miércoles, 4 de marzo de 2015

Un amor imposible

Un libro recoge la historia que unió y separó a Juan Ramón Jiménez y a Marga Gil Toësset. El poeta moguereño fue su amor prohibido. ‘Marga’ ve ahora la luz tal como el poeta concibió la obra. Una pasión de película que ocurrió en la vida real y que pronto el cine dará vida de nuevo.

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Juan Ramón Jiménez fue el amor imposible de Marga Gil Roësset. Ella tenía 24 años; el poeta, 50. Todas las mañanas le llevaba flores, libros robados de bibliotecas o de particulares, pasteles. Mientras él trabajaba en su despacho, ella moldeaba la escultura de su esposa, Zenobia Camprubí. El 28 de julio de 1932, Marga visita al poeta con el pretexto de recoger algunas herramientas de trabajo. Como otras veces había hecho, le deja a Juan Ramón sobre la mesa de su despacho una carpeta llena de papeles. Le ruega que abandone su lectura para otro día. El poeta observa que lleva un paquete que le abulta. Marga abandona la casa llorando y mirando a la ventana donde el poeta trabaja. Se dirige al Retiro. Después coge un taxi que la conduce al chalet de unos tíos en Las Rozas. Allí, antes de pegarse un tirón en la sien, escribió tres cartas de despedida: a su hermana Consuelo, a Zenobia y a sus padres.

Poco antes, Zenobia y Juan Ramón, alarmados por la madre de Marga, la buscan infructuosamente. Cuando llegan junto a ella, Marga agoniza. Le había dejado al poeta en su mesa unas cuartillas a modo de diario en las que le declaraba su enorme amor y la culpabilidad por haber intentado traicionar a Zenobia. Unos días después, Juan Ramón ordenó construir un mueble de roble donde quedaron depositados la escultura de Zenobia, los objetos de ella y sus manuscritos. Carmen Hernández-Pinzón, sobrina del poeta, y Marga Clark, sobrina de Marga, han hecho posible la publicación de estos manuscritos según la edición ya preparada por el poeta moguereño. Un diario que muy pocos conocían y que abandona para siempre el olvido tantos años después.

El conjunto de esta obra lo conforman 74 páginas, que reúnen portadas, portadillas, notas de Marga, fotografías, recortes de prensa, las cartas de despedida, textos de Juan Ramón y de Zenobia. El Diario lo componen 47 folios, escrito en el último mes de su vida. La edición, por lo demás, respeta la ortografía de Marga, que sigue el uso juanramoniano de cambiar la g por la j y la x por la s ante consonante.

Marga era poeta, pintora, escultora, tocaba el piano, hablaba cuatro idiomas y fue una de las primeras mujeres en esculpir directamente sobre la piedra. En 1932, unos meses antes de su muerte, conoce a Juan Ramón y a Zenobia. De inmediato se establece una sintonía especial entre Zenobia y Marga. Deciden entonces que Marga realizaría los bustos de Zenobia, primero, y de Juan Ramón, después. Solo acabó el primero. El día que se mató, después de dejar su diario en la mesa de Juan Ramón, fue a su taller y destruyó la mayor parte de su obra, incluidas las placas de fotografías de sus esculturas. Excepto el busto de Zenobia.

Los hermanos de Marga, Consuelo y Julián, buscaron en el olvido el mejor cobijo donde alojar esta historia, tal vez por proteger su memoria, quizás también por miedo a dar a conocer las razones de esta muerte tan desafortunada. Pero esta historia trágica, obviamente, también ha jugado contra el conocimiento de su propio ingenio talado a tan temprana edad y sepultado durante 65 años. Entre sus aportaciones, llama la atención, sobre todo, uno de los dibujos de Marta, titulado Las cerezas, que tanto recuerda al dibujo de Le petit prince, pues se considera que su autor, Antoine de Saint-Exupéry, se habría inspirado en él, solo que 17 años después de que Marga los dibujara.

En este Diario que ahora ve la luz, Marga escribe a Juan Ramón: “Casarme… irme contigo… lo que fuera… como tú quisieras… sintiendo que me querías…”. Y añade: “Pero… como no es así… por nobleza… por quererte… por egoísta que soy… me mato”. Aún agonizante, Juan Ramón la describe así: “Un tiro en la cabeza, con la belleza no destrozada, descompuesta. Su mano estaba caliente, latía el pulso. Sangre a borbotones por la boca, la frente vendada de gasa. Una mirada ancha dilatada, salida, pero ¿sin ver?”.
Todo está escrito en este libro, Marga, que el olvido no logró arrebatarnos, publicado ahora por primera vez por la Fundación José Manuel Lara y que Juan Ramón dejó presto para la imprenta, aunque tampoco él pudiera adivinar que el silencio se prolongara todavía muchos años más allá de su propia muerte.

(Publicado en el diario Córdoba el día 3 de marzo de 2015)

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