Después, nos quisimos. Pero ya éramos demasiado viejos. Ambos somos conscientes de que los años no importan. Pero lo sabemos ahora. Tanto tiempo después. Entonces, nos sobraba la vida. Y la dilapidamos. Qué se puede hacer cuando la sangre borbotea todo el día y no nos deja el alma en paz. Derrocharla, claro. Ahora no importa, porque ella está aquí. Pero ahora me mira y me lo dice, me lo repite cada día. Si fuéramos jóvenes. No llora. Se lo tengo prohibido. Ella sonríe. Me gusta su sonrisa y eso me basta. Cuando uno es viejo, puede vivir con muy poco, si eso es lo esencial.
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