viernes, 27 de diciembre de 2013

Sin perdón

Llovía cuando amaneció. Así que optó por encerrarse en casa todo el día. Le aburren las fiestas y los bullicios de estos días. Nada le indigna más que la alegría colectiva, porque ve en esa actitud solidaria un tamiz de escena falsa, un olor de obligada respuesta positiva. Él sabe, como todos, que los tiempos no están para bailar en torno a la danza del fuego. Hay una tristeza enquistada en los rostros que no es maquillaje de algarabías, sino rasgos fisionómicos que se adhieren a la piel y son ya la misma piel. Hay en toda esta improvisación de la alegría un ingrediente que no hemos echado: unas pócimas de indignación, unas gotitas de asco, tres cuartas partes de furia, un cuarto de concienciación frente a cuanto ha ocurrido y cuanto nos puede ocurrir aún.

Ahora, sí. Alcemos la copa y brindemos por que el próximo año nos traiga la luz necesaria para identificar a los responsables de la infamia que nos carcome. Detrás, ya hay una puerta abierta para irlos echando a empelladas. Faltan nuestros brazos y, sobre todo, la voluntad para parar estos azotes que nadie merece. Esto se tiene que acabar. Cueste lo que cueste. La mordaza que se la pongan ellos en los huevos. Sin perdón.

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