domingo, 30 de noviembre de 2014

Sola. Sin nadie más

El peligro existe. También se inventa o se imagina. Sobre todo se imagina. Y de ese empeño baldío nace sin apenas apercibirlo. Está al lado nuestro, acurrucado como un gato manso o como un lince al acecho. Duerme casi siempre, cerca de nuestros ojos. Sentimos sus latidos de fiera salvaje y de vecino cordial. Sigue nuestros pasos adonde vayamos, para socorrernos o para destriparnos. Nadie sabe. Nunca sabremos.

® AD ENTERTAINMENTS ||| PROHIBIDA SU REPRODUCCIÓN

Esta mujer mira por la ventana y ve la sombra de un águila. Pero es imposible. Es de noche. Una noche desapacible. Escucha un piano. All the things you are. Reconoce la música, el ritmo desasosegado del jazz, el saxo. Esta noche, como cualquier otra, no le gustaría estar sola. Pero ahora no quiere estar con nadie.

En la soledad no hay ningún peligro, se dice. Conoce la noche y conoce el peligro. En ocasiones, aliados. Pero la soledad puede ser más mansa que un gato y más fiera que un lince. O tan acogedora como una noche de invierno, fría. Art Tatum & Ben Webster. El piano y el saxo, el bajo, la batería ponen fondo musical a una noche como esta. Ella no quiere estar con nadie ahora. Y en eso no ve peligro alguno. Al contrario, comienza a entender que quiere estar con ella misma. Que no es poco. Sin nadie más.
leer más

lunes, 17 de noviembre de 2014

Perdido

Bajó las escaleras deprisa, casi pisándose los zapatos, atropellado por la confusión o la desdicha o el miedo, mirándose las manos todavía ensangrentadas, cual si fuesen las manos de alguien distinto a él que no conocía ni quería conocer. Vagabundeó por las calles sin saber a dónde ir, sin pedir socorro, enajenado o aturdido. Quién sabe. Lo vieron entrar a este bar, dirigirse en los aseos, abrir el grifo y meter la cabeza en el lavabo lleno de agua fría.

® AD ENTERTAINMENTS ||| PROHIBIDA SU REPRODUCCIÓN

Después se miró en el espejo y reconoció su rostro con otra mirada, una mirada fría, afilada, de ave de presa, de león solitario. Salió sin decir nada, igual que había entrado. Buscó en los bolsillos el paquete de tabaco, el móvil, algún billete para tomar un brandy, las llaves de la casa. Pero no encontró nada. En la textura del tejido percibió que la chaqueta no era la suya y que los zapatos, demasiado ajustados, le molestaban al andar, y que aquella barba medio crecida no era suya, y sintió que los pies le llevaban de un lugar a otro contra su propia voluntad, sin que pudiera optar entre una calle u otra.

Y fue cuando se sentó a la mesa de un restaurante, y el camarero lo saludó ceremonioso, y comenzó a servirle un menú que detestaba. Allí empezó a darse cuenta de que habitaba un cuerpo que no era el suyo. Lo supo en aquel mismo instante porque, a través de los cristales ahumados que daban a la glorieta, vio su cuerpo pasear ausente de él mismo.

No le desconcertó observar la visión de él mismo en otro lugar, sino la decisión con la que andaba, la seguridad con que saludaba a los viandantes y el conocimiento minucioso de una plaza en la que nunca había puesto los pies. El camarero le interrumpió para entregarle la cuenta, y fue ahí cuando no supo qué decir ni qué hacer. Se levantó sin decir palabra y se fue detrás de él mismo o de quien había sido hasta entonces. Y desde ese mismo instante nadie sabe dónde anda ni qué fue de él. Ahora entiendo, doctor, por qué dice que es tan difícil encontrarnos a nosotros mismos.
leer más

domingo, 16 de noviembre de 2014

Marta Fernández: "El periodista tiene que poner interrogantes a todo"

Vive fascinada con los autómatas, antecesores de los robots. No sabe bien por qué. Aficionada también a la historia del siglo XVIII. Presume de hacer frente a varias enfermedades: escoliosis, miopía y prosopagnosia, una ceguera facial que también padece Brad Pitt. En la primera novela que ahora publica, Te regalaré el mundo, ha dejado mucho de su autohedonismo y poco de su autobiografía. Inició su carrera periodística en Diario 16. Después de haber pasado por Televisión Española, Telemadrid y CNN+, llega a Telecinco. Desde 2007 Mediaset es su casa. En su novela narra la necesidad de inventar otro mundo para sobrevivir al presente.

® AD ENTERTAINMENTS ||| PROHIBIDA SU REPRODUCCIÓN

- Su novela es la historia de dos hombres y de dos mundos.

- Son dos hombres que se inventan dos mundos. Uno es un escritor y se inventa ese mundo por medio de las palabras. Y el otro es un inventor, un relojero, y se inventa su mundo por medio de engranajes. Pero en el fondo es lo que hacemos todos, que nos inventamos el mundo diario para que sea mejor. Lo hacemos con la imaginación, con los amigos, llenándolo de palabras, llenándolo de ilusiones.

- Fascinada por los autómatas, esos antecesores de los robots. Y no sabe por qué.

- No sé por qué, pero es algo que me llamó la atención desde que era pequeña y desde pequeña me gustaban esos autómatas que son un poco tétricos a veces para los niños. Pero a mí me parecía que había algo de alma y algo de vida en esos engranajes. Y después por eso finalmente me fascinan los robots. Y eso está en la novela también.

- Aficionada también a la historia, sobre todo del siglo XVIII. ¿Qué encuentra allí que no le ofrece el momento actual?

- Es todo lo contrario. Encuentro allí lo mismo que hay en el momento actual. Y eso es lo que me llama la atención, que creemos que somos únicos y que estamos en la cima de la civilización y de la tecnología, y esto mismo pensaban los hombres del siglo XVIII, que no había engranajes como los suyos, que no había país como el suyo, que no había arte como el suyo ni ópera como la suya. Me llaman más la atención las similitudes que las diferencias, que son muchas.

- Su novela está basada en la vida de Descartes. Le pareció una historia muy poética.

- Es la historia de Descartes de cómo tiene una hija, Francine, que muere de viruela, y entonces él decide que tiene que inventarse un mundo nuevo, y lo que hace es crear una hija artificial, crear un autómata, que es la que suplanta a su hija Francine. Me parecía muy poético y muy doloroso que un ser tan inteligente como Descartes pusiera toda su inteligencia al servicio de curar esa herida del corazón. Y a partir de ahí nace esta historia.

- Una novela sobre la ausencia y la búsqueda de la identidad. ¿Siempre andamos perdidos?

- Siempre andamos perdidísimos. Es más, nos buscamos y no nos encontramos. Y hay veces que, más nos buscamos, menos nos encontramos.

- Se define como lectora voraz y devota de escritores como Pynchon o DeLillo. ¿De libros breves, nada?

- Pues mira, tengo el último de Kundera esperándome, que es de los breves y con el tipo de letra generoso. Pero a mí me gustan las novelas de largo recorrido, que pesan en el alma y en el bolso. Así tengo la escoliosis.

- Dice usted: “Escribimos de aquello de lo que somos y sobre lo que nos gusta”. ¿Qué ha dejado de usted en este libro?

- He dejado sobre todo mis gustos. Aquello que me apasiona. Están los autómatas. Está la literatura. Está la ópera. Está la música de Farinelli. Creo que no hay que buscar tanto lo autobiográfico, porque de lo autobiográfico no hay nada. Pero sí hay lo autohedonista. Aquello que me produce placer está en el libro.

- “Tengo un talento inigualable para la duda. Por eso soy periodista”. ¿Este mundo no le deja fiarse de nadie?

- (Ríe). En este mundo hay que ser muy escéptico. El periodista tiene que ponerle interrogaciones a casi todo. Hay veces que hay que poner doble interrogación incluso.

- “La inteligencia es lo único que importa”, dice el padre de Leo. ¿Sabe ya si la inteligencia garantiza la felicidad?

- Creo que la inteligencia garantiza la felicidad, pero creo que hace falta bastante inteligencia para llegar a la felicidad. O al menos para darse cuenta de que no la has alcanzado.

- A veces, incluso, puede entorpecerla.

- Sí, porque a veces esa inteligencia hace que le pongamos demasiadas interrogaciones a la vida y que nos planteemos cosas cuando no hay que planteárselas.

- ¿Piensa, como Hemingway o García Márquez, que el periodismo hay que abandonarlo a tiempo si te quieres dedicar a otra cosa, como la literatura?

- Es que no sé si estoy yo ya a tiempo de abandonar el periodismo. Es un veneno que te entra y, al final, nunca lo dejas. Probablemente haya que abandonarlo. Probablemente no podamos abandonarlo nunca.

- Un rostro bonito. ¿Ayuda en la profesión?

- Yo trabajo en la televisión y la televisión es muchas veces lo que se ve y lo que se oye. Pero creo que el rostro sin lo que hay detrás no dice nada. Y es más. Creo que a mí en mi trabajo me ha ayudado mucho más mi voz que mi rostro. Micho más.

- Hablando de su rostro. Tiene una belleza cordobesa. Su madre era de Montilla.

- Mi abuela era de Montilla. El resto de mi familia es de Madrid. Pero yo me parezco a esa rama de la familia. Me parezco tanto a esa rama cordobesa que un día me encontré con un primo segundo de la familia cordobesa al que no conocía y nos reconocimos inmediatamente, claro. Porque los dos teníamos esta cara de no poder negar tener esas raíces cordobesas. Sí, sí, ahí está esa raíz y muy orgullosamente.

- Además, el padre de su abuela era impresor.

- El padre de mi abuela tiene una historia como de novela decimonónica que en algún momento tendré que escribir porque era una familia bien, una familia acomodada que tenía una imprenta que funcionaba muy bien. Pero mi abuelo era de ideas libertarias y entonces decidió imprimir El Comunista. Le quemaron la imprenta, le quemaron la casa. La mujer se murió del disgusto. Tuvo que abandonar el pueblo. Mi abuela se tuvo que ir a servir a Madrid. Mi abuelo se casó con la ama de llaves. En fin, una historia tristísima, digna de un Dickens de Córdoba que la refleje.

- Por supuesto, conoce su tierra.

- Sí la conozco. Me gusta muchísimo, además. Me gusta mucho Córdoba, los cordobeses, la provincia. La gente es majísima. Se pueden decir muchas evidencias sobre lo hermosa que es la ciudad, lo bien que se come, lo bien que se está y lo pronto que se llega desde Madrid, que da gusto. Y el vino.

- En un grado leve, padece prosopagnosia, como Brad Pitt. Una enfermedad que hace olvidar las caras, una especie de ceguera facial. ¿Se le hará más difícil reconocer al hombre de sus sueños?

- El caso es que el hombre de mis sueños tiene que tener unos rasgos determinados para poder distinguirle, pero creo que una vez que el hombre de tus sueños ha aparecido en la vida, lo distingues ya para siempre.

(Publicada en el diario Córdoba el 9 de noviembre de 2014)
leer más

La higuera

Hay una higuera sin frutos y viñas que circundan su entorno en un paisaje amarillo de hojas muertas. Es un otoño habitado de colores marchitos. La tierra gris y rojiza, tal vez también de un marrón indefinido y apagado. Un frío seco, de invierno prematuro, cruza de punta a punta y atraviesa la corteza de los árboles. El vino es turbio y refrescante, un mosto que cobra vida y sabor propios, únicos. El cielo es de un azul huidizo y quebrado de nubes fugaces y extraviadas.

® AD ENTERTAINMENTS ||| PROHIBIDA SU REPRODUCCIÓN

Hoy tampoco lloverá, se dice este hombre. Le gusta agacharse y coger con su mano derecha un terrón húmedo, lo rompe y lo huele, desentrañando el tiempo venidero y la fortuna improbable. Esta tierra es pobre, poblada de cepas y de olivos, pero, en estos días que completan y agotan un año incierto, a este hombre le gusta advertir en los laberintos de estas suaves colinas las perdices y las liebres huyendo de un peligro inexistente, el ritmo efectivo y matemático de las estaciones que cumplen su ciclo natural.

Siempre retorna al lugar de origen, mete el catavinos en la tinaja, lo sumerge sin soltarlo y, al sacarlo lleno de vino nuevo, lo mira al trasluz. Al fondo, una higuera apenas imperceptible, le dice dónde está. Cuando bebe, sin prisas, saboreando de un solo trago las entrañas de estas tierras, se reconoce a sí mismo, con la copa en la mano, en mitad de un mundo que no entiende y que le importa un higo.
leer más

sábado, 15 de noviembre de 2014

El tiempo congelado

Mírame sin parpadear, congela el tiempo en tus ojos y quédate así para siempre, frente a mí, le dice él. A ella le hubiese gustado que esa propuesta que ahora él hace la hubiese ofrecido cuando ella era más joven y la sangre le borboteaba indomable. Creo que ya no tiene sentido, dice ella. No hay rencor en sus palabras y en su mirada no hay melancolía ni deseo, solo una brisa de viento frío y delgado muy parecida al vacío que deja el dolor cuando ya no duele ni importa.

® AD ENTERTAINMENTS ||| PROHIBIDA SU REPRODUCCIÓN

Ella, aunque sabe de los destrozos que dejan a su paso los vendavales, vive a la intemperie, sin refugio inútil y sin propuestas determinantes. Así fue desde entonces, desde que cada cual emprendió solo un camino que no sabía a dónde les llevaría. Como casi siempre, no conduce a ninguna parte. Y a ella ese puerto indeterminado, impreciso, a veces inhabitable, ha acabado por gustarle. Aborrece los horarios preestablecidos, las palabras sonoras pronunciadas sin pasión, el futuro diseñado al detalle como si fuese un apartamento a estrenar.

Te acostumbraste a otra vida, le dice. Ella no sabe si pregunta o corrobora. Da igual. Sonríe. No sabe bien por qué. Me acostumbré a otra vida, pero no sé bien a cuál, le dice, y eso me gusta. Él percibe una despedida definitiva en sus palabras, una distancia invisible que les separa. Ella pide un gin tonic, lo mira sin parpadear, como él le propuso en un principio. Es ahí donde él advierte cuándo se fue ella, cuándo se equivocó él, cuándo todo se fue a la mierda. Con perdón, piensa él, confundido y tal vez algo triste o equivocado. Después pide otro gin tonic para cerrar el acuerdo.
leer más

sábado, 8 de noviembre de 2014

El tiempo pretérito

El tiempo pretérito es una muralla infranqueable. Esta mujer, limpia de recelos y de dudas, lo sabe. Un poco más acá, donde sus manos no alcanzan, el futuro es una fruta dulce e inalcanzable. No hay árbol prohibido ni condena divina y perpetua. Hay racimos de uvas rojas colgados en las cepas de estos campos grises. Onduladas colinas que no permiten adivinar la distancia de aquí al cielo. Y al final, que no es el final, una niebla espesa cubre un paisaje que nadie conoce.

® AD ENTERTAINMENTS ||| PROHIBIDA SU REPRODUCCIÓN

Esta mujer mira a un hombre que está sentado en un banco. El hombre lee el periódico, ajeno a esta mujer que escruta su alma. La mujer ha empezado a amarlo sin saberlo, sin conocerlo. El hombre ignora inconsciente cuanto el corazón de ella proyecta y ambiciona. Ella mira atrás y no hay melancolía. Tal vez nunca la hubo. Y no sabe qué fuerza la paraliza cuando el vendaval del olvido fue intenso. Tal vez algún día alcance a entender que adonde mira es adonde debe dirigir sus pasos, cautos o firmes, indecisos incluso. Porque ahí es donde el tiempo pretérito empieza a disolverse y extinguirse en sí mismo.
leer más