque no instruye la causa. Veo al juez Ruz, que está instruyendo la causa, junto con la fiscalía y la policía, muy interesados en profundizar, y me parece muy difícil que esto lo pueda parar nadie.

—Es la primera vez, creo, que se acusa a un presidente de gobierno en ejercicio de cobrar un presunto sobresueldo. ¿Cómo resolverá el PP este galimatías? ¿Tendrá sus consecuencias?

—Rajoy es frío, aparte de ser ambiguo y, por tanto, tiene establecida su estrategia de salida: “Si ha habido financiación ilegal, yo no he tenido nada que ver con ella”.

—Tal vez la noticia no haya tenido el eco que merecía.

—Ha tenido un eco importante. La noticia ha dado la vuelta al mundo. Los papeles de Bárcenas, que reflejan un tema puramente español, han dado al vuelta al mundo. Eco ha tenido. El único problema es que en este país no tenemos oposición y, por lo tanto, no hay alternativa. Digamos que Rajoy puede tener un periodo de sobrevida solo por esa razón.

—¿Estos papeles serán para Javier Arenas el final de su carrera política?

—Yo creo que el final de su carrera política empezó con su victoria limitada en Andalucía y su incapacidad para ser presidente del gobierno andaluz. Y los papeles de Bárcenas y su amistad y su compromiso con Bárcenas y sus declaraciones incondicionales a favor de la defensa incondicional de Bárcenas ya le están pasando factura.

—Nos cuenta usted una escena del funeral de Luca de tena, que muere del 6 de abril de 2010. Trías y Rajoy se cruzan a la salida de la iglesia de la Concepción.

—Sí. Es una escena interesante. Rajoy dice a Trías: “¿Qué hago con este?”. Refiriéndose a Luis Bárcenas.

—Y después habla usted de que hay un cura, el cura Francisco Santos, que es confesor de Pedreira, y que por esta razón Bárcenas acude a su iglesia, escucha sus homilías y luego le pide que sea su confesor. El cura Francisco Santos era confesor de Pedreira y ahora se convierte en confesor de Bárcenas.

—Sí. Es una historia muy interesante, porque Bárcenas ata todos los cabos en las vísperas del auto de sobreseimiento provisional que tiene que dictar el juez Pedreira. Pero qué más podemos pedir. Funeral, políticos, comisiones, curas. Para escribir una versión española del padre Gino.

Publicado en el diario Córdoba el 21 de julio de 2013

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El olvido

Los árboles dejaron de moverse, y dedujo por ello que el viento amainaba. La tarde, como las anteriores, había sido calurosa. Y los pronósticos sobre el tiempo para los próximos días no anunciaban demasiados cambios. El verano es lo que tiene que, salvo sorpresas, los días son largos y las temperaturas, elevadas. Visto así, a él, sin embargo, le gustaban estas fechas y esta luz. Y le recordaban una niñez feliz y un tiempo clausurado. No se alimentaba de la nostalgia, ni cuando miraba hacia el futuro construía castillos poco cimentados. La vida le había enseñado a contrariar los vientos más voraces según soplaban.

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Hoy, en cambio, el día convocaba a la meditación. Así que encendió un cigarrillo, aunque no fumaba, y abrió una botella de whisky. Se sentó en la terraza sin proyectos. Cuando la tarde se ponía, una brisa suave le despertó de un letargo momentáneo del que no quería salir. Después, metió en el bolso de equipaje lo imprescindible. Arrancó el coche y pensó a dónde le gustará ir. Después apagó el móvil. Cuando el día se cerró para dar paso a la noche, la autovía estaba vacía. Bajó la ventanilla, y le gustó sentir el aire fresco de la madrugada. No se sintió feliz, sino ligero. Y tampoco le importó. Es más, comenzó a gustarle.

Antes de que amaneciera, desayunó copiosamente. Abrió un libro y leyó páginas que ya conocía. Más tarde, volvió a coger el volante. La carretera la asimiló como nueva, como si nunca hubiera rodado por su asfalto, incluso su vida le pareció distinta. Sabía que a sus espaldas, como una manta inmensa que cubría la tierra, solo quedaba el olvido. Y eso tampoco le disgustó.

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domingo, 21 de julio de 2013

Carlos Marzal: “Los toros sin literatura no serían lo que son”

Poeta, narrador y ensayista, Carlos Marzal publica el libro La geometría y el ensueño, una antología de poesía taurina, donde Córdoba aparece representada por nombres como Pablo García Baena o Vicente Núñez. A la poesía taurina, confiesa, el autor, le conviene ser menos taurina que poética. Y tal vez la riqueza ritual de la fiesta represente uno de sus mayores riesgos literarios. Para Marzal, la fiesta de los toros es uno de los ceremoniales más ricos que el hombre ha inventado.

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—Geometría y ensueño. Ambos términos definen o pueden la poesía y el toreo como arte.

—Por supuesto. Yo creo que el título aúna la parte técnica, la parte de oficio que deben tener tanto la poesía como el toreo y, además, ese no se sabe qué de inexplicable que conduce a la emoción.

—Dice usted que la propia riqueza de la llamada fiesta nacional ha ocultado algunas facetas de la poesía taurina.

—El peligro de la poesía taurina es caer en el costumbrismo de la riqueza escenográfica de la fiesta. La mejor poesía lo evita.

—¿Qué torero ha inspirado a más poetas?

—Yo creo que el mito por antonomasia del toreo es Juan Belmonte, sin duda el torero que más ha inspirado a los prosistas, a los cineastas, a los pintores, a todos.

—Por su toreo, supongo, pero también por su vida.

—Por todo. Marca una época del toreo, es el torero amigo de filósofos, intelectuales y artistas, y es además el artista suicida. Lo tiene todo.

—En su libro no solo aparecen poetas sino autores más conocidos por sus columnas, como Paco Umbral, que escribe a Manolete.

—Bueno, es un poema muy raro dentro de la obra de Umbral, donde también la poesía fue una excepción, pero yo creo que es un poema que vale por ser la crónica de una época.

—Vicente Pastor o Rafael el Gallo, ya viejos, pedían en las vueltas al ruedo más puros que sombreros. ¿Así estaba la cosa?

—El caso de Rafael el Gallo es que era un gran fumador de puros. Una vez Hemingway le preguntó: “¿Usted se entrena?”. Y él dijo: “Sí. Fumo puros habanos”.

—¿Los poetas no son toreros porque les gusta ver los toros desde la barrera?

—Los poetas no son toreros porque no tienen el valor ni el arte para serlo.

—“A la poesía taurina le conviene ser menos taurina y más poética”, dice en las primeras líneas de su libro. ¿Tan malos versos se han escrito en el sector?

—No solo en el sector. En cualquier ámbito. Pues en una antología lo que debe primar es la calidad literaria.

—¿No teme que los antitaurinos quemen su libro en la plaza pública?

—Los antitaurinos pueden hacer cualquier tontería y no me extrañaría que cometieran el terrible error nazi de quemar libros.

—Su antología de poesía taurina es muy personal. ¿Cómo seleccionó a unos poetas y descartó a otros?

—El que yo creo que es el criterio supremo o debería ser el criterio supremo de un antólogo es el propio gusto poético. Están los poemas que me gustan.

—Córdoba está representada en poetas de la revista Cántico, como García Baena o Vicente Núñez. ¿Han sido muy taurinos los poetas cordobeses?

—Yo creo que no han sido especialmente taurinos, pero sí que han sido sensibles al hecho del toro en el campo y del espectáculo de la fiesta de los toros. Pero sí que es verdad que en su obra hay siempre un momento, un apunte, para reflexionar sobre los toros.

—¿La poesía ayuda a que la tauromaquia sea un arte y no una simple matanza?

—Por supuesto. Los toros sin literatura, los toros sin leyenda, sin narración, sin mitología, no serían lo que son.

—“La vida sin toreo no es la vida”, dice Belmonte en el poema que usted escribe. ¿Es razón suficiente para el suicidio?

—No lo sé, porque yo no he sido torero. Pero me imagino que para alguien acostumbrado a tantas tardes de gloria y a esa vida tan intensa, el retiro y la vida pacífica me parecen a mí que no deben servir.

—Usted es aficionado a los toros, ¿pero alguna vez le ha dado por soltar la pluma y coger la espada?

—La verdad es que no. Los toros me producen un enorme respeto y un miedo casi, casi, también mitológico.

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sábado, 20 de julio de 2013

La vida, siempre igual

Se quedó pensando si la vida, a partir de ahora, sería como lo fue hasta entonces. Estaba sentado en una terraza, detrás de un café cortado, esperando a que pasaran las horas y a que el calor le hiciera decidirse por abandonar aquel lugar. Aquella mañana, en principio, iba a ser como cualquier otra. Ningún indicio que anunciara males mayores o detectara aconteceres extraordinarios.

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Siempre amó la aventura, pero nunca supo cómo acercarse a ella. Siempre pensó que la aventura era una contrariedad en sí misma, que era un hecho surgido del puro azar y que una vez metidos en ella el destino se encargaba directamente de qué hacer con nosotros. Nunca intentó descubrir si, en aquellos acontecimientos diferentes e idílicos, nuestra iniciativa cobraba alguna importancia.

Cada mañana baja al mismo bar, se sienta en la misma terraza y pide un café cortado, y luego espera a que su vida se vea violentada por aconteceres imprevistos o insospechados. Alguna vez compra el periódico y piensa por qué ese titular no habla de él y por qué en esa noticia no es él el protagonista principal. Su vida ha sido una sucesión de avatares cronológicamente programados y sin que nunca se haya detectado fallo alguno en su materialización.

Ahora, será por la edad, entiende que debe cambiar su actitud ante el porvenir. Sabe que no debe ni puede provocar acciones que no existirían por sí mismas si alguien no las creara, que tampoco puede diseñar un futuro a su antojo y, sobre todo que, si el devenir no les propicio, no será culpa suya, pues solo quien no se adapta a la medida de su traje vive siempre en la duda de, si andando desnudo por la calle, los demás se percatarán de tal entuerto.

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jueves, 18 de julio de 2013

La última huida

No importa que te vayas, le decía ella. Siempre acabas volviendo. Y en esta ocasión, se dijo para sí, espero que lo sigas haciendo. Efectivamente, después de una larga discusión o un torpe desencuentro, él llenaba las maletas de objetos inútiles, y escapaba al hostal más cercano. Dos o tres días. La nómina no da para operaciones de más rango. La dueña del hostal le conocía y lo acogía como a un sobrino lejano que se ha equivocado en la vida. Se fiaba de él, porque siempre pagaba al contado. No hay como esos sobrinos que no te cuestan un céntimo.

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Ella se había acostumbrado a estas huidas periódicas que siempre acababan en nada. Los días que él estaba fuera, ella aprovechaba para escuchar la música que él no soportaba, para ordenar la casa a su antojo, para tirar otros objetos inútiles que él no llevaba consigo en sus huidas fáciles o para recibir a las amigas e invitarlas a un café. En esas reuniones con las amigas, ella presumía del dominio que ejercía sobre el varón que habitaba su hogar. En realidad, no lo utilizaba para otros fines que no fueran su propia egolatría. Las amigas le advertían de ese riesgo innecesario. Sabían que ella no hacía el sexo con otros hombres –tampoco con el suyo, habrá que decirlo-, ni aspiraba a mejor vida ni a otros placeres prescindibles y terrenales. Ella oía, pero no escuchaba.

Aquel último viaje del marido comenzó a durar más de lo necesario. Y entonces ella se percató de que no sabía dónde localizarlo, ni conocía los bares que frecuentaba, ni sabía de sus amigos más íntimos. Y esa noche dudó si ella era la única mujer en su vida. No pudo dormir. Despertó con una sensación antigua, como de haberla vivido alguna vez, pero ahora sentía una ansiedad más densa, inevitable, que no la dejaba respirar.

A unas cuadras de su hogar, el hombre había alquilado la misma habitación. Le había dicho a la dueña que esta vez igual se quedaba para más tiempo, y que no sabía tampoco si tendría el suficiente dinero para aguantar y pagar el hospedaje. Pero ella sonrió, y le dijo conforme se dirigían a su nueva habitación: “Sabía que un día vendrías para quedarte”. Él no entendió del todo sus palabras, pero le agradeció su comprensión. Se tendió en la cama vestido y se quedó en seguida dormido. Ese día no soñó. Había desvalijado todos sus sueños.
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martes, 16 de julio de 2013

Diego de Olmedilla: “El gordito feliz no existe”

En Adelgaza con el método Thinking, Diego de Olmedilla asegura que la comida es una adicción y propone combatirla con medicina, psicología, ejercicio físico y dieta natural. Este es su lema: “No eres gord@, estás gord@”. Un libro escrito para quienes llevan mucho tiempo haciendo dietas pero que no consiguen perder esos kilos de más. Su autor cursó Business Administration en Estados Unidos. Después de probar múltiples dietas dio con la clave para adelgazar de manera saludable. Perdió 40 kilos.

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FOTO: MIGUEL ÁNGEL LEON

—Estamos en verano y a ellas no les cabe el bikini y a nosotros nos sobra barriga. Dígame en 140 caracteres qué hacemos.

—Se adelgaza con lo mismo que se engorda: la comida. Entonces, hay que cerrar el pico, claramente.

—Un día decidió quitarse 40 kilos y controlar su vida. ¿Logró ser feliz después sin la mitad de usted mismo?

—Lo cierto es que, antes de quitarme los 40 kilos, era la mitad de mí mismo. Estaba muy lejos de mí mismo. Lo que hice fue reencontrarme a mí mismo.

—¿Por qué el nombre thinking? ¿No encontró ninguno en español?

(Ríe). Pues thin significa delgado. Thinking, pensando. Yo creo que el problema está en la cabeza y no en el estómago.

—¿Thinking es el mejor método para la gente que decide adelgazar por sí misma?

—Es el mejor método para tomar conciencia. Hay que buscar ayuda cuando la adicción es muy grande.

—Defíname en pocos gramos el método Thinking.

—No se trata de milagros. Se trata de darse cuenta del alcance de esta enfermedad. Se trata de volver a ti mismo.

—Una de las claves de la psiconutrición es acabar con la ingesta emocional de alimentos.

—Sí. La comida no calma el hambre emocional. Nos han enseñado matemáticas, pero no nos han enseñado a gestionar nuestras propias emociones. Y la vía de escape que buscamos para anestesiar el malestar es la comida.

—A algunas personas les engordan los problemas. Ahora con la crisis, ¿no estaremos algo excedidos de peso?

—La incertidumbre en el futuro que provoca la crisis se equilibra o se pretende equilibrar con una ingesta excesiva. Es mentira. La seguridad no nos devuelve nada, y menos la comida.

—La dieta y el régimen son sinónimos de fracaso. ¿Por eso cuando los abandonamos recuperamos siempre los kilos perdidos?

—Cuando abandonamos una dieta, nuestro cuerpo está delgado pero nuestra cabeza sigue siendo de gordo. Cuerpo delgado, cabeza de gordo, efecto rebote inevitable.

—El primer paso para adelgazar es tomar conciencia de que la comida es una adicción. ¿Es esta la peor droga o de las peores de nuestro tiempo?

—Sin duda lo es. No todo el mundo tiene un vínculo adictivo con la comida, pero para el que lo tiene sin duda es la peor droga, porque está socialmente aceptada.

—“El hambre no es el apetito”. Aclárese, por favor.

—Imagínate que tienes hambre. Lo primero que se te pone en la mente es comerte un bollo, por ejemplo. Si te comes un apio, seguro que se lo come Rita. Porque tú, no.

—España está a la cabeza de la obesidad infantil en el mundo. ¿También en el colegio deberían enseñarnos a comer?

—Mientras el Ministerio de Sanidad y el Ministerio de Educación no tomen cartas en el asunto, España irá a la saga de todo.

—Cuando un gordito se ve en la foto no se reconoce. Luego es mentira que todos somos gordos felices.

—Los gorditos necesitan una máscara para aceptarse y para que los demás lo acepten. El gordito feliz no existe. Doy fe de ello.

—En España somos pioneros en el método Thinking, pero también hay otros métodos parecidos.

—No hay. Por primera vez se trata el tema de la obesidad desde la relación con la comida, no desde el sobrepeso. A mí me importa un bledo los kilos de más. Me importa la relación enfermiza con la comida.

Publicado en el diario Córdoba el 9 de julio de 2013
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lunes, 15 de julio de 2013

Una manera de vivir

La esperaba cada mañana al salir de casa y la seguía al trabajo. Cuando ella acababa la jornada laboral, repetía la maniobra a la inversa. La seguía del trabajo a la casa. Algunos días la espiaba hasta bien entrado el anochecer. Por la tarde, ella no salía de su apartamento. Leía, escuchaba música, hablaba por el móvil. Alguna tarde, acudía al gimnasio. Los fines de semana, se acercaba a las grandes superficies y compraba para la semana. Después, volvía al lugar de origen. Alguna vez iba al cine o salía con amigos a tomar una copa. Excepción donde las haya.

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Él se había acostumbrado a amarla en la distancia. La imaginaba llenando las horas vacías, metiendo en la cocina un mundo de aromas y olores exóticos, leyendo los libros que él amaba, bebiendo sola el vino que a él un día le gustaría compartir con ella. La conoce como nadie. Eso piensa él. Y puede que así sea. Sobre todo, es un doctor en los hábitos que conforman su vida. Pero, siendo objetivos, no sabe nada de su alma.

Eso ya comienza a inquietarle. Lleva más de siete años persiguiéndola por toda la ciudad. Y sabe de todos sus gustos, percibe sus perfumes, conoce sus ropas y sus posibles combinaciones, sus complementos, sus peinados. Sabe más de ella que ella misma, y esos conocimientos minuciosos y detallistas cada día le provocan más desasosiego que placer, más desdicha que felicidad.

Le sorprende, sobre todo, que no salga con nadie, que nadie le proponga un fin de semana turbulento o una vida equilibrada de amor imperecedero. Porque ella es diferente, piensa él. Se hace sus ilusiones. Proyecta estrategias para abordarla en la calle, en un bar de copas, en el supermercado. Abre el bloc y esboza planos en sus páginas. A veces, improvisa algún verso sin profundidad. Después, como si escribiera un comic, dibuja escenas en las que ambos hablan, sonríen, beben. Los escenarios varían conforme las escenas se complican con detalles minuciosos de los paisajes que son el fondo de la trama.

Piensa qué hará en la casa cuando nadie la ve. Para ser preciso en los detalles, ha alquilado otro apartamento frente al suyo. Ventana frente a ventana, la siente más cerca de él. La distancia entre ambas ventanas le permite la observación sin ser observado, la proximidad en la distancia. La calle es lo suficientemente ancha para disimular su presencia de espía amateur. En efecto, en la casa, ahora la ve con un libro en la mano, una taza de té, el móvil. La ve tendida en el sofá. Sonríe. Sonríe sola. Sin que nadie pueda compartir esa expresión externa de felicidad que él sí percibe como testigo único.

Han pasado los meses y se ha acostumbrado sin esfuerzo a su vida. Intuye qué comerá hoy, cómo vestirá, a dónde acudirá por la tarde, cuándo le sonará el móvil, qué película verá tendida en el sofá sin soltar un libro de sus manos. Ciertamente, sus investigaciones han avanzado progresivamente, pero todavía siente vacíos inevitables que no sabe cómo solventar. Por ejemplo, cuando enciende la televisión, él selecciona la misma cadena, pero cuando escucha un cedé no alcanza a escuchar la melodía que a ella le hace improvisar a veces algunos pasos de cualquier baile en el parqué, piensa que necesita perfeccionar ese seguimiento concienzudo que lo llevará a sus brazos.

En realidad, este hombre es un hombre enamorado que no sabe acercarse a ella y decirle estos son mis sentimientos, señora, estoy perdidamente jodido por usted. Sonríe por no llorar, todo habrá que decirlo. Pero no lo hará, nunca lo hará. A veces, piensa tirar la toalla, pero lo suyo tampoco es dejarse vencer por el desánimo. Son muchos años ya, piensa, para tirarlo todo por la borda.

Un día despertó con un malestar interior cuya causa no conocía ni había sentido jamás. Vio a través de la ventana las ventanas de su apartamento. Y le extrañó que a esa hora las persianas todavía estuviesen echadas. Al mediodía, la situación no había cambiado. Esperó uno y otro día. Parecía como si allí no viviese nadie. Efectivamente, indagó, preguntó al portero, la buscó en el trabajo, en los sitios a los que solía ir. Se había ido. Había dejado el apartamento, el trabajo, la ciudad. Al parecer, había obtenido una beca. No recuerda ni para qué ni dónde.

Se quedó mirando desde la calle las ventanas de su apartamento, cerrado a cal y canto. Lo hizo durante muchos días. Años tal vez. Sabía que no le quedaba otra posibilidad que no perder la fe de que un día volviera. Después de tanto tiempo invertido, supo que esperar un poco más formaba parte del juego de la vida, al menos de su vida. Es lo que tiene no saber intuir que el azar condiciona los proyectos más sólidos, y que más vale improvisar un encuentro fortuito a edificar un sueño fallido.

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viernes, 12 de julio de 2013

Las palabras

No importa qué le diga ahora, porque él sabe que a veces las palabras son innecesarias. No molestan, pero tampoco aportan demasiada información a los objetivos planteados como ineludibles. Ella tampoco es de muchas palabras. Las maneja con efectividad aunque, también es cierto, sin demasiada inteligencia. Las deja caer sin orden ni concierto, sabiendo que alguna estallará en sus oídos como un sueño recurrente. Esas palabras que a él no le son indiferentes vienen precedidas de algunas estrategias que conciernen más al lenguaje no verbal. Una mirada fija, sin parpadear, mantenida, distante y cercana al mismo tiempo, fría y cálida, no sabría cómo decir. Es difícil saber. O un gesto de sus manos, que acarician su rostro, o se detienen en su hombro, o permanecen inalterables en sus rodillas.

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Él no quiere más palabras. Sabe que para manejarlas hay que ser un brujo de la retórica. La oratoria no es lo suyo. La poesía, menos. Prefiere las frases cerradas, breves, efectivas. Por ejemplo: Me gustaría pasar la noche contigo. Por ejemplo: Hoy traes una belleza distinta. Algunas las roba de novelas baratas o son versos de poetas que no conoce y que le fascinan. A ella esto de las palabras, por el contrario, le quita el sentido. Anduvo un tiempo con un poeta que fabricaba poemas contrahechos que nadie se atrevía a publicarle. Y después anduvo de bar en bar con un periodista de títulos fugaces y apagados. Pero nunca se había tendido a sus anchas en los párrafos de un prosista de más consistencia.

Ahora que la miro estoy por escribirle algo severo sobre aquellos hombres que no dominan las palabras. Porque yo sé que a ellas les gusta confundirse con las figuras del lenguaje. Además, uno nunca sabe si la literatura sirve para algo más que para desgravar a Hacienda o para esquilmar a la soledad. Por probar, nada se pierde. Además, a este parece que le han cortado la lengua. Una herramienta, por otra parte, imprescindible para materializar el contenido específico de las palabras. Las mujeres, ya se sabe, no perdonan. Y exigen que se le rindan cuentas después de escuchar al rapsoda. En definitiva, que las palabras en sí mismas, como entremés, son válidas. Pero después hay que hincarle el diente al mantel. Eso sí, valga la metáfora, y que no despiste al más incauto. Que de todo hay en la mesa del señor y en la alcoba de estas señoras. Por supuesto, con respeto y con perdón.

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miércoles, 10 de julio de 2013

Fernando García de Cortázar: “Intento ser Julio Verne y Salgari con todos los niños”

El historiador Fernando García de Cortázar publica Pequeña historia de los exploradores, un libro para niños de 9 a 99 años, en el que se adentra en el mundo de la ficción sin abandonar la historia. Ilustrado por Jvlivs, el autor cuenta cómo gracias a sus hazañas hemos ido rellenando los vacíos del mapa. En la obra, Sergio, un chaval apasionado por los libros de aventuras, recibe una noche la visita de Julio Verne. A partir de ahí, el lector conocerá los grandes viajes de los exploradores de nuestra historia.

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FOTO: MIGUEL ÁNGEL LEÓN

—Ha escrito un libro sencillo y con sentido del humor para lectores de 9 a 99 años. ¿Le gustan los retos?

—Siempre me han gustado y, de mis 60 libros, cada uno ha sido un reto respecto al objetivo, respecto a la edad, pero quizás este es de los mayores de mi vida.

—El lenguaje del libro es claro y ameno, y además al final contiene un minidiccionario. ¿Tan mal se expresan los alumnos?

—Sí. El léxico era muy corto, muy breve, y entendí que había que prolongarlo. Porque este libro yo lo he hecho en contacto con los posibles lectores. Me metieron en un colegio de jesuitas de Madrid y lo hice en contacto con ellos. Y al ver que había palabras que no conocían, yo entendí que debían pertenecer cuanto antes a su léxico.

—Los niños ya no leen a Julio Verne ni a Salgari. ¿Pretende usted ocupar su lugar?

—Sí. Sería mi objetivo. Y este es el segundo libro e inmediatamente va a venir un tercero. O sea que intento serlo también, no solo lo que hecho con la Breve historia de España, sino con todos los niños.

—¿La historia del mundo sería hoy otra sin las hazañas de los exploradores españoles?

—El mundo sería distinto sin sus hazañas y también sin el pensamiento de los españoles que da origen a las hazañas. Las hazañas tienen después una reflexión entre los teólogos y los filósofos, y son los creadores del derecho internacional.

—Ha logrado condensar en un relato 4.000 años de Historia. ¿No se ha olvidado de nadie?

—Escribir es rehusar. Escribir es rechazar. Yo creo que los historiadores tenemos que ejercitarnos en el difícil arte de la síntesis.

—“Hace falta una gran revolución en la transmisión de conocimientos históricos”. ¿Quiere usted decir que no conocemos bien nuestra Historia?

—Esa es una llamada de atención a los historiadores. Creo que la Historia la transmitimos mal y no la transmitimos como la crónica de la humanidad, la crónica de una gran aventura, sino que a veces es esa imagen de algo pesado, algo prolijo, y por eso creo que hay que hacer una revolución, para que nunca se considere así la Historia. Es la crónica más apasionante, puesto que es la crónica de la vida del hombre.

—Algunas autonomías han llenado el temario de Historia con “hechos diferenciados”. ¿Eso ayuda a fomentar una entidad propia o a que nos extraviemos?

—Ayuda a que nos extraviemos. Y el drama de la historia en España es precisamente esa fragmentación y esa obsesiva búsqueda de esos hechos diferenciados, cuando en España nos diferenciamos muy poco y, a veces, las diferencias son puramente gastronómicas o son puramente folklóricas.

—Reconoce que es más fácil escribir sobre la historia remota. ¿No le gusta levantar ampollas?

—A mí no me gusta, pero las he levantado y abundantemente, puesto que el historiador debe comprometerse con el presente. A mí el presente me ha comprometido tanto que he llevado doca años escolta policial.

—¿Qué tres exploradores nunca debemos olvidar y por qué?

—Tenemos que elegir a Marco Polo, porque nos ayuda fundamentalmente a conocer China, Japón y, sobre todo, trata de unir Oriente con Occidente. Yo elegiría también al escritor Bernardo Díaz del Castillo, que nos da la gran epopeya española. Y elegiría también a James Cook, en el siglo XVIII, quien circunnavega el mundo dos veces. Ya lo había hecho antes Elcano y tiene grandes exploraciones de carácter científico.

—Usted es jesuita y el Papa también lo es. ¿Se siente como en casa?

—Bueno, también me sentía como en casa con la intelectualidad de Benedicto XVI. Este es un papa jesuita con una proyección bastante franciscana y por ahí probablemente van a venir las grandes novedades, por su franciscanismo.

—Este libro es el preludio de su primera novela, ambientada en la Primera Guerra Mundial.

—Sí. Así es. Entre la Primera Guerra Mundial y la Segunda República. En este libro introduzco ficción y diálogo, y la propia editorial me dijo: “Si hay ficción y diálogo estás ya en la novela. ¿Por qué no te lanzas?”. El próximo reto, y me tiemblan las piernas, es ese.

—¿La literatura le ofrece posibilidades que no encuentra en la Historia?

—Sí. Enormes. Y lo he visto al redactar esta novela. Me obliga a hacer análisis de la mente humana, del corazón, del pensamiento humano, de ciertos comportamientos que, como autor de Historia y de ensayo, no me podría permitir.

Publicado en el diario Córdoba el 17 de junio de 2013

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martes, 9 de julio de 2013

La buena suerte

Se quedó mirando el paisaje yermo, los árboles rotos, la tierra cuarteada por la calima. Los lagartos, únicos habitantes de un estío largo y duro, se escurrían por los terrones resecos y, bajo alguna cepa, anidaban unos polluelos abandonados. Es un tiempo sin aristas, plano como esta tierra sedienta de agua, un tiempo hondo y cobrizo, parado en mitad del silencio, sin abismos posibles. A lo lejos, no hay nada, solo la tierra vacía e inhóspita. Este hombre mira, con alguna migaja de esperanza, un cielo azul y blanco, piensa también que sin color, sin pájaros ni nubes, sin estrellas, sin aviones programados que crucen de punta a punta la faz de un universo de medidas desproporcionadas a sus ojos.

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Se ha quedado solo mirando la vida de hoy, triste y huidiza, que ni siquiera algunas canciones edulcoradas le cambian el sabor agrio del desánimo. Hay una voluntad herida de cambiarlo todo que no está a su alcance, espasmos de un dolor ajeno que no puede sofocar, hay en el entorno frases acabadas, cuentas que no salen, sospechas apagadas como velas que ya no arden ni iluminan esta habitación.

Este hombre, que no sabe qué pasará con él mañana, vive cada día como si fuera el último, anda siempre los mismos caminos, porque en ellos se siente protegido de las alimañas, y de vez en cuando rellena unas quinielas para intentar trastocar el azar que le es adverso hasta el momento. Lo hace cada semana y conserva durante siete días el resguardo sellado con la esperanza infundada de que la suerte, alguna vez, vagará sin rumbo por este lugar. Y ahí estará él, acechante, insobornable al abandono y a la duda, consciente de que la buena suerte, a veces, anida, como aquellos polluelos abandonados, en cualquier rincón de nosotros mismos.

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lunes, 8 de julio de 2013

Mª Ángeles López de Celis: “Las carencias personales de Aznar las suple Ana Botella”

Durante 32 años ha trabajado en la Secretaría de la Presidencia del Gobierno y ahora publica Las damas de la Moncloa, un retrato íntimo de las seis mujeres de los presidentes de nuestra democracia. En el año 2010, María Ángeles López de Celis se asomó a la dimensión más íntima de todos ellos en su libro Los presidentes en zapatillas. Y en 2011 publicó también El síndrome de Alí Babá, una reflexión sobre la corrupción. Está en posesión de la Cruz de la Orden del Mérito Civil (2006).

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FOTO: MIGUEL ÁNGEL LEÓN

—Ha trabajado, durante 32 años, en la Secretaría de la Presidencia del Gobierno. ¿Algún secreto de Estado del que no nos podamos enterar?

—Algunos me llevaré a la tumba, porque ya no los voy a contar. Sobre todo, más que secretos oficiales, secretos personales. 32 años de profesión dan para mucho.

—Es la única persona en toda España que ha colaborado con los cinco primeros presidentes de la democracia. Díganos cómo se sobrevive a una experiencia como esa.

—Pues a veces yo misma me lo pregunto y mi hijo también, y me dice que aquello me ha debido dejar un poco tocada.

—En su libro no hay chismes, secretos de Estado ni ánimo de ofender. ¿Seguro que no se arrepentirá de publicar un libro así en España?

—Yo creo que no, porque yo soy una persona seria y me gusta que el trabajo sea serio. Pero nunca se sabe si puedo contar lo mismo pero de otra forma más divertida.

—Para elaborar su libro pidió entrevistas personales a las damas de la Moncloa, pero ninguna se la concedió. Salvo Pilar Ibáñez, viuda de Calvo Sotelo. ¿Tan discretas son estas señoras?

—Yo no lo calificaría de discreción. Yo lo calificaría de miedo.

—Me da la impresión de que no le gusta Ana Botella. Es polémica, pasional, lista. Todo lo que su marido no es, dice usted, un hombre con muchas carencias.

—Exacto. Es un hombre muy bien preparado, un buen político, pero tiene carencias personales que las suple Ana Botella. Pero ella está en las antípodas de lo que soy yo.

—Carmen Romero le recuerda a las mujeres de Julio Romero. Independiente, culta, feminista ponderada. Y transgresora. ¿No me diga que sacaba los pies del tiesto?

—Sí que los sacó, porque era una luchadora y defendía su espacio propio ante un marido arrollador como el que tenía.

—Sonsoles Espinosa, esposa de Zapatero, pasará a la Historia por ser la consorte más esquiva de todas y la más reacia a representar el papel de primera dama. O sea, la más arisca y huraña.

—Sí. Yo creo sinceramente que era bipolar, porque cara a cara era agradable, cálida y simpática, y de cara a los medios era absolutamente muy esquiva, fundamentalista ya con la intimidad. Rayaba la fobia social.

—Los trabajadores de la Moncloa comentaban que Sonsoles y Zapatero “eran un poco aburridos”. Es decir, ni trasnochaban ni se echaban los trastos a la cabeza.

—Es que eran demasiado políticamente correctos. Para un matrimonio joven, pues que les gustara un poco salir más y tener una vida un poco más flexible, hubiera sido más normal. Nosotros decíamos que eran aburridos. Exactamente.

—De Elvira Fernández, mujer de Rajoy, dice que “mira el dinero con lupa”. Ya que sabe tanto de dinero, ¿por qué no le pregunta el juez sobre los sobresueldos de Bárcenas?

—Pues yo creo que ella, de lo de preguntar, poquito. Ella se coge sus papeles y sus facturas y se lo organiza ella solita. No sería mala ministra de Hacienda.

—Carmen Romero, eclipsada por el carisma de Felipe. Ana Botella, encantada de manejar el cotarro. ¿No me diga que no había ninguna pareja equilibrada?

—Si. Equilibrados, equilibrados, Leopoldo Calvo Sotelo y Pilar Ibáñez. Además, vivieron un matrimonio muy feliz y con mucho cariño y mucho romanticismo.

—Amparo Illana era depresiva y melancólica. ¿Condicionó su actitud y su enfermedad la trayectoria política de Adolfo Suárez?

—Sí. A él le preocupaba mucho su mujer. Y como ella se deprimía mucho, pues su marido estaba preocupado. Para Adolfo Suárez no había más que dos cosas en la vida: la política y su mujer. Cuando se acabaron esas dos cosas, pues ahí le tenemos como le tenemos.

—Rompa matrimonios y reordénelos hasta conformar la que hubiera sido la mejor y peor pareja de la Moncloa.

(Ríe). Esto no me lo han preguntado nunca. Imagínate una Ana Botella con un Felipe González. Esa acaba como el rosario de la aurora. Y los que pegan más dentro de los que no son pareja, Rajoy con Pilar Ibáñez, cuando ella hubiera sido más joven, lógicamente.

—De estas seis mujeres, ¿cuál hubiera sido una buena presidenta?

—Yo, sinceramente, me inclino por Carmen Romero. Creo que, por su trayectoria, su experiencia, hubiera hecho un buen papel.

—Oteando el panorama político actual, dígame qué mujer podría alcanzar la Moncloa para hacerlo con dignidad.

—España está muy preparada para asumir la presidencia de una mujer y tenemos candidatas muy preparadas. Por ejemplo, Esperanza Aguirre, una mujer con una gran trayectoria. Por ejemplo, Carme Chacón, una mujer muy preparada. Y a mí me gusta mucho personalmente Soraya Sáenz de Santamaría.

Publicado en el diario Córdoba el 11 de junio de 2013

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domingo, 7 de julio de 2013

Reencuentro

Anoche volví a reencontrarte. Eras la misma que perdí meses atrás por alguna razón que no entiendo. Pero anoche te recuperé. Redescubrí tus ojos fijos y negros, tus labios sinuosos, tu piel esperándome. Acaso siempre estuviste esperándome, igual que yo a ti. Y ahora que nos hemos vuelto a encontrar, parece que el tiempo nunca estuvo contra nosotros o en mitad de ninguna parte, solo era una pátina de aire que dividía el mundo en dos mitades desiguales, dos imágenes reales e inventadas proyectadas en el espejo. Ahora nada está roto cuando miro tus manos que me esperan o cuando me insinúas en pocas palabras un idioma que no es patrimonio de las palabras sino del cuerpo, ese lugar donde todos los sentidos se aúnan en un lenguaje con tantos registros que compartimos y queremos.

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Ahora que te he vuelto a encontrar, dejaré la ventana de par en par para escuchar los pájaros al amanecer, para evitar las tormentas que delatan una soledad inevitable que ya esquivo sin esfuerzo, para sentir que el mundo está allá abajo donde lo encontramos antes de subir acá para amarnos sin demora y sin recato, agotados de una necesidad que no calmaba ningún sueño placentero y ningún otro encuentro donde tú no estuvieras. Ahora estoy aquí, esperando que me llames, que vuelvas, que me digas que fue inútil el tiempo perdido y que vuelves para tirar afuera todo objeto innecesario, para quedarte desnuda delante de mí, poniendo fin a toda espera demorada y a cualquier otro sueño que no dibuje tu cuerpo de hembra enamorada.

Ahí me quiero quedar cuando la noche borre los días largos del estío y el cansancio o la duda improvisen la posibilidad nula de tu ausencia. Ahora tiéndete a mi lado y devuélveme los días que nos son propios, deshazte del corazón confuso que me alejó de ti, y agótame hasta la extenuación cuando la luz del día me devuelva tu mirada y el sueño que necesitaré a tu lado. Después, el tiempo venidero, del que tanto queda, también será nuestro. Afuera, el mundo anda equivocado y confuso, y el viento, apenas una brisa, asevera que el verano se queda de momento.

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sábado, 6 de julio de 2013

Eran otros tiempos

La última vez que la vio, no la reconoció al primer golpe de vista. Fue ella quien advirtió su presencia y su descuido. Le pidió perdón por no haberla reconocido antes. Ella lo disculpó. El tiempo no pasa en balde, ni nosotros tampoco, le dijo. Era cierto. La veía con una belleza distinta, apagado ya el brillo de los ojos y la tersura de la piel, pero seguía conservando ese aire de mujer diferente que a él tanto le gustó. Habían pasado los años de golpe, pesó él. Pero no. Sobre todo, cuando ella marchó, las horas no avanzaban, y el tiempo congelado que compartieron en tan pocas noches, se había quedado metido en algún lugar de la memoria de donde es imposible extraerlo sin dañarlo.

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Ella le dijo que había pensado mucho en él y que, desde que su familia se trasladó de ciudad y dejaron de verse, había pensado en llamarlo en muchas ocasiones, pero que tampoco sabía si era conveniente remover los recuerdos. Así que se afincó en el olvido como pura terapia, desoyendo las palpitaciones del corazón. Se había casado con un empresario de la construcción y habían sido felices hasta que la crisis financiera y económica los dejó sin patrimonio en mitad del camino. Fueron años de lujo y alegría, de inconsciencia también, le dijo ella. Incluso en aquellos días de bienestar se acordó de él alguna vez.

El, sin embargo, había vivido después tal como ella lo había conocido antes. Comprometido con la política, viajero incansable, lector empedernido, Casanova irredento. Tampoco él había logrado olvidarla. Pero ahora que la veía supo que los recuerdos pertenecían a un tiempo clausurado que solo vivían en él. Lo mismo pensó ella, aunque le hubiese gustado quedar alguna tarde, beber juntos como entonces, besarse sin más intenciones que romper tanta cordura innecesaria. Nos veremos algún día, le dijo ella. Claro que nos veremos, acertó a decir él. Todavía repetía las mismas palabras en su cabeza cuando cruzaba la esquina de ninguna parte y el vacío ocupaba ahora el espacio reservado a otro tiempo en la memoria.

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jueves, 4 de julio de 2013

Muchas sensaciones se pierden

Cuando le dijo adiós, todavía tardó en colgar el teléfono de mesa. Miró los papeles emborronados con apuntes inútiles, el vaso de lápices y bolígrafos, el reloj, varios libros. Después escribió un número, tal vez el de un móvil, y una dirección, probablemente la de ella. El papel lo guardó en el bolsillo de la camisa. Amontonó libros de ayer, fotografías, objetos diversos. Los metió en una bolsa de basura. O mejor, en varias bolsas de basura. Bajó al contenedor y tiró las bolsas. Sacó del bolsillo de la camisa el papel con las anotaciones últimas y también se deshizo de él en el interior del contenedor.

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Se acercó al bar más próximo. Allí le conocían. Pidió una cerveza. Raro en él. Y después un whisky. De pie y apoyado en la barra entendió que su vida había estado sembrada de errores fortuitos y equivocaciones buscadas. No se reprochó sus desaciertos. Tampoco a ella. Pero entendió al fin que al destino se lo puede doblegar sin maquinaciones y sin dobleces.

Cuando volvió a la casa, el teléfono sonaba. Era ella de nuevo. Le recordó el número de móvil y la dirección. Eres muy despistado, le dijo, siempre se te olvida o la pierdes. Esta vez no fue así. Volvió a anotar dirección y teléfono. Cogió el papel, lo dobló y lo guardó en el mismo bolsillo de la camisa. Como había hecho antes. Preparó la bolsa de viaje, liviana y exigente al mismo tiempo. Bajó al parking, arrancó el coche y emprendió el viaje que había demorado durante siete años.

Pensaba qué le diría al saludarla, si abrazarla o besarla o sencillamente decirle estoy aquí. Tampoco pensó en su reacción. Si lo recibiría con añoranza o con despecho, si le exigiría explicaciones o calor. Había pasado tanto tiempo. Solo pensaba que quería encontrarla, y verla y decirle el tiempo en vano que había corrido sin sentido en todas direcciones. Bajó el cristal de la ventanilla y sintió el aire fresco y próximo, y la sensación de que lo tenía que haber sentido mucho antes. Pero cuando uno va restando kilómetros, muchas sensaciones se pierden. Y eso le aliviaba, no sabía bien por qué.

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lunes, 1 de julio de 2013

Fernanda Kubbs: “No he llegado a la perfección del cuento dentro del cuento”

Cristina Fernández Cubas, ahora con un falso seudónimo tras el que no esconde su identidad, Fernanda Kubbs, publica la novela La puerta entreabierta, un libro que se adentra en el mismo mundo maravilloso pero visto con otra mirada; un libro, también, en el que ya no busca un equilibrio entre lo cotidiano y lo desconocido, sino en el que abre de par en par esa puerta entreabierta hasta ahora en su obra anterior.

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FOTO: MIGUEL ÁNGEL LEÓN

La autora, sin embargo, no abandona su línea anterior, sino que crea otra paralela; es decir, Cristina y Fernanda buscarán lectores comunes y otros propios. De hecho, no sabe si su próximo título será novela o serán cuentos. Solo sabe que, por primera vez en su vida, tiene un doble plan y una vida paralela. Eso sí, sin abandonar la literatura.

—Cristina Fernández Cubas ahora es Fernanda Kubbs, un falso seudónimo que no encubre su personalidad. ¿Qué nos aporta Fernanda que no tenía Cristina?

—En realidad, Fernanda y Cristina, y perdón que hable en tercera persona, que me parece horroroso, es el mismo mundo, y por eso decidí llamarme Fernanda Kubbs, para no despistar a mis lectores. Es el mismo mundo pero lo que es distinto es la mirada y el registro.

Es decir, hasta ahora, firmando con mi verdadero nombre, Cristina Fernández Cubas, siempre yo buscaba un equilibrio entre el mundo de la cotidianeidad y lo desconocido, que se filtraba a través de una grieta. Pero ahora es que ya he decidido, por lo menos en esta línea paralela que me he inventado, atravesar esta puerta entreabierta, o sea, abrirla del todo. Por eso he querido llamarme Fernanda Kubbs, que es muy parecido.

—Tomó esta decisión cuando atravesaba un mal momento y “escribir le inducía a la tristeza”. ¿Es terapéutica esta decisión de desdoblarse?

—Pues, bueno, yo no lo hice con idea de terapia, ni mucho menos, pero en el fondo lo ha sido. Es decir, de alguna manera, de repente encontré un tema y una historia que me devolvían las ganas de escribir. Pues entonces, ateniéndonos a los resultados, pues sí, ha resultado terapéutico, pero no era mi idea curarme por la escritura, ni mucho menos.

—Con esta novela se lo ha pasado en grande y además contiene registros muy distintos a sus obras anteriores.

—Digamos que el mundo se parece, pero se da este salto entre lo cotidiano y lo desconocido de alguna manera como sucede en los sueños, que de repente estamos en un lugar en que todo es distinto pero seguimos reaccionando con nuestra lógica. Pues es un poco lo que ocurre aquí. En efecto, tienes toda la razón, me lo he pasado en grande. No sé si se nota. Espero que sí.

—Este mundo de sueños que describe en su novela lo califica como una escritura mucho “más fresca y más adolescente”. Incluso recupera canciones e historias de la niñez.

—Sí. Vamos a ver. Desde ya un estado adulto, no me hago niña, pero sí recupero lo que tenían de maravilloso aquellas leyendas, aquellos juegos de corros, de ruedas, aquellos cantos tan misteriosos, que muchos de ellos parecían como fórmulas mágicas, o sea, aquellas canciones de corro que no querían decir nada pero que rimaban. Pues sí, todo esto, ese extraño mundo desde el estado adulto, intento recuperar o lo he recuperado. Y me lo he pasado bien. Repitámoslo.

—¿No ha temido que en algún momento un lector despistado piense o diga: “¿Qué le ha pasado a esta mujer?”.

—Bueno, pues que se ha reinventado, y que además no abandono mi línea anterior, hago una línea paralela. Los lectores pueden decir lo que quieran. El lector es libre. Esto para empezar. Yo creo que Fernanda Kubbs puede ganarse sus lectores. Y también me gustaría que los míos de toda la vida probasen la aventura de Fernanda Kubbs. Que coincidan o no, el lector ya es libre para pensar.

—El título La puerta entreabierta se remonta a una conferencia sobre literatura fantástica de hace unos años, cuyo contenido se lo ha saltado ahora.

—No. Porque, claro, La puerta entreabierta fue la inauguración de unos cursos de un seminario sobre literatura fantástica que a mí se me encargó inaugurarlo, digamos. Entonces, yo hablaba de lo que consideraba que era literatura fantástica o de incursiones en lo fantástico, y la titulé La puerta entreabierta, pero realmente yo hablaba de lo que había escrito entonces, ese estado fronterizo entre lo cotidiano y lo extraordinario y lo que desconocemos.

Y aquí me he saltado todas las reglas a la torera. Bueno, no eran reglas, pero todo lo que dije a la torera, me sigue pareciendo que es la puerta entreabierta. Y sigo hablando de fronteras, aunque las fronteras aquí tienen un significado más profundo.

—Crucigramista aficionada, a mitad del relato fue inventando una falsa sopa de letras. Las palabras son vitales en su novela.

—Claro. La palabra es, en el fondo, la protagonista de mi novela. La palabra en el justo centro de la novela gracias a la novela, gracias a este enigma contenido en una falsa sopa de letras, son las abracadabra que obran el prodigio, digamos. Hay un cuento que se llama El dueño de las palabras, que también lo explica. Están los anagramas. Mi amor a la palabra y la importancia que le doy a las palabras creo que queda clarísima en este libro, pero no quiero decir más. Tampoco quiero que el lector ya lo sepa todo.

—El juego de palabras y el traspasar a otra realidad paralela nos remite directamente a Lewis Carroll. ¿Es algo buscado?

—Francamente, yo no lo pensaba para nada. Y si hay alguien en el que yo pensaba, que además queda clarísimo porque queda citado ahí, es el flautista de Hamelín, cuando hago un Hamelín en vez de ratas con palabras, pero no.

De todas maneras, siempre lo digo, todos estos cuentos, aunque forman parte de nuestro bagaje cultural, era un poco la idea de recuperar ese mundo, pero yo no pensé de una forma explícita en Carroll ni muchísimo menos. Que esté o no esté, también puedo decir que pude haber pensado en Pulgarcito, por ejemplo, o en Gulliver.

—El libro es también una novela llena de cuentos, en clara referencia a Las mil y una noches y Manuscrito encontrado en Zaragoza.

—Me encantan.

—Pero no lo son exactamente. Estos son como cajas chinas. Su libro es diferente.

—Es diferente. No he llegado a esa perfección del cuento dentro del cuento. Ni tampoco lo he pretendido. Aunque es una historia en la que sí hay un hilo y el hilo de esta historia, los personajes, que son todos muy habladores, pues van contando historias reales y otras que no tienen que ver con lo que ahí se trata.

No son historias que no vengan a cuento. Tienen que ver. Sin ser esta especie de caja china. No lo es. Van contando historias que quizás enriquezcan o interrumpan la trama principal, pero no están dentro. Ni era esa mi intención.

—A la protagonista, Isa, la volveremos a encontrar en otra aventura. Tiene pensado escribir una serie, sabe dónde ocurrirá, pero poco más.

—Tengo la idea de que quiero volver a ella y tengo el escenario de donde creo que va a suceder, pero no solamente ella. Hay algunos personajes de esta novela que me han caído muy bien, y de convivir con ellos les tengo cariño y los quiero rescatar también.

—Su próximo libro, sin embargo, no será novela, sino cuentos. Vuelve Cristina Fernández Cubas.

—Eso es lo que dije, pero no estoy segura. En estos momentos, no estoy nada segura. Será en todo caso una línea paralela. Y además no lo sé. Ya se verá. Pero sí que, por primera vez en mi vida, tengo un plan doble, digamos.

—Le gusta el libro como objeto. Nunca se ha bajado nada en internet y no comparte la filosofía del todo gratis. ¿Fernanda aquí sí opina igual que Cristina?

—Bueno, Fernanda es una recién nacida. No sabemos mucho de Fernanda. Pero yo supongo que sí. En el fondo, las dos son muy parecidas y simplemente se parecen tanto, y me molesta hablar en tercera persona, pero es una línea. Todo es para no despistar al lector y no despistarme a mí misma, que yo cuando me he puesto a escribir La puerta entreabierta, yo sabía que dejaría volar mi imaginación.

Publicado en el diario Córdoba el 15 de junio de 2013

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