miércoles, 10 de julio de 2013

Fernando García de Cortázar: “Intento ser Julio Verne y Salgari con todos los niños”

El historiador Fernando García de Cortázar publica Pequeña historia de los exploradores, un libro para niños de 9 a 99 años, en el que se adentra en el mundo de la ficción sin abandonar la historia. Ilustrado por Jvlivs, el autor cuenta cómo gracias a sus hazañas hemos ido rellenando los vacíos del mapa. En la obra, Sergio, un chaval apasionado por los libros de aventuras, recibe una noche la visita de Julio Verne. A partir de ahí, el lector conocerá los grandes viajes de los exploradores de nuestra historia.

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FOTO: MIGUEL ÁNGEL LEÓN

—Ha escrito un libro sencillo y con sentido del humor para lectores de 9 a 99 años. ¿Le gustan los retos?

—Siempre me han gustado y, de mis 60 libros, cada uno ha sido un reto respecto al objetivo, respecto a la edad, pero quizás este es de los mayores de mi vida.

—El lenguaje del libro es claro y ameno, y además al final contiene un minidiccionario. ¿Tan mal se expresan los alumnos?

—Sí. El léxico era muy corto, muy breve, y entendí que había que prolongarlo. Porque este libro yo lo he hecho en contacto con los posibles lectores. Me metieron en un colegio de jesuitas de Madrid y lo hice en contacto con ellos. Y al ver que había palabras que no conocían, yo entendí que debían pertenecer cuanto antes a su léxico.

—Los niños ya no leen a Julio Verne ni a Salgari. ¿Pretende usted ocupar su lugar?

—Sí. Sería mi objetivo. Y este es el segundo libro e inmediatamente va a venir un tercero. O sea que intento serlo también, no solo lo que hecho con la Breve historia de España, sino con todos los niños.

—¿La historia del mundo sería hoy otra sin las hazañas de los exploradores españoles?

—El mundo sería distinto sin sus hazañas y también sin el pensamiento de los españoles que da origen a las hazañas. Las hazañas tienen después una reflexión entre los teólogos y los filósofos, y son los creadores del derecho internacional.

—Ha logrado condensar en un relato 4.000 años de Historia. ¿No se ha olvidado de nadie?

—Escribir es rehusar. Escribir es rechazar. Yo creo que los historiadores tenemos que ejercitarnos en el difícil arte de la síntesis.

—“Hace falta una gran revolución en la transmisión de conocimientos históricos”. ¿Quiere usted decir que no conocemos bien nuestra Historia?

—Esa es una llamada de atención a los historiadores. Creo que la Historia la transmitimos mal y no la transmitimos como la crónica de la humanidad, la crónica de una gran aventura, sino que a veces es esa imagen de algo pesado, algo prolijo, y por eso creo que hay que hacer una revolución, para que nunca se considere así la Historia. Es la crónica más apasionante, puesto que es la crónica de la vida del hombre.

—Algunas autonomías han llenado el temario de Historia con “hechos diferenciados”. ¿Eso ayuda a fomentar una entidad propia o a que nos extraviemos?

—Ayuda a que nos extraviemos. Y el drama de la historia en España es precisamente esa fragmentación y esa obsesiva búsqueda de esos hechos diferenciados, cuando en España nos diferenciamos muy poco y, a veces, las diferencias son puramente gastronómicas o son puramente folklóricas.

—Reconoce que es más fácil escribir sobre la historia remota. ¿No le gusta levantar ampollas?

—A mí no me gusta, pero las he levantado y abundantemente, puesto que el historiador debe comprometerse con el presente. A mí el presente me ha comprometido tanto que he llevado doca años escolta policial.

—¿Qué tres exploradores nunca debemos olvidar y por qué?

—Tenemos que elegir a Marco Polo, porque nos ayuda fundamentalmente a conocer China, Japón y, sobre todo, trata de unir Oriente con Occidente. Yo elegiría también al escritor Bernardo Díaz del Castillo, que nos da la gran epopeya española. Y elegiría también a James Cook, en el siglo XVIII, quien circunnavega el mundo dos veces. Ya lo había hecho antes Elcano y tiene grandes exploraciones de carácter científico.

—Usted es jesuita y el Papa también lo es. ¿Se siente como en casa?

—Bueno, también me sentía como en casa con la intelectualidad de Benedicto XVI. Este es un papa jesuita con una proyección bastante franciscana y por ahí probablemente van a venir las grandes novedades, por su franciscanismo.

—Este libro es el preludio de su primera novela, ambientada en la Primera Guerra Mundial.

—Sí. Así es. Entre la Primera Guerra Mundial y la Segunda República. En este libro introduzco ficción y diálogo, y la propia editorial me dijo: “Si hay ficción y diálogo estás ya en la novela. ¿Por qué no te lanzas?”. El próximo reto, y me tiemblan las piernas, es ese.

—¿La literatura le ofrece posibilidades que no encuentra en la Historia?

—Sí. Enormes. Y lo he visto al redactar esta novela. Me obliga a hacer análisis de la mente humana, del corazón, del pensamiento humano, de ciertos comportamientos que, como autor de Historia y de ensayo, no me podría permitir.

Publicado en el diario Córdoba el 17 de junio de 2013

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