miércoles, 16 de octubre de 2013

Sigue con nosotros

Lo vieron cruzar la calle. Iba solo, con el paraguas abierto, aunque no llovía. En la misma dirección, como todos los días, como siempre hasta entonces. Se sentó en la terraza de la primera cafetería, bajo los soportales. Pidió un café con poca leche y una botella de agua mineral. Miró alrededor, con una quietud próxima a la indagación o a la despedida. Después compró el diario en el quiosco. Lo dobló y se lo colocó bajo el brazo. El camarero fue la última persona que lo vio doblar la esquina. Después, nadie ha vuelto a saber de él. Tampoco dejó un perfil muy nítido sobre su persona. Era un hombre enigmático. Nadie sabe dónde vivía ni en qué trabajaba. Era educado, vestía bien, sin alardes. Era callado. Nunca preguntaba. Se le veía siempre por las mañanas, a la misma hora. Se le veía ir, pero nunca volver. Hasta ese día. La policía lo buscó, indagó en balde. Lo hizo solo durante unos días. A quién le puede importar un hombre a quien nadie echa de menos, por quien nadie pregunta. Pero desde ese mismo día todos hablan de él. Es una manera, dice alguien, de seguir estando con nosotros.

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