domingo, 30 de noviembre de 2014

Sola. Sin nadie más

El peligro existe. También se inventa o se imagina. Sobre todo se imagina. Y de ese empeño baldío nace sin apenas apercibirlo. Está al lado nuestro, acurrucado como un gato manso o como un lince al acecho. Duerme casi siempre, cerca de nuestros ojos. Sentimos sus latidos de fiera salvaje y de vecino cordial. Sigue nuestros pasos adonde vayamos, para socorrernos o para destriparnos. Nadie sabe. Nunca sabremos.

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Esta mujer mira por la ventana y ve la sombra de un águila. Pero es imposible. Es de noche. Una noche desapacible. Escucha un piano. All the things you are. Reconoce la música, el ritmo desasosegado del jazz, el saxo. Esta noche, como cualquier otra, no le gustaría estar sola. Pero ahora no quiere estar con nadie.

En la soledad no hay ningún peligro, se dice. Conoce la noche y conoce el peligro. En ocasiones, aliados. Pero la soledad puede ser más mansa que un gato y más fiera que un lince. O tan acogedora como una noche de invierno, fría. Art Tatum & Ben Webster. El piano y el saxo, el bajo, la batería ponen fondo musical a una noche como esta. Ella no quiere estar con nadie ahora. Y en eso no ve peligro alguno. Al contrario, comienza a entender que quiere estar con ella misma. Que no es poco. Sin nadie más.

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