martes, 26 de agosto de 2014

Siempre la misma frase

Nunca había leído a Gesualdo Bufalino, pero aquella frase del escritor siciliano se le quedó grabada en la mente como una incógnita sin respuesta que le desordenaba los sueños: “Y me introduje como una viborilla cálida en su interior, gemí amor, lloví amor dentro de ella. No abrió los ojos, no se movió, quiso confundirme con un sueño y lo consiguió.” Le gustaba de este escritor su estilo barroco y el manejo del lenguaje, su oceánico léxico de palabras nuevas que desconocía, sus frases bien construidas, su ironía profesional de hombre vivido, su atracción incondicional por esas mujeres que nunca le querrán.

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Rumiaba aquella y otras frases como si fuesen suyas, como si él mismo las hubiese generado una mañana de esas en las que se entretenía jugando con las palabras hasta buscarles el lado más sugerente e incógnito de todos sus significados. Pero aquella frase lo dejó sin tiempo los últimos días: “… quiso confundirme con un sueño y lo consiguió.” No sabía si era la causa o la razón de su desdicha o si nada más ahí había una invención literaria que le abrumaba.

Él tampoco era un doctor en saber esgrimir y delimitar vida y sueño. Se quedó mirando las palabras del escritor siciliano, como si su combinación de artesano del lenguaje alcanzara a deletrear un significado oculto, otra lectura posible, la fórmula mágica del ingenio y de la creación. En realidad, no lo descubrió.

Aún hoy, se sienta en esta terraza, cada mañana, pide un café negro y una botella de agua con gas. Saca de su cartera un papel doblado. Lo abre y lo extiende en la mesa como si fuera un mapa, una criptografía, un puzle, un crucigrama, una fórmula irresuelta. En el papel solo hay escrita una frase, la frase de Gesualdo Bufalino.

Se pone al empeño, al estudio profundo y concienzudo del galimatías que no logra descifrar. Al lado, sentada a otra mesa, una mujer hermosa, de pelo rojo, mirada sobrecogedora y piernas sin fin, pide un café y lee el periódico. Él no percibe su presencia de animal abrasador, aunque tal vez sea la mujer que busca, porque cree sin embargo que la identificará con toda convicción y que la hallará, no a su lado, donde ahora está, sino en esa frase que no le deja dormir ni soñar.

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