domingo, 21 de julio de 2013

Carlos Marzal: “Los toros sin literatura no serían lo que son”

Poeta, narrador y ensayista, Carlos Marzal publica el libro La geometría y el ensueño, una antología de poesía taurina, donde Córdoba aparece representada por nombres como Pablo García Baena o Vicente Núñez. A la poesía taurina, confiesa, el autor, le conviene ser menos taurina que poética. Y tal vez la riqueza ritual de la fiesta represente uno de sus mayores riesgos literarios. Para Marzal, la fiesta de los toros es uno de los ceremoniales más ricos que el hombre ha inventado.

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—Geometría y ensueño. Ambos términos definen o pueden la poesía y el toreo como arte.

—Por supuesto. Yo creo que el título aúna la parte técnica, la parte de oficio que deben tener tanto la poesía como el toreo y, además, ese no se sabe qué de inexplicable que conduce a la emoción.

—Dice usted que la propia riqueza de la llamada fiesta nacional ha ocultado algunas facetas de la poesía taurina.

—El peligro de la poesía taurina es caer en el costumbrismo de la riqueza escenográfica de la fiesta. La mejor poesía lo evita.

—¿Qué torero ha inspirado a más poetas?

—Yo creo que el mito por antonomasia del toreo es Juan Belmonte, sin duda el torero que más ha inspirado a los prosistas, a los cineastas, a los pintores, a todos.

—Por su toreo, supongo, pero también por su vida.

—Por todo. Marca una época del toreo, es el torero amigo de filósofos, intelectuales y artistas, y es además el artista suicida. Lo tiene todo.

—En su libro no solo aparecen poetas sino autores más conocidos por sus columnas, como Paco Umbral, que escribe a Manolete.

—Bueno, es un poema muy raro dentro de la obra de Umbral, donde también la poesía fue una excepción, pero yo creo que es un poema que vale por ser la crónica de una época.

—Vicente Pastor o Rafael el Gallo, ya viejos, pedían en las vueltas al ruedo más puros que sombreros. ¿Así estaba la cosa?

—El caso de Rafael el Gallo es que era un gran fumador de puros. Una vez Hemingway le preguntó: “¿Usted se entrena?”. Y él dijo: “Sí. Fumo puros habanos”.

—¿Los poetas no son toreros porque les gusta ver los toros desde la barrera?

—Los poetas no son toreros porque no tienen el valor ni el arte para serlo.

—“A la poesía taurina le conviene ser menos taurina y más poética”, dice en las primeras líneas de su libro. ¿Tan malos versos se han escrito en el sector?

—No solo en el sector. En cualquier ámbito. Pues en una antología lo que debe primar es la calidad literaria.

—¿No teme que los antitaurinos quemen su libro en la plaza pública?

—Los antitaurinos pueden hacer cualquier tontería y no me extrañaría que cometieran el terrible error nazi de quemar libros.

—Su antología de poesía taurina es muy personal. ¿Cómo seleccionó a unos poetas y descartó a otros?

—El que yo creo que es el criterio supremo o debería ser el criterio supremo de un antólogo es el propio gusto poético. Están los poemas que me gustan.

—Córdoba está representada en poetas de la revista Cántico, como García Baena o Vicente Núñez. ¿Han sido muy taurinos los poetas cordobeses?

—Yo creo que no han sido especialmente taurinos, pero sí que han sido sensibles al hecho del toro en el campo y del espectáculo de la fiesta de los toros. Pero sí que es verdad que en su obra hay siempre un momento, un apunte, para reflexionar sobre los toros.

—¿La poesía ayuda a que la tauromaquia sea un arte y no una simple matanza?

—Por supuesto. Los toros sin literatura, los toros sin leyenda, sin narración, sin mitología, no serían lo que son.

—“La vida sin toreo no es la vida”, dice Belmonte en el poema que usted escribe. ¿Es razón suficiente para el suicidio?

—No lo sé, porque yo no he sido torero. Pero me imagino que para alguien acostumbrado a tantas tardes de gloria y a esa vida tan intensa, el retiro y la vida pacífica me parecen a mí que no deben servir.

—Usted es aficionado a los toros, ¿pero alguna vez le ha dado por soltar la pluma y coger la espada?

—La verdad es que no. Los toros me producen un enorme respeto y un miedo casi, casi, también mitológico.

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