miércoles, 6 de enero de 2016

Los sueños deshabitados (V)

Hoy el sol irradia una luz natural y esta luz, para el hombre que mira sin saber adónde, es necesaria como el pan de cada día. La expresión no sería correcta. Le han detectado glucosa y colesterol en la sangre, y por esta razón evita el pan de cada día. El pan de cada día lo conforman también las noticias de los informativos audiovisuales. Éstas no le alimentan ni le divierten. Es más, le aturden y le enfurecen. Sobre todo por la actitud que han adoptado sus vecinos y los vecinos de sus vecinos. Escucha a alguno o algunos que el periodista interpela al azar a la hora de la cena, y sus declaraciones no solo no le estimulan el apetito, sino que le hacen llorar de rabia. Suele quejarse más del malestar que le provocan los males ajenos que los propios. Escucha a una mujer joven justificar las medidas de austeridad impuestas por este gobierno saliente y aquellas otras que implantó este gobierno entrante, y piensa que el mundo se ha extraviado primero en el confort de una riqueza falsa que nunca fue real y ahora delira en los bastiones de una pobreza azul que cree virtual y que en nada le recuerda la miseria genética en la que siempre vivió. Y antes envenenado por el exceso de glucosa en sus venas y ahora sediento como consecuencia del café amargo ingerido, sueña y duda de aquellos días que imaginó felices con tan pocas herramientas en los bolsillos.

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Este traje le viene ancho y no quiere acostumbrarse a su pena diaria, ni alimentarse como un parásito de su propio dolor y, mucho menos, vivir la vida que otros le diseñan desde otros ámbitos y que en nada se asemeja al mundo de sus sueños deshabitados. Ahora, consciente de que el mundo no cambiará hasta que sus vecinos asuman la austeridad y la pobreza como una forma de vida y no como un estado de ánimo pasajero, y recuperen aquellos valores de integridad que les hacían grandes siendo tan pequeños, se ha sentado en su sillón de orejas, ha abierto un libro entre otros muchos, ha cerrado con llave la habitación. Hoy la mañana es fría. Busca en los rescoldos del fuego de anoche un calor que le atraviesa los huesos. Ahora no mira las cenizas ya frías, porque una luz natural atraviesa este espacio que ilumina su vida.

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