lunes, 1 de julio de 2013

Fernanda Kubbs: “No he llegado a la perfección del cuento dentro del cuento”

Cristina Fernández Cubas, ahora con un falso seudónimo tras el que no esconde su identidad, Fernanda Kubbs, publica la novela La puerta entreabierta, un libro que se adentra en el mismo mundo maravilloso pero visto con otra mirada; un libro, también, en el que ya no busca un equilibrio entre lo cotidiano y lo desconocido, sino en el que abre de par en par esa puerta entreabierta hasta ahora en su obra anterior.

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FOTO: MIGUEL ÁNGEL LEÓN

La autora, sin embargo, no abandona su línea anterior, sino que crea otra paralela; es decir, Cristina y Fernanda buscarán lectores comunes y otros propios. De hecho, no sabe si su próximo título será novela o serán cuentos. Solo sabe que, por primera vez en su vida, tiene un doble plan y una vida paralela. Eso sí, sin abandonar la literatura.

—Cristina Fernández Cubas ahora es Fernanda Kubbs, un falso seudónimo que no encubre su personalidad. ¿Qué nos aporta Fernanda que no tenía Cristina?

—En realidad, Fernanda y Cristina, y perdón que hable en tercera persona, que me parece horroroso, es el mismo mundo, y por eso decidí llamarme Fernanda Kubbs, para no despistar a mis lectores. Es el mismo mundo pero lo que es distinto es la mirada y el registro.

Es decir, hasta ahora, firmando con mi verdadero nombre, Cristina Fernández Cubas, siempre yo buscaba un equilibrio entre el mundo de la cotidianeidad y lo desconocido, que se filtraba a través de una grieta. Pero ahora es que ya he decidido, por lo menos en esta línea paralela que me he inventado, atravesar esta puerta entreabierta, o sea, abrirla del todo. Por eso he querido llamarme Fernanda Kubbs, que es muy parecido.

—Tomó esta decisión cuando atravesaba un mal momento y “escribir le inducía a la tristeza”. ¿Es terapéutica esta decisión de desdoblarse?

—Pues, bueno, yo no lo hice con idea de terapia, ni mucho menos, pero en el fondo lo ha sido. Es decir, de alguna manera, de repente encontré un tema y una historia que me devolvían las ganas de escribir. Pues entonces, ateniéndonos a los resultados, pues sí, ha resultado terapéutico, pero no era mi idea curarme por la escritura, ni mucho menos.

—Con esta novela se lo ha pasado en grande y además contiene registros muy distintos a sus obras anteriores.

—Digamos que el mundo se parece, pero se da este salto entre lo cotidiano y lo desconocido de alguna manera como sucede en los sueños, que de repente estamos en un lugar en que todo es distinto pero seguimos reaccionando con nuestra lógica. Pues es un poco lo que ocurre aquí. En efecto, tienes toda la razón, me lo he pasado en grande. No sé si se nota. Espero que sí.

—Este mundo de sueños que describe en su novela lo califica como una escritura mucho “más fresca y más adolescente”. Incluso recupera canciones e historias de la niñez.

—Sí. Vamos a ver. Desde ya un estado adulto, no me hago niña, pero sí recupero lo que tenían de maravilloso aquellas leyendas, aquellos juegos de corros, de ruedas, aquellos cantos tan misteriosos, que muchos de ellos parecían como fórmulas mágicas, o sea, aquellas canciones de corro que no querían decir nada pero que rimaban. Pues sí, todo esto, ese extraño mundo desde el estado adulto, intento recuperar o lo he recuperado. Y me lo he pasado bien. Repitámoslo.

—¿No ha temido que en algún momento un lector despistado piense o diga: “¿Qué le ha pasado a esta mujer?”.

—Bueno, pues que se ha reinventado, y que además no abandono mi línea anterior, hago una línea paralela. Los lectores pueden decir lo que quieran. El lector es libre. Esto para empezar. Yo creo que Fernanda Kubbs puede ganarse sus lectores. Y también me gustaría que los míos de toda la vida probasen la aventura de Fernanda Kubbs. Que coincidan o no, el lector ya es libre para pensar.

—El título La puerta entreabierta se remonta a una conferencia sobre literatura fantástica de hace unos años, cuyo contenido se lo ha saltado ahora.

—No. Porque, claro, La puerta entreabierta fue la inauguración de unos cursos de un seminario sobre literatura fantástica que a mí se me encargó inaugurarlo, digamos. Entonces, yo hablaba de lo que consideraba que era literatura fantástica o de incursiones en lo fantástico, y la titulé La puerta entreabierta, pero realmente yo hablaba de lo que había escrito entonces, ese estado fronterizo entre lo cotidiano y lo extraordinario y lo que desconocemos.

Y aquí me he saltado todas las reglas a la torera. Bueno, no eran reglas, pero todo lo que dije a la torera, me sigue pareciendo que es la puerta entreabierta. Y sigo hablando de fronteras, aunque las fronteras aquí tienen un significado más profundo.

—Crucigramista aficionada, a mitad del relato fue inventando una falsa sopa de letras. Las palabras son vitales en su novela.

—Claro. La palabra es, en el fondo, la protagonista de mi novela. La palabra en el justo centro de la novela gracias a la novela, gracias a este enigma contenido en una falsa sopa de letras, son las abracadabra que obran el prodigio, digamos. Hay un cuento que se llama El dueño de las palabras, que también lo explica. Están los anagramas. Mi amor a la palabra y la importancia que le doy a las palabras creo que queda clarísima en este libro, pero no quiero decir más. Tampoco quiero que el lector ya lo sepa todo.

—El juego de palabras y el traspasar a otra realidad paralela nos remite directamente a Lewis Carroll. ¿Es algo buscado?

—Francamente, yo no lo pensaba para nada. Y si hay alguien en el que yo pensaba, que además queda clarísimo porque queda citado ahí, es el flautista de Hamelín, cuando hago un Hamelín en vez de ratas con palabras, pero no.

De todas maneras, siempre lo digo, todos estos cuentos, aunque forman parte de nuestro bagaje cultural, era un poco la idea de recuperar ese mundo, pero yo no pensé de una forma explícita en Carroll ni muchísimo menos. Que esté o no esté, también puedo decir que pude haber pensado en Pulgarcito, por ejemplo, o en Gulliver.

—El libro es también una novela llena de cuentos, en clara referencia a Las mil y una noches y Manuscrito encontrado en Zaragoza.

—Me encantan.

—Pero no lo son exactamente. Estos son como cajas chinas. Su libro es diferente.

—Es diferente. No he llegado a esa perfección del cuento dentro del cuento. Ni tampoco lo he pretendido. Aunque es una historia en la que sí hay un hilo y el hilo de esta historia, los personajes, que son todos muy habladores, pues van contando historias reales y otras que no tienen que ver con lo que ahí se trata.

No son historias que no vengan a cuento. Tienen que ver. Sin ser esta especie de caja china. No lo es. Van contando historias que quizás enriquezcan o interrumpan la trama principal, pero no están dentro. Ni era esa mi intención.

—A la protagonista, Isa, la volveremos a encontrar en otra aventura. Tiene pensado escribir una serie, sabe dónde ocurrirá, pero poco más.

—Tengo la idea de que quiero volver a ella y tengo el escenario de donde creo que va a suceder, pero no solamente ella. Hay algunos personajes de esta novela que me han caído muy bien, y de convivir con ellos les tengo cariño y los quiero rescatar también.

—Su próximo libro, sin embargo, no será novela, sino cuentos. Vuelve Cristina Fernández Cubas.

—Eso es lo que dije, pero no estoy segura. En estos momentos, no estoy nada segura. Será en todo caso una línea paralela. Y además no lo sé. Ya se verá. Pero sí que, por primera vez en mi vida, tengo un plan doble, digamos.

—Le gusta el libro como objeto. Nunca se ha bajado nada en internet y no comparte la filosofía del todo gratis. ¿Fernanda aquí sí opina igual que Cristina?

—Bueno, Fernanda es una recién nacida. No sabemos mucho de Fernanda. Pero yo supongo que sí. En el fondo, las dos son muy parecidas y simplemente se parecen tanto, y me molesta hablar en tercera persona, pero es una línea. Todo es para no despistar al lector y no despistarme a mí misma, que yo cuando me he puesto a escribir La puerta entreabierta, yo sabía que dejaría volar mi imaginación.

Publicado en el diario Córdoba el 15 de junio de 2013

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